El país de otros y los derechos propios

Somos un punto en el océano de la vida, apenas un suspiro para la historia de la humanidad, y sin embargo cada uno de nosotros, procura hacerse notar.

Desde pequeños, mas allá del contexto en el que hayamos nacido, estamos llenos de demandas de todo tipo.

 

Pataleamos, lloramos, reclamamos a nuestros padres y ancestros como si se tratara de genios con una lámpara que cumple deseos, o un pozo profundo con infinita cantidad de agua dulce para todos. Crecemos y en vez de apaciguar nuestras ansias por tener, pareciera que las necesidades y exigencias lo hacen con nosotros. Algunos siguen pidiendo a los gritos en la calle, como si todavía tuvieran 2 años; otros con violencia, pero con armas que ya no son imaginarias; otros eligen hacerlo de manera más sofisticada, otros son sutiles, pero todos pedimos.

 

Si algo nos caracteriza como argentinos, cuando estamos dentro o fuera del País, solos o con extranjeros alrededor, importa muy poco la época del año o el partido de turno, es que todo el tiempo pedimos, porque para nosotros sólo existen derechos, hablamos de lo que nos falta, de lo que nos deben, de lo que tienen que darnos, de lo que nos corresponde.

En estos últimos días, mientras íbamos recorriendo una milésima, pequeñísima parte del Noroeste, pensaba en esto, cada tanto lo repetía como un mantra: «somos un punto en el océano de la vida, apenas un suspiro para la historia de la humanidad, y sin embargo cada uno de nosotros, procura hacerse notar». ¿Qué nos pasa? ¿Qué queremos lograr?

 

Somos argentinos, nacidos en un País extraordinario donde podrían entrar fácilmente más de 10 países de Europa. Vivimos en un territorio con recursos naturales comparables a los de Canadá y Australia, con una extensión de 2.7 millones de km2, y sin embargo no logramos generar la misma riqueza, ni mucho menos distribuirla equitativamente para todos.

 

Es lamentable y agotador. No hay forma de que entendamos que nosotros somos Argentina, nosotros somos parte del problema y de la solución. Qué nos pasa entonces que nos sentimos ajenos al resultado, que nos anestesiamos con el celular y nos desconectamos de nuestra tremenda responsabilidad en el hacer. No estamos afuera, somos parte de todo esto. No pisamos la tierra, venimos de ella. No miramos las estrellas, estamos literalmente conformados en parte por la misma materia que ellas. Y al igual que las cadenas montañosas, valles, quebradas, montes, selvas, mares, desiertos que recorren nuestra patria, tenemos una razón de ser, un sentido por el que estamos acá, en este momento, viviendo esta realidad de la que somos parte.

 

En definitiva, cada uno tiene en sus manos todos los días una pequeña cuota de poder para construir desde su lugar, positivamente para todos; o para seguir destruyendo, hablando sólo de derechos, reclamos, y en definitiva hacerse notar con sus deseos.

 

 

 

 

(*) Lic. Sol Jouliá 
instagram: @soljouliaok

 

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