Rafa Lozina y el aporte de saber artístico que dejó en su gira por Misiones

El percusionista y baterista misionero Rafael «Rafa» Lozina regresó a Colombia, después de realizar una gira por Misiones, agitando el proyecto denominado «Gira Ñanderoga 2019: Tejido Rítmico Afroamericano», donde recreó el resultado de sus investigaciones sonoras, y poniendo en valor la originalidad de una de las primeras expresiones musicales.

Antes de volver a Santa Marta, la ciudad caribeña donde reside, el joven que estudió percusión en Cuba, en el Conservatorio Amadeo Roldán de la Habana, relató que durante el mes que estuvo en su tierra colorada, la experiencia de enseñar y tocar fue «altamente enriquecedora».

El músico desplegó durante un mes, su conocimiento sobre el folclore latinoamericano, y presentó sus libros Tambolero 1 y 2, que escribió durante los primeros cinco años que estuvo en Bogotá, sobre varias investigaciones de vertientes africanas en Cuba, y editada hace dos años por la Editorial de la Universidad Nacional de Misiones. Se trata de dos volúmenes de una colección de seis, y su intención es avanzar con los próximos.

La gira fue producida por Florencia Monjes y se inició en el Centro Cultural de España Juan de Salazar, de Asunción, para continuar luego en San Pedro, Puerto Rico, Montecarlo, Eldorado, Iguazú, El Soberbio, Oberá, la Escuela Superior de Música (ESMU) y en la Academia de Jazzistas Telonius, de Posadas, para cerrar nuevamente con una Jam Session muy especial basada en ritmos afrolatinos, con artistas locales invitados, en la capital paraguaya.

Aportar e intercambiar saberes

«La recepción fue muy buena en todos los lugares en los que estuve. La idea fue dar a conocer los libros y ponerlos al alcance de la comunidad musical o de cualquier otra, porque son talleres para todo público. Fue increíble la actitud de la gente que se enganchó y además agradeció, porque si ya Misiones está bastante excluida de lo cultural en el país; en el interior mucho más. Entonces poder llegar con la información, ver los diferentes lugares de autogestión cultural que existen en esos pueblos y ciudades me dio mucha satisfacción», rescató el joven.
Siente que de alguna manera pudo aportar, intercambiar otras cuestiones que no sean sólo la profusión de información televisiva que «muchas veces no les suma a las personas».

El músico reiteró que la recepción de los misioneros «fue riquísima» y el balance muy positivo. Trabajó con un público heterogéneo en general, con mujeres, hombres, niños, niñas, y en algunos lugares hubo un ambiente familiar.
«Recibí numerosas inquietudes con preguntas específicas. También se abrieron debates porque nuestra provincia culturalmente tiene algo muy particular entre los europeos, que son todos distintos, y a la vez está Paraguay y Brasil. Entonces se abrió la cancha para analizar esas corrientes musicales y rítmicas en América y en Sudamérica. Me voy feliz por la buena recepción», enfatizó.

Niños y niñas receptivos al sonido de tambores

El percusionista expresó que además de los adultos, se engancharon alegremente los niños y niñas, en una actividad es muy lúdica, «por esta cosa de la percusión musical, algo tan ancestral como golpetear y poder comunicarse, fue claramente receptiva. Por momentos había que medir un poco la temperatura porque cuando hay un grupo de adultos la introducción que dura de 20 minutos a media hora de adentrarse en la historia con mapas, es llevadera.
Pero cuando hay chicos, se inquietan un poco; aunque sorpresivamente funcionó perfectamente, al punto que en San Pedro, por ejemplo, estábamos hablando en la biblioteca Thay Morgernstern, y yo en un momento contaba que existe la zamba argentina, con Z y el samba brasileño, y uno de los chicos levanta la mano y acota «también puede ser les sambes, ¿no? Y me pareció muy rica esa apreciación de un niño que estaba atento», subrayó.

Profusa investigación

Con respecto a los libros, el baterista detalló que son de análisis, transcripciones e interpretaciones complejos africanos en la batería. Hay un estudio musical y musicológico de diferentes grupos éticos africanos que residen en la isla de Cuba, y de la complejidad de tambores que «los transcribí en formato original en partitura, e hice una interpretación muy personal hacia la batería.
Ese es el trabajo técnico, y después hay un montón de cosas que tienen que ver con la historia, que es fundamental entender para tocar o para ver qué expresiones sociales llevan esos tambores; cuál es el peso de la historia, cómo resisten todavía aún después de 500 años acá en América, como moldean esos toques, toda la música popular de América, la europea, con la amerindia y otras; cómo nos influenció y todavía lo hace», indicó.

Entretejidos culturales

Este artista considera que la cultura es una constante mezcla, y no solamente desde el punto de vista latinoamericano, si no también desde Norteamérica, con negros que tocan el blues, el jazz, el rock, el pop. «Es como una ramificación de la historia de cada país, según las mezclas y según las luchas, los que se refugiaron y algunos desaparecieron. Entonces los libros son un poco eso: la reivindicación de esos toques, de esos pueblos».
Sostuvo que en lo personal, toda esa cuestión lo apasiona mucho desde lo musical. «Y cuando descubro algo, una piedrita como el que encontró el eslabón, levanta la piedra y hay mil millones de cosas más por descubrir. Y es así porque son entretejidos culturales, más de 500 años de mezcla», subrayó despidiéndose de Misiones.

Rafa Lozina Torres ya está en Colombia donde se dedica a la música que es su pasión y a la investigación de los ritmos, de los tambores de las distintas regiones del mundo donde la percusión forma parte de la cultura.

(Crédito de texto y fotos: Patricia López Espínola)
(A.S)

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