Mercado del trabajo argentino: según la UCA, un 56% de la población económica activa de más de 18 años no logró acceder a un empleo pleno de derechos laborales en el último año

El relevamiento del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) abarcó el periodo 2010-2018. Las expectativas de empleos están en el peor nivel desde 2009. También, el estudio analiza indicadores psicosociales y expone conductas «endebles» para el rendimiento laboral ante un bajo nivel de bienestar. «Hay carencias que afectan las capacidades para responder a las demandas ordinarias de la vida cotidiana, desenvolverse socialmente y para tener relaciones satisfactorias con los otros», indican los especialistas.

 

Según los resultados de una reciente encuesta de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA), referidos al tercer trimestre de 2018, sólo un 44,1% de la población económica activa de 18 años y más logró acceder a un empleo pleno de derechos. Mientras que un 9,9% de esta población se encontraba abiertamente desempleado y un 18,6% sometido a un subempleo inestable (es decir, realizando “changas”, trabajos temporarios o no remunerados, o siendo beneficiarios de programas de empleo con contraprestación).

Al mismo tiempo, un 27,2% contaba con un empleo regular pero precario (con niveles de ingresos superiores a los de subsistencia, pero sin afiliación alguna al Sistema de Seguridad Social).

Del relevamiento, que analizó en general del período 2010-2018, resultó del dato del último año también una fuerte asociación entre el sector de inserción de los trabajadores y la calidad del empleo.

Señalan, además, que en los últimos años siguió aumentando la proporción de ocupados en el sector micro informal de la estructura productiva, es decir, actividades laborales autónomas no profesionales o llevadas a cabo en pequeñas unidades productivas de baja productividad, alta rotación y baja o nula vinculación con el mercado formal.

A fines de 2018, ese sector reunía al 49,3% de los ocupados, por lo que impedía que el nivel de desempleo supere los dos dígitos. En el mismo año, los ocupados en el sector público representaban el 14,9% (se incluye tanto a los empleados que cubren las necesidades operativas del Estado como a los trabajadores que contra prestan en los programas de empleo directo).

 

Empleo vs. calidad

El estudio observó también una fuerte asociación entre el sector de inserción de los trabajadores y la calidad del empleo. En 2018 el 81,7% de los trabajadores del sector micro-informal tenían un empleo precario o un subempleo inestable, mientras que este empleo de baja calidad solo lo presentaron el 24,8% de los trabajadores del sector formal y el 12,6% de los del sector público.

Esta brecha se mantiene relativamente constante en todo el período analizado.

Un 26,4% de los trabajadores del sector micro-informal se declararon asalariados, mientras que el componente no asalariado representa el 73,6% de estos puestos. Asimismo, marcaron en el estudio que un 74,8% de los ocupados del 25% de los hogares de más bajo nivel socioeconómico desarrolla actividades en el sector microinformal, mientras que en el 25% de los hogares de mayor nivel socioeconómico esto se reduce a sólo el 17,3%.

Por otra parte, las tareas desarrolladas en el sector micro-informal “son realizadas generalmente por mano de obra no especializada, presumiblemente trabajadores con bajo nivel de empleabilidad en sector formal”, indican en el documento.

 

Más trabajo independiente en 2018

A nivel general, del informe se desprende que en 2018 el universo de trabajadores relevados desarrollaban mayoritariamente actividades independientes como trabajadores por cuenta propia no profesional (52,5%), patrones de pequeñas unidades económicas (2,2%) o ayuda familiar en dichas unidades (0,5%).

“La distribución de ocupaciones es muy dispar según el sexo de los trabajadores. Las ocupaciones más presentes en las mujeres son el trabajo por cuenta propia no profesional (45,4%) y el servicio en hogares (22,9%). Mientras que la mitad de los varones (57,9%) realizaban actividades como cuentapropistas no profesionales”, precisaron.

En 2018, el ingreso medio mensual de los trabajadores del sector micro-informal fue un 41% menor que el ingreso del total de ocupados. En ese año el ingreso medio mensual del total de los ocupados fue de $ 17.454 (diecisiete mil cuatrocientos cincuenta y cuatro pesos), el de los trabajadores del sector micro-informal de $ 10.283, el de los ocupados del sector privado formal de $ 24.985 y el del sector público 5 de $ 22.987.

En el mismo año el ingreso horario de los trabajadores de este sector fue un 38% menor que el del total de ocupados. En ese año el ingreso horario del total de los ocupados fue de $ 126,8.-, el de los trabajadores del sector informal de $ 79,1, el de los del sector privado formal de $ 179,2 y el de los ocupados por el sector público $ 157,9.

El grupo de trabajadores del sector micro-informal posee una mayor proporción de mujeres que el sector privado formal, un menor porcentaje de población de 35 a 59 años, una mayor proporción de trabajadores sin secundario completo y un mayor porcentaje de residentes en hogares de nivel socioeconómico muy bajo.

En general, los factores objetivos del escenario laboral son más adversos para los trabajadores del sector micro-informal: el 75,9% no cuentan con aportes jubilatorios y el 51,3% no posee cobertura de salud nominativa.

Al mismo tiempo, el 30% estuvo desempleado por lo menos una vez en el último año, el 13,2% declararon una antigüedad menor a un año y el 45,1% demanda más horas de trabajo.

Pero también las condiciones psicosociales son más endebles en los trabajadores del sector micro-informal: el 23% presenta malestar psicológico, en el 24,1% se observa un afrontamiento negativo ante los problemas, el 16,6% expresaron sentirse nada o poco felices y el 14,1% tienen creencia de control externo.

El nivel socioeconómico del hogar es el factor que más incide en las limitaciones de inserción en trabajos de calidad. La probabilidad de ocuparse en el sector micro-informal aumenta 13,5 veces al comparar a los trabajadores de hogares de nivel socioeconómico muy bajo con los del nivel medio alto, anulando el efecto de las otras variables.

La región de residencia, denotando los dispares niveles de desarrollo regional, también genera situaciones diferenciales de inserción en la estructura productiva: los trabajadores habitantes del Conurbano Bonaerense presentan 1,8 veces más de probabilidades de encontrarse ocupados en unidades productivas del sector micro-informal que aquellos trabajadores residentes en la Ciudad de Buenos Aires. Esta brecha es similar al comparar los trabajadores residentes en otras grandes áreas metropolitanas y los del resto urbano del país con los de la Ciudad de Buenos Aires, la probabilidad de que se encuentren en el sector micro-informal aumenta 1,8 y 1,6 veces, respecto a la de estos últimos.

En líneas generales se observa que la propensión de los trabajadores a ocuparse en unidades del sector micro-informal es marcadamente mayor en los trabajadores de hogares de nivel socioeconómico más bajo y, en menor medida en los no residentes en la Ciudad de Buenos Aires (expresando esto la desigualdad de las estructuras productivas regionales), en las mujeres y en aquellos trabajadores sin secundario completo.

Los diversos escenarios macroeconómicos incidieron en la variación de la ocupación en el sector micro-informal. Se evidencia que en los años de devaluaciones, aceleración del proceso inflacionario y recesión económica se incrementan las ocupaciones en el sector micro-informal.

Se observa que la posibilidad de los trabajadores de poseer un empleo pleno de derechos se encuentra fuertemente asociada a cuestiones estructurales. El sector de inserción de la estructura productiva y el nivel socioeconómico del hogar de pertenencia poseen un peso marcadamente superior que los factores de carácter personales como el sexo, la edad o el nivel de instrucción. A pesar de no ser factores con fuertemente determinación se identifica a las mujeres, los jóvenes y los trabajadores de nivel educativo bajo como los que poseen más inconvenientes en la obtención de un empleo pleno de derechos.

 

 

Condiciones psicosociales «endebles»

El bienestar subjetivo constituye un derecho social fundamental de las personas y, al mismo tiempo, su ausencia limita la igualdad de oportunidades y la capacidad de agencia. Uno de los indicadores del nivel de bienestar es el malestar psicológico que se entiende como un déficit en los recursos emocionales y cognitivos de las personas, carencia que afecta las capacidades para responder a las demandas ordinarias de la vida cotidiana, desenvolverse socialmente y para tener relaciones satisfactorias con los otros.

“Este déficit está más marcado en los ocupados del sector micro-informal de la estructura productiva que en el resto de los trabajadores: en 2018 presentaron malestar psicológico el 23% de los trabajadores de este sector, mientras que solo se observó en el 13,8% de los trabajadores del sector privado formal, en el 18,2% de los del sector público y en el 19% del total de ocupados”, indica el estudio de la UCA.

Las estrategias de afrontamiento constituyen los esfuerzos, tanto cognitivos como conductuales, que realizan las personas para manejar la tensión psicológica y hacer frente a las situaciones adversas. En este marco, es posible diferenciar dos tipos de afrontamiento: el activo (orientado a la solución del problema) y el pasivo / negativo (orientado a evitar el problema).

“Se identificó que en el 2018 el afrontamiento negativo fue mayor en los trabajadores del sector micro-informal que en el resto: el 24,1% de estos trabajadores de este sector presento una orientación de afrontamiento negativo en comparación con el 15,4% de los ocupados del sector privado formal, el 15,1% de los del sector público y el 19,7% del total de ocupados”, resultó del relevamiento.

Es posible analizar a la felicidad no solo como una emoción personal de quien lo experimenta, sino como resultado de un proceso dinámico y complejo que va más allá del ámbito privado, convirtiéndose en un asunto psicosocial cuando tales sentimientos se ven obstaculizados o disminuidos por un contexto o situación laboral desfavorable, citaron de fuente Rodríguez Espínola, 2016.

“Los trabajadores del sector micro-informal se sienten nada o poco felices en una proporción levemente mayor que el resto: en el 2018 un 16,6% de estos expresaron sentirse nada o poco felices mientras que solo se encontraban en esta situación el 7,9% de los ocupados en el sector privado formal, el 8,5% de los del sector público y el 12,3% del total de trabajadores”, señalan en el informe.

“La creencia de control externo se entiende como la convicción de que lo que ocurre es resultado del azar, del destino o de la influencia de otros con mayor poder, en lugar de creer que es producto del propio comportamiento. En este complejo, se percibe que los eventos no pueden ser controlados y se instala una falta de valoración del esfuerzo y de la dedicación personal por desestimar la eficacia del propio accionar para producir cambios. Los individuos que presentan esta creencia son más influenciables frente a la coerción social, además de tener escasa motivación al logro y bajas expectativas hacia el futuro. La creencia de control externo es mayor en los trabajadores del sector micro-informal: en 2018 la perciben un 14,1% de ellos y solo el 6,1% de los ocupados del sector privado formal, el 6,2% de los del sector público y el 10,1% del total de trabajadores”, concluyen en el trabajo de la UCA.

 

 

 

 

 

CP / PE

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