Buscan reducir la dependencia del mercado norteamericano del té frío que hoy se lleva el 75% del té misionero, no exige calidad pero paga poco. Para mejorar la rentabilidad, el plan es colocar la producción local en otros mercados que pagan mejor, pero son más exigentes. La falta de crédito es el escollo más grande que encuentran. Advierten que la situación del sector tealero es delicada, cada vez más productores abandonan la actividad y que si no se encuentran alternativas de comercialización, el proceso de deterioro no se detendrá y se “llevará puestos” a los pequeños productores.
El sector tealero misionero atraviesa una coyuntura difícil. A los problemas históricos de competitividad que tiene el sector –que van desde costos de logística insólitamente altos hasta políticas monetarias oscilantes e impredecibles- se sumaron en los últimos dos años un incremento sustancial en los costos financieros y de la energía y una caída en la demanda de Estados Unidos, principal comprador de la producción argentina. El contexto llevó a la desaparición de pequeños secaderos que elaboran té en rama para luego vendérselo a los exportadores y son cada vez más los productores que eligen arrancar sus plantaciones para dedicar sus tierras a cultivos más rentables.
Pero también hay tealeros que se rebelan y procuran revertir la progresiva caída de la actividad. Uno de ellos es Jonathan Klimiuk, cara visible de una empresa familiar con casi 50 años de historia que junto a otras cuatro industrias pyme del rubro conformó un consorcio exportador con el objetivo de buscarle la vuelta para que el té vuelva a ser un negocio para muchos.
Klimiuk está convencido de que la clave pasa por romper o al menos disminuir la dependencia al mercado de Estados Unidos, que actualmente acapara más del 75% del total de las exportaciones de té argentino y abrir otros mercados que pagan mejor, pero exigen mayor calidad.
El empresario advirtió que para levantar la calidad del té misionero es necesaria una transformación significativa, porque la producción se fue ajustando a lo que demandaba Estados Unidos y el sector se terminó acostumbrando a hacer volumen y poca calidad. “Estamos buscando las herramientas para tener un té más competitivo. Fuimos yéndonos del té negro a producir solo BT, que son los palos del té, hoy hay demanda de ese producto más barato y todos los industriales estamos con stock de té negro y el palo lo vendimos todo”, remarcó.
En ese camino, desde el consorcio vienen trabajando de a poco. “Pedimos a potenciales compradores de otros mercados que nos envíen muestras de lo que ellos están comprando actualmente para ver cómo podemos hacer para lograr la calidad que ellos requieren. Ya logramos en muchos casos equiparar la calidad de las muestras que nos mandaron y se las estamos mandando de vuelta, es un camino largo, porque mercado que se pierde es difícil de recuperar”, dijo.
Afirmó que ya lograron resultados positivos: “Estamos en diálogo con el mercado ruso, ya vendimos algo a Malasia que es un mercado completamente nuevo, estamos buscando en India, Perú es un consumidor per cápita muy grande al que también apuntamos, como Chile que consume siete veces más per cápita que Argentina y ahora está importando de Vietnam, de Kenia y no de nosotros que somos vecinos. Pero requieren calidad y tenemos que adaptarnos”, remarcó.
Advirtió que en industria es poco lo que se puede hacer por mejorar la calidad si la materia prima no es buena. “Todo está en la cosecha. Últimamente estamos haciendo volumen y no calidad. Tenemos que tener conciencia de cosechar chico para hacer calidad, pero el mercado del té te va dictando de acuerdo a sus necesidades y lo que hoy estamos consiguiendo vender es baja calidad, tenemos que vender también un té mejor para ser más rentables”.
Mal momento
La urgencia en la necesidad de cambiar las condiciones en las que desarrolla el sector tealero es equivalente a la profundidad de la crisis que atraviesa la actividad. Klimiuk explicó que en la presente campaña, que empezó con los primeros calores del año pasado y se extenderá hasta fines de abril, se combinaron problemas históricos con problemas coyunturales, lo que derivó en la desaparición de pequeñas industrias y la eliminación de plantaciones.
Al histórico problema de tener una logística más cara que casi todo el resto del mundo, en los últimos dos años se agregó un considerable aumento en los valores de la energía –“antes nos preocupábamos por juntar plata para pagar sueldos, hoy pagar la factura de la luz nos cuesta el doble que pagar sueldos”, confesó Klimiuk- y de la financiación.
El encarecimiento del crédito que se dio como efecto de la política monetaria que lleva adelante el Banco Central para contener al dólar, está castigando con fuerza a la actividad tealera, que por sus características es altamente dependiente del financiamiento.
“Venimos produciendo desde octubre –con todos los costos que eso conlleva- y recién comenzamos a vender en febrero, eso hace que se demore la cadena de pagos. Hoy entrar al mercado financiero es imposible porque las tasas son usurarias. Eso hace que haya menos producción, productores a los que no les cierran los números y dejan de cosechar, hay empresas que pararon por falta de ventas”, dijo el empresario, que hoy tiene más un millón de kilos de té seco en sus depósitos como capital inmobilizado.
Señaló que este año el financiamiento se complicó particularmente porque los compradores demoraron las operaciones, en parte por una baja de la demanda y en parte por un exceso en la oferta proveniente de otros países. “Empezamos la cosecha en octubre a abril, ahí hacemos toda la inversión de poda, canteada, aplicación de fertilizante y cosecha. Los contratos los veníamos cerrando en diciembre, teníamos una perspectiva y uno iba adaptando su elaboración de acuerdo a los pedidos que tenía, este año se demoró hasta febrero la decisión de los compradores del exterior”, explicó.
Afirmó que los pedidos más grandes llegarán en junio, con el inicio del verano en el hemisferio norte, nueve meses después del inicio de la cosecha. “Ahora ya tenemos la producción completa en los depósitos. A cuenta gota vamos cobrando mucho después de que hayamos hecho toda la inversión, pagado a los productores, la energía, el costo laboral, los impuestos. Hoy es muy caro el acceso al crédito, muy poco acceso a la prefinanciación en dólares, eso le pone coto al crecimiento de las pymes que tienen todo para crecer pero no lo pueden hacer por falta de financiamiento”, reiteró.
Mercado interno
Otra de las alternativas que baraja el sector para levantar la actividad es apuntalar el casi inexistente mercado interno del té en Argentina. “Siempre buscamos fomentar el consumo que es muy bajo, pero falta una política del Gobierno nacional y de los gobiernos provinciales para fomentar el consumo de té frío y caliente. En los últimos 5 o 6 años se pusieron de moda en Buenos Aires las casas de té, por lo general comercializan tés de otros orígenes, pero ya están visitando nuestras plantaciones, nuestros establecimientos y llevan nuestro té en hebras, desarrollamos entre nuestros productores un proyecto para que elaboren su propio té en hebras y buscar esos mercados”, dijo.