Los recursos naturales y la doble moral social

Los recursos naturales jugaron, juegan y jugarán un rol protagónico en el desarrollo social. Es por ello que el uso de los mismos es inseparable del elemento humano, de manera que debemos garantizar su persistencia para asegurar nuestra subsistencia. Por esta razón, el uso de los recursos naturales debe contemplar las tres dimensiones de la sustentabilidad: económica, social y ambiental, con el objeto de satisfacer las necesidades actuales sin comprometer las futuras.

 

Hasta ahora, expresar que la gestión de los recursos naturales debe ser sustentable, es razonablemente fácil de entender, sin embargo, en la práctica y ante una sociedad que aumenta su sensibilidad, la cuestión se pone algo complicada. En este punto, los medios de comunicación y las redes sociales, muchas veces, juegan un rol protagónico en el proceso de “descomunicación”.

 

Ahora bien, ¿qué es la “descomunicación”?. En términos simples es la acción de distorsionar el mensaje según el fin del emisor, el cual tiene intereses colectivos y/o particulares y, en muchos casos, es víctima de su ignorancia. Lamentablemente, en todas las áreas existen estos procesos de “bola de nieve”, siendo el caso del uso y manejo de los recursos naturales uno de los más patentes y complejos, dado que atenta contra el desarrollo de una región o país que quiera basarlo en la bioeconomía.

 

 

Cuando se va a realizar un proyecto con altos impactos, como una represa hidroeléctrica o una industria papelera, una parte importante de la sociedad suele reaccionar resaltando sólo los puntos negativos, convirtiéndonos en una masa de hipócritas compulsivos y, muchas veces, con endebles fundamentos.

 

Por ejemplo, en el plebiscito 1996 más del 88% de los misioneros estuvieron en contra de las represas hidroeléctricas, focalizándose en las cuestiones negativas del emprendimiento. En la actualidad, rondaríamos en ese mismo resultado, no obstante nadie quiere apagar el acondicionador de aire, la calefacción, el televisor, el celular, la computadora o acostarse a la hora del ocaso para no gastar energía, a la vez nadie quiere que una industria pare o cierre y ni hablar del enojo social cuando se corta el suministro.

 

Pero entonces, ¿cómo mejoramos el déficit energético? Los paneles solares son una alternativa, pero parcial, ya que un panel solar no hace funcionar una industria como, por ejemplo, un aserradero. Si se plantea hacer centrales nucleares, Chernóbil y Fukushima son los estandartes. Ahora bien, ¿vamos a seguir quemando combustibles fósiles para satisfacer más del 60% de la matriz energética nacional? Lo que está claro es que la energía es un bien escaso, costoso y genera impacto.

 

El tema “papeleras” es otro asunto delicado, más aún con los conflictos sociales resonantes que generó en Gualeguaychú, el mega-emprendimiento de Fray Bentos, en la otra costa del río Uruguay. Se argumenta sobre la contaminación de estas fábricas pero hay que tener en cuenta que las plantas más modernas se hacen con las Mejores Técnicas Disponibles para la fabricación de celulosa y papel, con altísima eficiencia energética y tratamiento de efluentes.

 

Foto Archivo ArgentinaForestal.com / Vista de la fábrica de la pastera UPM-Botnia desde Gualeguaychú.

 

 

Por otro lado, desde el punto de vista del ciclo de carbono, si tomamos en cuenta a los bosques como sumidero y a las industrias como emisoras, la producción es más amigable que otros procesos como la minería, siderurgia, cementera y petroquímica.

 

Una propaganda recurrente es: 1 árbol = 16 resmas de papel. Esto hace alusión a que el árbol utilizado tiene su origen en los bosques nativos, a lo que se suman fotos de aprovechamiento de bosques nativos, algo muy común en internet y extremadamente tendencioso. Lamentablemente son pocos los que saben que los árboles utilizados para la obtención de papel provienen de bosques cultivados de Pinus spp, Eucalyptus spp y, en menor medida, bagazo de la caña de azúcar.

 

En el caso de Misiones, la superficie de bosques cultivados para producción de pasta no avanza sobre los bosques nativos hace más de 15 años. Además, se busca que las empresas hagan un buen manejo forestal, respetando/recuperando bordes de arroyos, la conectividad del paisaje, entre otras cuestiones.

 

También es usual que desde cierto sector de la ecología se objetan a las plantaciones forestales (o bosque cultivados), a los que muchos los definen como “desiertos verdes”, por no ser de especies nativas y por su baja biodiversidad. Sin embargo, nadie cría y se alimenta con pecaríes en lugar de cerdos, tapires en lugar de vacunos, saracura en lugar de gallinas; nadie planta y/o consume frutales silvestres, y la lista sigue.

 

Estimado lector, casi todo lo que nos rodea es exótico y genéticamente modificado, sólo hay que abrir y mirar lo que hay dentro de la heladera. Gracias a esto es posible satisfacer la demanda de alimentos de la humanidad. Con esto no quiero incentivar la producción de especies exóticas, más bien buscar cierta coherencia a la hora de analizar la realidad y la necesidad de utilizar bien los recursos naturales.

 

Hace un par de semanas se publicó una noticia sobre inversiones de equipos para la fabricación de viviendas de madera. Analizando diferentes foros de discusión, el 90% de los comentarios eran negativos por dos motivos fundamentales. En primero lugar por “destruir el bosque nativo” y en segundo lugar por “eliminar mano de obra local”.

Lo que no está explícito es que el 100% de la madera para este tipo de industrias proviene de bosques cultivados y, como se recalcó, se busca un manejo adecuado de estos bosques para la coexistencia con el medio natural.

 

Por otro lado, las escasas inversiones en tecnología es lo que nos llevó a ser poco competitivos en el sector foresto-industrial, llevando al cierre de empresas y a la incapacidad para sortear crisis. Las máquinas no trabajan solas, van a necesitar personal capacitado y esto implica una mejora salarial.

 

El argumento de que la tecnología elimina mano de obra es algo que está zanjado, sino cómo explicar que el desarrollo tecnológico avanza y la desocupación está en los niveles más bajos en la historia de la humanidad. Lo que hace la tecnología es humanizar el trabajo eliminando actividades riesgosas, repetitivas y aquellas que requieren gran esfuerzo físico.

 

Esto es algo muy positivo desde lo económico, social y ambiental, dado que se generan puestos laborales, riqueza y se producen casas más sustentables. Por ejemplo, el proceso para obtener un piso de madera requiere de 80 megajoules (MJ) de energía por metro cuadrado y emite 4 kg de CO2. Por otra parte, para un piso de mampostería se requiere 290 MJ y se emite 27 kg de CO2 en la construcción. O sea, el piso de madera emite 6,7 veces menos y requiere 3,6 veces menos energía.

 

 

En la actualidad, en la región del NEA estamos pasando penurias; no hay empleo, las empresas agonizan pero por otro lado no queremos represas, no queremos que se instalen plantas de celulosa o papeleras, estamos en contra de los bosques cultivados, no queremos sembrar maíz, no queremos a los transgénicos, no queremos hacer inversiones en ecoturismo dentro de los parques o reservas, vemos un camión con madera de bosque nativo y lo primero que hacemos es denunciarlo sin saber su procedencia, una gran parte de la sociedad está en contra del aprovechamiento del bosque nativo, cualquier tipo de emprendimiento es visto como algo negativo.

 

Por otro lado, queremos que el Estado cobre menos impuestos, pague mejores sueldos, que haya más escuelas, hospitales y que los servicios sean de primer nivel.

 

Ahora bien, ¿de dónde salen los recursos para que esto suceda?. Tanto el NEA, como el resto del país, necesita crecer y el crecimiento implica inversiones, desarrollo y aprovechamiento de los recursos naturales. Nos guste o no, acá no hay magia, acá debe haber hechos concretos. Obviamente, muchos lectores se sentirán molestos, o incómodos, con lo aquí expuesto, pero el objetivo es mostrar un panorama integral sobre nuestra realidad y la vinculación con nuestros recursos naturales.

 

Nos guste o no, como sociedad necesitamos crecimiento y desarrollo, pero éste debe contemplar las tres dimensiones integralmente para no comprometer su uso futuro. Nuestro rol social es exigir que esto se cumpla pero no “matando” el proyecto antes de un buen análisis. Toda actividad humana genera impacto, lo importante es que éste sea el mínimo posible.

 

 

 

Diego Ricardo Broz (*)  

(*) Vicedecano de la Facultad de Ciencias Forestales, UNaM.

Representante Titular por la FCF-UNaM en el Consejo Directivo de la REDFOR.ar

 

 

 

 

Este artículo forma parte del espacio mensual de la REDFOR.ar  en ArgentinaForestal.com, que busca divulgar y generar debate sobre la problemática forestal del país. Las opiniones pertenecen a los autores. (https://redforestal.conicet.gov.ar/)

 

 

 

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