Beatifican al obispo Enrique Angelelli, dos sacerdotes y un catequista asesinados durante la dictadura

La ceremonia se realiza en La Rioja y estará encabezada por el cardenal enviado del Papa Francisco, Ángelo Becciu, y el obispo riojano Dante Gustavo Braida.

 

El obispo Enrique Angelelli, los sacerdotes Gabriel Longeville y Carlos de Dios Murías, y el laico Wenceslao Pedernera, todos asesinados durante la dictadura militar, son beatificados este sábado. La misa estará encabezada por el cardenal enviado del Papa Francisco, Ángelo Becciu, y el obispo riojano Dante Gustavo Braida.

 

 

Colmada de gente, la vigilia por la beatificación comenzó el viernes en la noche en la céntrica plaza 25 de Mayo frente a la Casa de Gobierno y a la Catedral de La Rioja.

 

La ceremonia se inició con la llegada a la explanada de la Catedral de obispos de distintos lugares del país para una misa junto a sacerdotes y religiosas locales, mientras en la plaza siguieron la celebración tanto riojanos como personas provenientes de las distintas provincias argentinas y países cercanos, así como de varios lugares de Europa.

 

En la ceremonia de este sábado participan el prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, el cardenal italiano Angelo Becciu, la vicepresidente Gabriela Michetti, el secretario de Culto, Alfredo Abiani, el gobernador Sergio Casas y otras autoridades.

 

La beatificación es el paso previo en la Iglesia católica al reconocimiento de un fiel católico como santo. Antes de ser elegido pontífice en 2013, el entonces arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio había señalado que Angelelli había sido un mártir de la Iglesia «al dar la propia vida por sus ovejas».

 

 

La muerte de Angelelli

Enrique Angelelli murió en medio de un hecho presentado como un «accidente de tránsito». Sin embargo, 38 años después, en 2014, se descubrió que se trató de un homicidio perpetrado por la última dictadura militar.

 

 

Esa última revelación permitió condenar a dos de los cincos acusados. Se trató de los represores Luciano Benjamín Menéndez y Luis Estrella. Los otros tres imputados en la causa, Jorge Harguindeguy, Jorge Rafael Videla y Juan Carlos Romero habían muerto.

 

El día de su muerte, Angelelli viajaba acompañado por el sacerdote Arturo Pinto a bordo de un auto que terminó volcando tras haber sido encerrado por dos vehículos, según las investigaciones.

 

El obispo se dirigía desde El Chamical a La Rioja para ver a un enviado del Episcopado y con varias carpetas donde reunía pruebas de los asesinatos de los curas Carlos Murias, Gabriel Longueville y de un laico muy cercano a él, Wenceslao Pedernera, a manos de las bandas militares de la época.

 

¿Quién fue Enrique Angelelli?

Fue asesinado en 1976, lo mismo que dos sacerdotes y un campesino que eran sus colaboradores. El papa Francisco reconoció su martirio. Miles de personas se congregan en La Rioja para la ceremonia de beatificación.

 

El 18 de julio de 1976 fueron secuestrados y asesinados en La Rioja los sacerdotes católicos Carlos de Dios Murias y Gabriel Longeville. Pocos días después, en Sañogasta, un grupo de tareas mató delante de su familia al campesino y militante católico Wenceslao Pedernera. Todos eran colaboradores directos del obispo riojano Enrique Angelelli. Pocos días después, el 4 de agosto del mismo año, Angelelli falleció en un supuesto accidente carretero que, el 19 de julio de 1976, después de un largo proceso judicial el juez Aldo Morales dictaminó como homicidio premeditado, si bien no pudo identificar los responsables. El 4 de agosto de 2014, el Tribunal Oral Federal de La Rioja condenó a los militares Luciano Benjamín Menéndez y Luis Fernando Estrella como autores intelectuales del asesinato del obispo.

 

 

El año pasado, también después de un largo recorrido por los escritorios vaticanos y sorteando años de negación por parte de la estructura eclesiástica, el papa Francisco reconoció el «martirio en odio a la fe» padecido por Angelelli y sus compañeros y tomó la decisión de beatificarlos, con lo cual se los presenta como ejemplos de vida para la Iglesia y para la sociedad.

 

La beatificación de Angelelli y sus compañeros se une a la del obispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, también por razones martiriales. Con ambas el papa Francisco reconoce a católicos que, durante los años de las dictaduras militares en América Latina, se comprometieron en favor de los más pobres y perseguidos.

 

El reconocimiento eclesiástico es también el fruto del trabajo minucioso del obispo Marcelo Colombo, quien se encargó de recoger información, sortear obstáculos y resistencias institucionales y ordenar el proceso vaticano para obtener la declaración martirial. Es indudable que para alcanzar la beatificación también medió la decisión y la voluntad política del papa Francisco, último responsable de adoptar la determinación eclesiástica.

 

Angelelli nació en Córdoba el 17 de julio de 1923, fue ordenado sacerdote en Roma en 1949, y obispo auxiliar de Córdoba en 1960. Antes, como cura, había trabajado como asesor de la Juventud Obrera Católica (JOC). Siendo obispo participó de las sesiones del Concilio Vaticano II (1964-65), un acontecimiento fundamental en la renovación de la Iglesia Católica. En 1968 el papa Paulo VI le confió la conducción de la diócesis de La Rioja y allí desarrolló un intensa labor pastoral con trabajadores y campesinos, que le trajo como consecuencia la persecución de parte del poder económico y político de la provincia y del nivel nacional.

 

Desde el mismo día en que se produjo el golpe militar, el 24 de marzo de 1976, Angelelli mantuvo enfrentamientos públicos con los militares y sus sacerdotes y colaboradores fueron acosados permanentemente. En mayo de ese año los militares tomaron la determinación de suspender la misa radial que el obispo difundía cada domingo y que tenía gran audiencia en La Rioja. El lugar de Angelelli fue ocupado por un sacerdote capellán castrense. Pero los enemigos no eran solo internos. También la derecha católica avalaba y aplaudía la arremetida contra el obispo.

 

Hay numerosos testimonios del odio que la posición político religiosa de Angelelli generaba en los sectores conservadores. Según consigna Oscar Campana en su libro Su sangre en el lodo (2019) sobre el obispo asesinado, Antonio Erman González, quien fuera ministro de Economía de Carlos Menem, afirmó que «en una reunión de empresarios llevada a cabo en Chilecito a principios de julio (1976), se habló de que Angelelli era un obispo rojo y estaba marcado para caer».

 

El obispo lo sabía porque cada detención de alguno de sus colaboradores era acompañada de un mensaje para el titular del obispado de La Rioja, con amenazas y advertencias. Tenía conciencia de que su vida estaba en peligro. Pero en esa situación también se sintió desamparado por la Iglesia y por sus compañeros obispos. Y se lo hizo saber así a sus colegas obispos en una carta que envió a la Conferencia Episcopal después de que su vicario general, el cura Esteban Inestal, fuera detenido en Mendoza el 12 de febrero de 1976. En ese documento, rescatado por Miguel Baronetto, uno de los más importantes biógrafos del obispo asesinado, Angelelli le decía a sus colegas que «Hoy cae un vicario general, mañana (muy próximo) caerá un obispo. Por ahí se me cruza por la cabeza el pensamiento de que el Señor anda necesitando la cárcel o la vida de algún obispo para despertar y vivir más profundamente la colegialidad episcopal» (Vida y martirio de Mons. Angelelli, 2018).

 

Cuarenta y dos años después de su asesinato la Iglesia beatifica y pone como ejemplo de vida a Angelelli y a sus compañeros mártires.

 

FUENTE TN -Página 12

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