Por un país sin ciencia, recorte a conciencia

Los problemas de la Ciencia (uso mayúcula para diferenciar el Campo Científico de la actividad diaria de investigación y producción de conocimiento) pueden analizarse desde múltiples dimensiones: el lugar del investigador, la validación del conocimiento, el abordaje metodológico diseñado para un objeto de estudio, la experimentación o las posibilidades del acceso al campo de estudio. Y es necesario entender que todos estos problemas y sus análisis se imbrican y articulan entre sí con diversos matices. Pero en Argentina, cuando hablamos del problema central de la Ciencia en la actualidad, todos los caminos nos llevan a una misma conclusión, que voy a presentar aunque me acusen de spoilear la conclusión de este texto: el financiamiento está peor que antes. Para establecer un recorte (analítico, en este caso) y presentar algunas características de la problemática que se agudizó en los últimos tres años, primero definiré los alcances del problema desde sus aspectos Político, Económico y Financiero y, más abajo, intentaré presentar algunas consecuencias directas de estas políticas en Misiones.

 

Ciencia en 3-D(imensiones)

 

En el terreno de lo Político se discute qué modelo y proyecto de país se quiere y se hace, qué horizontes y modelos de Estado se propone y acciona desde cada sector de Poder. Vinculado a la Ciencia, la pregunta en este plano sería: ¿qué tipo de Ciencia y Tecnología se pretende en el país? ¿Un desarrollo de conocimiento anclado en trabajos de investigación pública y estatal? ¿O dejar que ese desarrollo quede en manos de organizaciones privadas nacionales? O estatales extranjeras. O de organizaciones supranacionales que definan prioridades sobre líneas de investigación (y por ende, de intervención) en el territorio nacional. O en manos de Fundaciones y del financiamiento intermitente de intercambios con universidades del Norte. En este sentido, la discusión sobre la política científica y sobre el financiamiento de la Ciencia también es una discusión sobre la Soberanía del Conocimiento.

 

El problema en el plano Económico tiene que ver con qué recursos destina el Gobierno para concretar ese proyecto de país: sobre un presupuesto total limitado (no “pequeño”, si pensamos a escala nacional), qué porcentaje del Presupuesto General se destina al concepto Ciencia y Técnica. Esta es tal vez la manera más sencilla y contundente de ver cómo se materializa la prioridad que otorga el Estado a las diferentes órbitas bajo su responsabilidad. Para hacerlo más sencillo, se habla de porcentajes del Presupuesto que se destinan a los diferentes rubros. Si quieren evitar leer el párrafo de cifras, les adelanto: de 2002 a 2015 el porcentaje del Presupuesto para CyT siempre subió y desde 2016 hasta 2019 siempre bajó. Voy al detalle.

 

El Kirchnerismo destinó en 2013, 2014 y 2015, el 0.35% del presupuesto a CyT. Este porcentaje, bajo si lo comparamos con países de economías similares y bajísimo si lo comparamos con las principales economías del mundo, creció sostenidamente desde 2002, cuando el porcentaje destinado a CyT era de 0.18. Y, además, 0.35 fue el mejor porcentaje desde 1992, cuando se empezaron a medir los rubros y subrubros de un modo comparable hasta la actualidad. Durante la campaña presidencial, Mauricio Macri prometió elevar ese porcentaje al 1.5%, pero la tendencia de la gestión Cambiemos siempre fue en baja. En 2016, bajó de 0.35 a 0.33. En 2017, a 0.32. En 2018, a 0.26. Y este año destina 0.25 a CyT, un porcentaje similar al que destinaba el Estado Nacional a CyT hace 13 año, en 2006.

 

Vale aclarar: no es que se destinan “menos millones”, porque en términos absolutos, se destinan más, pero en un escenario de inflación acumulada y devaluación progresiva y algunas veces vertiginosas, la mayor cantidad de millones en realidad se diluye y demuestra que, en términos relativos, hay un fuerte recorte al área. En una entrevista radial que le realizaron el pasado miércoles 8 de mayo, el ministro del Interior Rogelio Frigerio dejó ver varias veces que CyT no es una prioridad para el gobierno. “Hay que discutir lo que no es prioritario del país”, dijo cuando le preguntaron sobre el desfinanciamiento de la Ciencia. El desfinanciamiento no es un error ni una consecuencia de la crisis: es una política de Estado.

 

El problema Financiero tiene que ver con los tiempos en que se mueven esos fondos que se destinan al área; esto quiere decir, si se destinan 100 o 200 pesos, de qué manera y en qué tiempos se los “desembolsa”. ¿Todo junto en el primer trimestre? ¿Un poco cada mes a lo largo del año? ¿Todo junto en noviembre? En este sentido, hay que marcar que el problema financiero se arrastra hace varias gestiones. Es decir, no es una novedad que se retrasen los pagos de subsidios y fondos de investigación, la actualización de equipamientos, la habilitación para importar reactivos, entre otros. Hace años que se aprendió que “hay que esperar” que el organismo a cargo “largue los fondos”. Este problema, inherente a toda burocracia estatal, se viene complejizando además porque ataca fuertemente a los gastos de funcionamiento, agravado por una inflación acumulada de 150 por ciento en los últimos tres años y por una devaluación galopante que infló el costo operativo de casi todos los rubros. Por ejemplo, los fondos para gastos de los Institutos de Investigación (servicios para que estén operativos los lugares de trabajo, como electricidad, internet, agua, limpieza, tintas de impresoras y fotocopiadoras, que son gastos semanales o mensuales y deberían ser pagados con recursos del CONICET), deben ser cubiertos con los salarios del personal que en muchos casos arman fondos comunes, vaquitas, para cubrir estas necesidades operativas.

 

Otro lugar donde se resiente el problema Financiero es en proyectos ya aprobados hace dos o tres años que, en algunos casos ya se ejecutaron y aún no se pagaron. Quiere decir que un presupuesto elaborado en 2015 o 2016 para realizar una investigación, se estrella contra la inflación y la devaluación que encarecieron todos los costos. Para citar dos ejemplos: es frecuente que se contraten servicios de secuenciación genética para diferentes investigaciones médicas, bioquímicas y biológicas. El valor de esta operación es de 240 dólares. Hay grupos de investigación en Misiones que tienen presupuestos en pesos aprobados en 2015 que no se desembolsaron aún, pero cuando se desembolsen, en lugar de costar los 3.100 pesos que hubieran salido hace 4 años, hoy saldrían más de 11 mil pesos. Otro ejemplo. En Investigaciones Sociales, donde los gastos suelen ser menores y en pesos, un gran porcentaje de los costos tiene que ver con los combustibles de traslados. Un proyecto presupuestado en 2016, consideraba la nafta súper de YPF a 19,45 pesos, pero si se ejecutara esta semana, la nafta súper cuesta casi 47 pesos en la misma estación de servicios. Este desfasaje de tipo financiero no es nuevo, pero se agudiza en etapas de crisis.

 

Analizadas estas tres dimensiones, hay que remarcar que las consecuencias del achicamiento del Presupuesto de CyT se agravan porque ese ajuste empieza a colisionar con la línea de crecimiento de hace 10 años atrás: en 2016, 2017, 2018 y 2019 finalizaron las becas doctorales y posdoctorales que fueron creciendo sostenidamente entre 2009 y 2015, lo que convierte al escenario actual en un cuello de botella. Cada vez más becarias y becarios finalizan sus becas y cada vez más doctores y posdoctoras quedan fuera del sistema de investigación pública.

 

Misiones postergada(s)

 

Misiones, periférica y fronteriza, es una provincia postergada en la política científica. Aún en los momentos en que se destinaba mayor presupuesto a CyT, la distribución de esos recursos no alcanzaba a revertir la desigualdad interna, centralista y metropolitana. Se podrían ensayar algunas hipótesis para explicar esta asimetría (baja demografía, altas tasas de deserción del sistema educativo, pocas ofertas de posgrados), subsidiarias a las que diversos análisis han encontrado en diferentes momentos, pero todas las cifras dan cuenta de una baja participación en la federalización de los fondos de CyT, especialmente cuando observamos los datos del personal del Conicet (hay que tener presente que los fondos CyT se distribuye además con el INTA, INTI, CNEA, etc). Antes de pasar a las cifras de ingresos y becas en nuestra región, intentaré presentar algunos aspectos generales de su funcionamiento.

 

El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), que es el principal organismo en la investigación científica argentina, todos los años llama a Concurso de Becas e Ingresos a Carrera de Investigación Científica (CIC). Para presentarse, cada postulante presenta un Proyecto de Investigación y se somete a la evaluación de Comisiones Disciplinares integradas por varios especialistas que puntúan el tema, el promedio y los antecedentes del o la postulante, de su equipo de dirección, del lugar donde va a trabajar y, a partir de ello, establece un orden de mérito. A partir de esa “lista” de puntajes y recomendaciones, otra comisión establece cuántos ingresos se habilitan cada año, lo que se conoce como “línea de corte”. En los últimos años, esa línea cada vez se corta “más arriba” porque la decisión política de recorte afecta directamente estos lugares sensibles. En las disciplinas más competitivas o con mayores postulantes, hay aspirantes que obtienen más de 90 puntos (sobre 100 posibles) que aún con doble recomendación de los evaluadores, quedan “afuera”.

 

El Conicet tiene alrededor de 10 mil investigadores e investigadoras y más de 11.000 becarios y becarias de Doctorado y Posdoctorado. En Misiones hay 172 de estos últimos, lo que representa el 1,5% del total del país. Si miramos la región NEA, vemos que hay 426 becarios CONICET, lo que representa el 3,8% del total País. Como contraste podemos observar que entre Provincia y Ciudad de Buenos Aires, suman 5.692 becas, lo que representa el 49,9%. Si a ese número, sumamos la provincias de Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Tucumán, ese porcentaje sube al 79%. Es decir, 6 distritos acaparan 9 mil becas de un total de 11.300, mientras que las 2.300 becas restantes, se las distribuyen 18 provincias. Estos datos están actualizados a 2017 y no se actualizaron los ingresos de los últimos 2 años, pero hemos notado una fuerte disminución de ingresos a la región NEA, tanto de Becarias/os como de Investigadores/as.

 

En cuanto a los ingresos a Carrera de Investigación Científica de este año, en el NEA sólo hubo 1 (un) ingreso de la Convocatoria General, en Corrientes, y se lograron otros 8 (ocho) por diferentes convocatorias como la línea de Fortalecimiento I+D y Temas Estratégicos, que tenían un cupo fijo que cubrir por Universidades con vacancia de personal de investigación. En este escenario, se estima que del total de ingresos a Carrera de Investigación Científica 2019, sólo el 2% fueron para la región NEA. Entonces, sobre la disminución del total de becas e ingresos a carrera a nivel país, hay una gravedad específica para la región que tiene que ver con una disminución mayor de los ingresos en la región. Y si está en crisis la Ciencia, está en crisis la Soberanía del Conocimiento.

 

¿Cómo afecta esto a la provincia? ¿Es importante que se destine dinero a la investigación en una provincia fronteriza con graves desigualdades, fuertes asimetrías internas y con complejos problemas sociales? Teniendo Misiones una casi nula capacidad de autonomía en materia de investigación científica, contar con recursos nacionales para la investigación y el desarrollo, aparece como una necesidad urgente, impostergable.

 

 

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