¿Cómo es el perfil psicológico de un pedófilo?: el relato de una experta en psicología criminal

El caso del pediatra Ricardo Russo, detenido por la presunta distribución de pornografía infantil, conmociona al país.

Cuando el miércoles se conoció la noticia de la detención del pediatra Ricardo Alberto Russo, jefe de Inmunología y Reumatología del prestigioso Hospital Garrahan, el estupor atravesaba todo: sitios de noticias, canales de televisión y, sobre todo, la conversación social. Sobre el médico de 55 años, pesa la sospecha de haber distribuido pornografía infantil. La investigación, que se inició en los Estados Unidos y tuvo también un correlato en Brasil, apunta a una red internacional de pedofilia.

Aunque son muchas son las aristas del caso, hay un aspecto que, además del la conmoción, genera muchos interrogantes. ¿Qué es exactamente un pedófilo? ¿Qué implica esta denominación para la psiquiatría? ¿Pueden detectarse? ¿Es el submundo más sórdido de Internet (la Dark Web) y la posiblidad del anonimato -por consiguiente, la relativa impunidad-, un elemento que complejiza la detección de estos criminales? ¿Son necesariamente psicópatas? ¿Cómo llevan adelante sus vidas?

En diálogo con TN.com.ar, la doctora en Psicología y docente de la materia Psicología del Delito y del Delincuente de la Universidad de Buenos Aires, Verónica Llul, responde algunas de estas preguntas y asegura: «El individuo busca proveerse de un nicho para estar cerca de sus potenciales víctimas».

-¿Qué es conceptualmente un pedófilo?

-Hay dos definiciones. Por un lado, la que ubica a la pedofilia dentro del conjunto de la parafilia, entendida como una conducta sexual desviada de la norma. Después, hay una definición conceptual más reciente, que es la que está en el DSM, el manual de psiquiatría que va por su quinta edición, y que establece tres criterios: uno temporal, que implica que el individuo lleve al menos por seis meses con ese tipo de fantasías. Por otro lado, que se repita la conducta con dos o tres niños distintos. Y luego, la edad de la persona, que tiene que tener al menos 18 años. Cuando se trata de personas jóvenes, la diferencia de edad tiene que ser de al menos de cinco años.

-En este caso, aparece un pediatra en el centro de las sospechas. Y ya han sido muchos los casos (incluidos miembros de la Iglesia) en los que los perfiles de los victimarios son justamente personas que buscaron una profesión que les de la cercanía con los niños…

-Desde la Criminología se interpreta exactamente así. El individuo busca proveerse de un nicho para estar cerca de sus potenciales víctimas. Pero pensándolo desde otra dimensión, también podríamos preguntarnos si no es la misma vía perversa del deseo la que los lleva a armar toda su vida en torno a su objeto de deseo. Es decir, puede tener que ver con que quiere estar cerca o con que no puede estar lejos. Por eso, pueden buscar estar donde el objeto que los atrae va a estar permanentemente presente y, de alguna manera, los mantiene sobreestimulados.

-Internet por supuesto complejiza este tipo de crímenes, porque buscan garantizarse en esa suerte de submundo, la propia impunidad. Vos has hablado incluso de una suerte de «cofradía de los pedófilos» que se crea allí…

-Podemos seguir pensando en dos niveles. Por un lado, Internet les garantiza el anonimato y cierta dimensión de impunidad. Pero por otro, les da también la posibilidad de hacer una suerte de comunidad de goce. Parece armarse como una comunidad que cree que goza de lo mismo. E intercambian sus objetos, como era con los adictos el intercambio de jeringas. Intercambian un objeto muy visceral. Esas cofradías pueden pensarse, en resumen, en dos niveles: se juntan porque Internet les facilita la intimidad y el anonimato, pero también tiene que ver con que creen que hay un goce que puede pasar por vía transitiva al campo del otro. Como si ellos creyeran que pueden gozar todos de lo mismo.

«Hay categorías que hablan de psicópatas integrados. Se camuflan y se meten, logran legitimarse socialmente. Tienen un fuerte mecanismo disociativo que les hace poder habitar dos escenas paralelas en simultáneo». Verónica Llul, doctora en Psicología.
-¿Es casi imposible detectar a un pedófilo por su conducta diaria?

-En principio, es difícil que alguien pueda hacer una lectura donde se correlacionen signos que hacen a un cuadro sin la información necesaria. No es posible dar tips. A mí no me parece serio. La pedofilia es un diagnóstico que de acuerdo al marco teórico desde el que se lo aborde, tiene distintas pautas.

-Colectivamente, son hechos que nos conmocionan como pocas cosas…

-Por un lado, se genera la reacción de alarma social. ¿No se puede creer en nadie? Eso sucede frente a lo que supone que era un semblante de autoridad. Porque a pesar de que muchas instituciones se han visto vapuleadas en la posmodernidad, para muchos de nosotros continúan siendo ordenadores. Cuando uno de esos referentes, se ve cuestionado en su autoridad, se sacude el tejido social. Cuando se trata de hechos que tienen que ver con la parte más sórdida del ser humano, la reacción de repudio se relaciona con que no encaja con la normalidad en la cual se ordena el lazo social. Por eso muchas veces se habla de categorías como el monstruo, la bestia.

-En algunas crónicas periodísticas, se reprodujeron las conversaciones entre pedófilos en foros y lo que se oberva es que también ellos construyen un relato de autojustificación. ¿Este es otro rasgo recurrente?

-Si, algunos psicólogos hablan de distorsiones cognitivas. La persona utiliza argumentos de legitimación que distan mucho del razonamiento válido. Y dicen cosas como: «A los niños le gusta explorar su sexualidad». Pero eso es un argumento cínico, porque que exista una sexualidad infantil, no habilita a un adulto a abusar de un niño. El cinismo es una posición subjetiva, en la que estás usando un emblema noble para justificar una canallada. Esto es lo complicado de este tipo de personajes, porque es como si entre ellos se autojustificaran y de esa manera, bajaran el nivel de autorreproche.

-Cómo suelen llevar adelante su vida?

-Hay categorías que hablan de psicópatas integrados. Se camuflan y se meten, logran legitimarse socialmente. Tienen un fuerte mecanismo disociativo que les hace poder habitar dos escenas paralelas en simultáneo. Hay un mecanismo de funcionamiento muy particular. Los obsesivos pueden tener una doble vida: tener a la madre de sus hijos en la casa y a la amante en otro sitio. Pero acá se trata de algo que está especialmente prohibido por la ley. Esa clandestinidad implica un fenómeno de otro orden. Acá se trata de una conducta abusiva sobre el cuerpo de un niño. Ahí hay un salto cualitativo en la idea de doble vida. Es mucho más que eso.

-¿Hay necesariamente una tendencia psicopática en una persona así?

-No necesariamente. Son conceptos de marcos teóricos diferentes. La pedofilia viene de la psiquiatría. La psicopatía generalmente tiende a estar asociada con una cosa manipulatoria, que no todo pedófilo tiene. Porque no necesariamente alguien que tiene fantasías sexuales con niños se instala en una posición psicopática. El que lleva adelante un abuso, sí. Si quiere hacer uso del niño y pasar al acto, el abusador sí tiene esa tendencia. Son diagnósticos que explican fenómenos distintos. Son muchas las variables que intervienen al mismo tiempo, por eso los conjuntos se interceptan de una u otra manera dependiendo de cada caso.

-¿Cómo suelen relacionarse con sus familias?

-No suelen ser personas agresivas ni violentas. Fenomenológicamente, nada los distingue de un neurótico común y corriente que no cometió mayores delitos. Lo que hay que evaluar es otra cosa, más allá de la conducta. No va a ser por esa vía que aparezcan los signos.

 

Fuente: TN

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