Era su mejor amiga y su socia en los negocios: la degolló y con su marido le vendieron sus cosas en una feria

Leandro Caballero encontró a su madre tendida en el piso de su cuarto; la habían degollado. Una semana le tomó a la policía develar una trama criminal que escondía codicia, una presunta deuda y una traición, la de la mejor amiga de la víctima. Irma Beatriz Córdoba tenía 56 años y vivía en Rafael Castillo. En las últimas horas Lorena Chandía, su compañera en la vida y en los negocios, fue detenida junto con su esposo, Norberto Ávalos, de quien Córdoba recelaba; no le gustaba y lo creía un «chorro». Tenía razón para pensarlo. Y lo pagó con la vida. Ocurrió en Rafael Castillo, La Matanza.

El macabro desenlace comenzó a tejerse el miércoles pasado. Caballero, de 31 años, fue a visitar a su madre a su casa, situada en Luis María Bravo 976, en Rafael Castillo, La Matanza. Le extrañó no encontrarla en el living; fue hacia el dormitorio principal, abrió la puerta y lo inundó el horror extremo: vio a Córdoba tirada en el piso con un tajo en el cuello, bañada en sangre.

Los policías que llegaron pronto a la escena del crimen no advirtieron violencia en la cerradura de la puerta de entrada, lo que denotaba que la víctima podría haberle abierto la puerta al o los asesinos. Tampoco había un desorden que invitara a sospechar de un homicidio en ocasión de robo, excepto en el sector del dormitorio donde encontraron muerta a Irma, donde sí estaba todo revuelto. A los detectives les quedó la primera impresión de un ordenado desorden, que «parecía haber sido hecho con intenciones de alterar el lugar».

Según fuentes de la investigación, ese primer análisis de la escena los llevó a centrar la pesquisa en el círculo primario de la víctima. No surgían pistas plenas hasta que apareció en el radar de los detectives la noticia de un sugestivo mensaje en un llamado telefónico. El día anterior al crimen, Irma charlaba con su tía y le dijo: «Te corto porque está en la puerta Lorena con el chorro ese y no vaya a ser que me quieran entrar [a la casa]».

La «Lorena» a la que hacía referencia era Chandía de 45 años, y el «chorro», Ávalos, que tiene la misma edad.

El dato fue crucial: a partir de él los detectives judiciales y policiales reconstruyeron el derrotero de una relación que terminó siendo arrasada por la traición.

Según precisaron los investigadores, el vínculo entre Chandia y Córdoba databa de un largo tiempo atrás. Eran grandes amigas, pero a la vez mantenían una relación laboral. Primero comenzaron a vender juntas ropa en distintas ferias de la zona. Luego, Chandía creció en el negocio y Córdoba empezó a comprarle prendas. Según contaron, las amigas tuvieron un conflicto a partir de este tipo de transacciones. Irma tenía una deuda con Lorena, que le reclamaba constantemente aquel dinero.

Sin embargo, los voceros judiciales creen que, a juzgar por la saña y la violencia con la que se perpetró el crimen, la pretendida deuda comercial no sería el motivo excluyente. Las hipótesis son varias. Los pesquisas contaron que entre Córdoba y Chandia existía una «relación bastante tóxica, en la que un día eran muy amigas y al otro, parecían enemigas». Además, explicaron que Chandía tiene antecedentes psiquiátricos propios de una personalidad «violenta, impulsiva y posesiva».

Ante esto, el personal de la Dirección Departamental de Investigaciones (DDI) de La Matanza comenzó un seguimiento de la pareja. Ayer, mientras Chandía y Ávalos trabajaban en la feria de Rafael Castillo, en la plaza situada en Victorino de La Plaza y Granville, detectives de civil se acercaron al puesto de la pareja; tenían bien presentes los datos que les habían dado los hijos de Córdoba acerca de los elementos que faltaron de la casa con posterioridad al crimen y comenzaron a inspeccionar la mercadería como si fueran clientes.

Así detectaron varios de los elementos que los hijos de Córdoba les habían marcado. Entre ellos, un porta encendedor con la inscripción «Irma, recuerdos de Mar de Ajó» y una billetera de pequeñas dimensiones con una estampa de «La Renga».

Inmediatamente, los efectivos apresaron a Chandía y a Ávalos y les secuestraron todas las prendas que vendían. Llevaron todo a la dependencia policial, donde los hijos de Irma reconocieron más ropa de su madre. Acto seguido, los policías fueron a la vivienda de la pareja; en el allanamiento encontraron más material que confirmaría que, tras haber degollado a Córdoba, le robaron varias pertenencias e, incluso, la ropa que vendía.

Según informaron fuentes judiciales, a los imputados se les tomará declaración indagatoria esta tarde como coautores del homicidio. En la investigación intervino la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) especializada en homicidios, a cargo del fiscal de La Matanza Claudio Fornaro.

 

 

(LaNación)

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