“Vestida de blanco” para comprometerse con Jesús, la joven misionera Adriana Barszcuk conmovió en su ceremonia de vestición en la Iglesia San Vladimiro

Adriana Barszcuk celebró con inmensa alegría su “boda” el 25 de marzo del corriente año, en una ceremonia de vestición religiosa conmovedora para la comunidad de la Orden San Basilio Magno que se llevó a cabo semanas atrás en la Parroquia San Vladimiro, de la ciudad de Posadas, Misiones, Argentina.

 

 

Fue el primer paso hacia sus «votos simples» para consolidar su vocación religiosa. La joven misionera de 23 años tiene un perfil especial, de carácter determinante y firmes convicciones, contagia alegría y transmite amor del más puro al compartir con quienes la rodean sus emociones ante el camino elegido frente al sentimiento profundo de ese “llamado del Señor” que la llevó a consagrar su vida a Jesús. “Cumplí mi deseo, con una ceremonia de vestición preciosa donde dejé de ser laica para ser monjita, esposa de Jesucristo, el más bello de todos los hombres”, expresa con simpatía Adriana.

 

Oriunda de Aristóbulo del Valle, vivió y cursó sus estudios en esa localidad misionera, donde cursó el nivel secundario en su querida EPET N°8. Inicialmente estudió Ingeniería, pero al profundizar internamente su llamado religioso empezó su noviciado en Buenos Aires, donde la acompañó la Hermana María Elena Dutka. En la actualidad, después de ordenarse, Adriana se encuentra estudiando el profesorado en Teología de la Universidad Católica Argentina (UCA), por lo que su camino continuará ligado a la Casa Provincial de Flores, en la provincia de Buenos Aires.

 

Su familia la acompañó siempre en todo su proceso, y marcó sus primeros pasos hacia la religión. Sus padres, Mónica y Pedro, y sus hermanos menores Paola (21) y Fernando (19), fueron sus pilares hasta comenzar sus inicios en esta vocación. “Conocí a las hermanas basilianas en el curso de Introducción a la Teología y Cultura Ucraniana. Si bien en mi familia hay religiosas que pertenecen a la Orden del San Basilio Magno (OSBM) fue en ese curso donde tuve más contacto con lo que sería mi vocación, porque las hermanas eran mis profesoras y pasaba mucho tiempo con ellas”, relató la religiosa en una entrevista con Misiones Online.

 

 

“Cuando tenía 14 años, me invitaron a un encuentro vocacional y creo que fue la chispa que hizo encender mi deseo de ser religiosa. Era muy chica en ese momento, así que decidí seguir participando de los encuentros y, siempre que respondía la ficha acerca de cómo me sentía en cada  encuentro o preguntaban sobre qué fue lo que más me gustó, la última pregunta en la que interrogaban si me gustaría comenzar un acompañamiento, respondía “sí”. Las etapas de formación para una religiosa, casi siempre, comienzan con un acompañamiento dónde vas descubriendo tu vocación. Yo me sentía lista en aquel momento. Pero la realidad era mi edad temprana, y que recién empezaba el secundario. Había mucho por recorrer. Pero la frase que se me grabó en los encuentros vocacionales era: no dejar que la llama se apague”, remarcó Adriana.

 

En el año 2015 terminó el secundario en la Escuela Técnica (EPET N°8) con Orientación Técnica en Automotores, toda una mecánica. Y en el año 2016 ya ingresó como postulante a la Orden de San Basilio Magno, continuando en 2017 con su ingreso al Noviciado.

“Estaba tan feliz, sabía que iba a ser un año de muchas novedades, experiencias y además porque no sentía que era algo que yo lo estaba forzando para que se cumpliera, sino que era un llamado de Dios; me eligió a mí de entre tantas chicas, y con solo expresar esto se me pone la piel de gallina”, recordó con emoción.

Hasta hace poco tiempo, Adriana era la única postulante de la Provincia Cristo Rey de las Hermanas Basilianas de la Argentina que decidió dar este trascendental paso, explicaron las hermanas.

 

Fotos de la ceremonia Gentileza San Basilio Magno: Adriana con sus padres, Pedro y Mónica, el obispo Daniel Kozlinski, la hermana Norma (provincial de la Orden de las Hermanas Basilianas), y la hermana María Elena Dutka.

 

 

Los pasos sagrados de la ceremonia

Poco habitual es ver que en estos tiempos, que una jovencita ingrese “vestida de blanco” para entregarse en plenitud a Jesús, una práctica católica y de vocación cristiana que, además, en la actualidad poco se difunde.

Para las hermanas de la Orden del San Basilio Magno fue un gran acontecimiento la vestición del hábito monástico y los primeros votos simples de Adriana.

Hay una falta de vocaciones evidente a la vida consagrada y, hasta hace poco, Adriana era la única postulante de la Provincia Cristo Rey de las Hermanas Basilianas de la Argentina, que decidió dar este trascendental paso.

Durante la Divina Liturgia, después de los “Troparios”, el 25 de marzo ella ingresó vestida de blanco para tomar sus primeros votos, en una ceremonia que fue presidida por el Monseñor Daniel Kozlinski, obispo de la Eparquía Santa María del Patrocinio en Buenos Aires de los Ucranios, del rito Bizantino.

 

 

La “vestición” es parte del rito de las religiosas que dan su voto a la Iglesia y a la Orden. Ellas entran vestidas de blanco porque se casan con Cristo, van a su encuentro y se hacen novias para anticipar su entrega en plenitud a Dios.

Durante la ceremonia, la novicia basiliana expresa su libre voluntad de acercarse al Señor, se corta el cabello, se cambia el vestido blanco para finalmente ponerse los trajes esponsales y recibe un “chotki” o coronilla bizantina junto a la cruz pectoral, para indicar su alegre renuncia a todo lo “vano y efímero”.

La vela encendida, la oración de la formula facultativa donde se expresan los Votos Temporales (castidad, pobreza y obediencia) y la entrega las constituciones de la Orden, culminan la celebración de la Divina Liturgia, donde además se dejan asentados las firmas de la solicitante, la Hermana Provincial y dos testigos.

Así lo explicó la Hermana Anastasia Laskarow, representante legal del Instituto San Basilio Magno (ISBM), quien es también prima de Adriana. En una entrevista con Misiones Online relató cómo vivió este momento tan esperado: “Nuestra familia vive la espiritualidad de una manera muy especial, y en ese ambiente Adriana no fue una excepción sino el desenlace de la vivencia de nuestra fe. Ella siempre estuvo rodeada del amor y el llamado de Jesús”, expresó la hermana Anastacia.

Los votos celebrados movilizaron no solo a la familia, sino a toda la orden de las hermanas basilianas. “Con este paso que dio Adriana, creemos que el mensaje va más allá de la orden de las hermanas, es para la comunidad toda. Con ese espíritu vivimos y disfrutamos de este momento tan especial, lo que motivó a que el festejo se realice en comunidad, con las 300 personas que acompañaron a Adriana en ese momento, que rezaron, disfrutaron y vivieron con ella cada instancia de la ceremonia y la fiesta de celebración posterior”, precisó en la entrevista.

 

 

Ahora, la Hermana “Adriana”

Durante el tiempo de formación, la postulante es acompañada personalmente por una hermana formadora, para discernir si su vocación es profunda. Este proceso inicial se denomina “Postulantado” y tiene un periodo de 1 año de duración. Concluida esta etapa, comienza el “Noviciado”, por otros 2 años, del cual el primer año es de poco contacto con la sociedad (Año Canónico) y el segundo año es de más apertura con actividades sociales y pastorales.

Finalmente, la novicia recibe sus “Votos Simples”, que fue el paso que dio Adriana, y es cuando inicia un tiempo llamado “Juniorado” que dura otros tres años, con la renovación de los votos simples por 2 años más. Después de estos 5 años de Juniorado, la hermana puede decidir realizar los “Votos Perpetuos”.

El cambio de nombre es una elección, explicó la Hermana Anastacia. “En el caso de los religiosos y religiosas el cambio de nombre es una forma de simbolizar que con la ordenación se inicia una nueva vida y se asume una nueva identidad; esto en el sentido de renunciar a la sociedad secular y dar comienzo a la vivencia de unos votos religiosos, con todo lo que ello implica desde el punto de vista de la fe. Pero no es una norma sino una elección… En el caso de Adriana ella decidió mantener su nombre”, afirmó.

 

 

Una vocación del corazón

Adriana sostiene que desde el fondo de su corazón “sabía que si no era mi vocación el monasterio, mi formadora, la Hermana María Elena Dutka, amablemente me lo iba a hacer saber. Después del postulantado son dos años de noviciado, uno canónico, de permanencia que consiste en profundizar lo que hace una monja en un día”, explicó.

En este sentido, al compartir como el “un día” en la vida de una monjita, relató: “Comienzas con la oración. Es hermoso, y me parece que decir hermoso es poco. Es el momento en el que te encontrás con Jesús. Y es interesante porque la formadora explica que el levantarse temprano e ir a la oración (laudes, horas, vísperas, completas) tiene que ser por amor. Y realmente es así, por amor a tus hermanas que también se disponen, dejan lo que están haciendo para ir a la oración y porque (lo más importante) es Jesús el que me espera. Si con esto el corazón no se te acelera, no sé cómo podría suceder”, describe la Hermana Adriana.

Agregó, ante los que preguntan en forma recurrente qué es “ser una monja” o “qué hacen las monjas”, se repreguntó “¿qué no hacen?, eso es lo que yo diría. Un año para poder decir como es un día de una monjita: oración, trabajo y descanso. Parece simple pero hay tanta belleza”, sostiene la religiosa. “La Divina Liturgia, los cantos de los oficios, el tiempo en comunidad, el trabajo, y todo se hace por amor. Cuando termina el año canónico comienza el año apostólico, salís a misionar y es donde llevas a la práctica todo lo que aprendiste en el año canónico”, describió.

Adriana vivió su experiencia en Posadas, en el Colegio San Basilio Magno, donde visitaba en las horas de catequesis a los chicos de diferentes grados. “Me presentaba, les contaba acerca de quién es una novicia y ellos me hacían preguntas como por ejemplo: ¿estás segura que querés ser monja? ¿cuántos años tenés? ¿cuándo hagas votos te vas a vestir diferente? Y así muchas preguntas, incluso me preguntaron si no me sentía triste cuando pensaba que no iba a tener hijos”. Y para todo hay una respuesta. La vocación religiosa.

“Al término de estos dos años de misionar, mi formadora me dijo que podía escribir una carta haciendo el pedido para profesar mis primeros votos en la Orden de San Basilio Magno. Estaba feliz y a la vez un poco asustada, pero había llegado el momento tan deseado”, dijo. “A veces, creo que es el miedo lo que hoy a muchos jóvenes los paraliza, y por eso no se animan a dar este paso, este sí. Porque Dios sigue llamando”, expresó.

“Sin dudas hay un miedo al compromiso. Hay que ser valientes. Ojalá pudiesen ver, descubrir esto que es la vida consagrada. Es hermoso. La ceremonia de mi vestición de hábito y primeros votos fue preciosa. Muchos signos que al espectador mantienen atento. El momento que más me gustó fue cuando estaba vestida de novia, arrodillada delante del Altar y el Obispo luego de hacerme varias preguntas me dijo: “Hermana Adriana, es buena la opción de vida que ha realizado y con voluntad, amor oblativo y entrega lo alcanzará. Usted que desea la vida religiosa, dispóngase a cortar sus cabellos”. En ese preciso momento me di cuenta que estaba dejando de ser novicia, de ser laica. Iba a ser monjita, esposa de Jesucristo, el más bello de todos los hombres. Ese era; ese es mi deseo y con la ayuda de Dios, voluntariamente estaba y estoy diciendo sí”, aseveró la joven y feliz religiosa.

 

 

 

Por Patricia Escobar 

 

 

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