Reflexión del Pastor David Decena: Restablecer el culto

 

Si tenemos la revelación de que somos templo, y Dios habita en nosotros, deberíamos comenzar a discernir cuál es el tipo de templo que Dios está deseando habitar. Al caminar con el Señor comenzamos a tener revelación de qué viene de Él y que no. Además comprendemos cuáles son sus deseos, y cuál es el ámbito en el que le agrada habitar. Veamos qué más nos dice la Palabra de Dios.

 

 

2 Crónicas 29:1 – 11

La historia de cómo el Rey Ezequías restableció el culto en el templo de Jerusalén es un mensaje profético para nosotros, la iglesia.

Una de las primeras revelaciones que debería estar presente en nosotros, apenas aceptamos a Jesús, es que somos templo del Espíritu Santo. Por eso el apóstol Pablo dice: “¿Y qué clase de unión puede haber entre el templo de Dios y los ídolos? Pues nosotros somos el templo del Dios viviente. Como dijo Dios: «Viviré en ellos y caminaré entre ellos. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.” (2 Corintios 6:16)

Si tenemos la revelación de que somos templo, y Dios habita en nosotros, deberíamos comenzar a discernir cuál es el tipo de templo que Dios está deseando habitar. Al caminar con el Señor comenzamos a tener revelación de qué viene de Él y que no. Además comprendemos cuáles son sus deseos, y cuál es el ámbito en el que le agrada habitar. Porque Dios no puede negarse a su naturaleza santa.

Madurar espiritualmente es crecer en el discernimiento del mundo espiritual. Cuando comenzamos a entender que somos templo, comprendemos que el templo es un receptor de algo más. Lo que recibimos es una realidad espiritual que viene del infierno o que viene del cielo. Si no sabemos discernir qué debemos y qué no debemos recibir, vamos a vivir en un conflicto interno. “Mi pueblo está siendo destruido porque no me conoce…”

El discernimiento es el resultado del conocimiento de Dios. Es imposible que vayamos camino a la destrucción si conocemos a Dios. Porque al conocerlo a Él conocemos cómo somos conocidos por Él. En pocas palabras, nos conocemos en la plenitud de nuestras complejidades humanas.

 

Purificación

Purificar es limpiar todo aquello que no corresponde a dicho lugar. Hasta que no limpiemos nuestra vida de todo aquello que perturba la presencia de Dios, Él no podrá encontrar una habitación para descansar con todo su poder.

En Juan 13:10 Jesús dice que la purificación es una tarea constante. Comienza una vez, al ser bautizados, pero debemos mantenerla lavando los pies continuamente. Los antepasados de los judíos habían hecho un desastre en el templo. La idolatría se había metido en cada rincón. Por eso, los pecados que deben ser perdonados y limpiados no solo son los nuestros, sino los de nuestros antepasados. “Les dijo: «¡Levitas, escúchenme! Purifíquense ustedes y purifiquen el templo del SEÑOR, Dios de sus antepasados. Quiten del santuario todos los objetos contaminados.”

 

 

Adoración

“Luego el rey Ezequías ubicó a los levitas en el templo del SEÑOR provistos de címbalos, liras y arpas. Obedeció todos los mandatos que el SEÑOR le había dado al rey David por medio de Gad, el vidente del rey, y del profeta Natán.” (2 Crónicas 29:25-27)

Una vez purificado el templo, hay que llenarlo con lo que atrae el corazón de Dios: La adoración. El modelo del templo implicaba adoración las 24 horas, los 7 días de la semana.

Nuestra vida, de la misma manera, deber tener el fuego encendido. No puede apagarse por nada. La búsqueda de Dios, revelada por Jesús, es de adoradores que lo adoren en espíritu y en verdad (Juan 4:23). La adoración no fue diseñada para ser un momento de nuestras reuniones, sino un estilo de vida.

 

 

 

 

Sacrificios

“Entonces Ezequías ordenó que pusieran la ofrenda quemada sobre el altar. Mientras se presentaba la ofrenda quemada, comenzaron los cánticos de alabanza al SEÑOR, al son de las trompetas y de los demás instrumentos de David, rey anterior de Israel.

Luego Ezequías exclamó: «Ahora que ustedes se han consagrado al SEÑOR, traigan sus sacrificios y ofrendas de acción de gracias al templo del SEÑOR ». Entonces la gente llevó sus sacrificios y ofrendas de acción de gracias, y todos los que tenían el corazón dispuesto llevaron también ofrendas quemadas.” (2 Crónicas 29:31)

El sacrificio de animales fue otra actividad restablecida. El sacrificio representa lo que le damos a Dios y nos cuesta. ¿Se imaginan lo que sale una vaca para ser sacrificada? Nuestra vida será un culto continuo a Dios si estamos dispuestos a sacrificar algo que nos cuesta. El fuego siempre desciende sobre el sacrificio.

Podemos entregarle nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestro afecto. Lo que estemos dispuestos a sacrificar hablará de la devoción que tenemos por Dios. ¡No habrá un justo desamparado ni su descendencia mendigando el pan! Que Dios te bendiga y tengas una semana de completa victoria!

 

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