Tu juego de la mancha

Cada atardecer marca el fin de un día, colmado de colores naranjas el sol va ocultándose y yendo a descansar como decíamos cuando éramos niños.

Cuando niños la entrada del sol era como el toque del recreo en la escuela, el momento donde te llamaban a cenar y cada uno debía volver a su casa a las tareas cotidianas previo saludo con los amigos del barrio.

Los días de juego con los niños del barrio ciertamente estaban marcados por quienes asistían a la mañana o a la tarde a la escuela, de eso iba a depender la lista de convocados a jugar.  Y no solo en el barrio, también podría ser el encuentro con primos, con tus hermanos, las tardes revestidas de juegos.

Dentro de la gama de juegos existían múltiples actividades,  tenían distintos nombres y dada la creatividad del equipo sus normas y reglas.

Había un juego que se llamaba la mancha que consistía en que una persona corría a otra hasta alcanzarla y así quedaba manchado y este último salía corriendo para alcanzar a otro.

En ese juego había risas, destrezas en habilidad de escape, ejercicio de cardio dado la rapidez con la que se podía correr. Al cabo de un tiempo todos los participantes habrían quedado manchados en algún momento y todos sonreíamos al final de juego. Incluso podía haber accidentes en el medio y una o ambas rodillas raspadas podría ser fruto del juego.

Rodillas que se pelaban pero uno seguía jugando, corriendo, con el viento en la cara, disfrutando del momento con amigos, corriendo para tratar de no ser tocado y en ese correr desarrollar todo tipo de habilidades.

¿Qué pasaría si hoy jugáramos a la mancha con el tedio, con el aburrimiento, las preocupaciones, las rutinas,  y correr tratado de no ser alcanzados? Y si nos alcanza saber que es un ratito, que es un juego y correr hasta tocar otra cosa, de niños tocamos a un compañero en la vida podemos tocar otra emoción, saltar a otra, o activar nuestro cuerpo intervenirlo y cambiar de estado.

No siempre vamos a quedar manchados y vamos a poder usar nuestro ingenio, nuestra creatividad para no quedar. Correr, saltar, escapar aliarnos con otros compañeros que están en el mismo juego, huir de la pereza, del hastío, de la ansiedad que me genera el futuro, perdiéndome del hoy.

Reír, disfrutar el juego, no durará para siempre y en algún momento nos avisaran que es la hora que nos espera la cena, que el sol se oculto y es hora de volver a casa, las veredas quedaran vacías a la espera de otro encuentro, de otra mancha.

Disfrutar, brillar, así de cada experiencia resultara un aprendizaje, y pueda ser que me caiga, y tenga que levantarme sabiendo que cada vez aprendo algo nuevo.

Desde la disciplina del coaching hablamos de aprendizaje desde el cuerpo la emoción y el lenguaje.  Para aprender es necesario que lo experimente el cuerpo que la emoción quede registrada como un sentimiento. Que traspase y eso que sucedió pueda transferir como algo nuevo inédito.

Quizás solo se trate de mirar con otros ojos y aprender de nuevo a jugar. Donde me involucro con mi cuerpo corriendo, donde me emociono, coordino acciones y creo nuevas realidades a través de mi lenguaje.

Correr de tus manchas, entrar y salir de ellas. Aprendizaje a través de la experiencia, de los intentos, dejar de considerar que  lo sé todo y  simplemente soltarme  a descubrir que es lo nuevo que está por llegar.  Reanudar la creatividad, el asombro y la sorpresa como condimentos de tus días.

Te invitamos a que conozcas nuestra escuela cliqueando aquí. Descubrinos. Estamos para responder tus preguntas.

Natalia Ferreira

[email protected]

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas