Hallan el esqueleto de una “mujer prestigiosa” que vivió en la etapa final del imperio incaico

Por el destacado ornamento y  su fardo funerario, los investigadores creen que tuvo un rol importante dentro de la sociedad. El hallazgo ocurrió en la Quebrada de Humahuaca.

El Pucará de Tilcara es una fortaleza ubicada estratégicamente a 2.500 metros de altura, en el corazón de la Quebrada de Humahuaca, en la provincia de Jujuy. Desde esa colina, los Tilcaras establecieron su residencia por la ventaja que les otorgaba una perspectiva de las inmediaciones. En aquella cima rocosa, un equipo de investigadores halló el esqueleto de una mujer que tuvo un destacado prestigio social durante el fin del imperio incaico y las primeras irrupciones de los conquistadores españoles. Se trata de uno de los yacimientos arqueológicos más completos encontrados sobre este pueblo quebradeño.

El Pucará de Tilcara fue uno de los pocos parajes del Noroeste Argentino (NOA) que resistió la colonización de los europeos por más de seis décadas. En este contexto histórico, la presencia de esta mujer de 30 años –cuando el promedio de vida era de 25 años- con su dentadura completa, bien alimentada, en un patio visible desde diferentes ángulos, pudo servir para crear y sostener vínculos que permitieran acentuar la memoria colectiva y las tradiciones incaicas ante la inminente llegada de los conquistadores.

Su muerte se sitúa entre el colapso del imperio Inca y el período hispano-indígena, es decir, el momento previo a que el español ocupe la región NOA, a fines del siglo XVI d.C. Se trata de un esqueleto, hallado a 30 centímetros de la superficie, en posición genuflexa, junto a una diversidad de piezas cerámicas. Su destacado ornamento refuerza la hipótesis de que habría tenido un rol importante dentro de la sociedad.

«La posición jerárquica de esta mujer de Tilcara se manifiesta en su fardo funerario, compuesto por una pata de lagarto, huesos de animales, pigmentos, bloques de pedernal y objeto traídos de otras regiones, como cuentas de collar, placas de metal, un mortero con adherencias de mineral de cobre y un tubo de hueso que pudo ser parte de un instrumento musical que funcionaban como una ofrenda mortuoria. En lugar de ser enterrada, quedó expuesta en un patio de arcilla como ocurría con el culto de veneración a los ancestros», señala Clarisa Otero, del Instituto de Ecorregiones Andinas (CONICET-UNJu) Instituto Interdisciplinario Tilcara-FFyL-UBA.

La estructura seleccionada por los expertos se emplaza en un sector de viviendas y talleres de producción artesanal ocupados durante la dominación incaica de la región. Además de excavar el contexto donde se encontró a la mujer, se ahondó en el piso de ocupación del patio, conformado por una capa de arcilla de diez centímetros de espesor, que debió ser notorio visualmente por su color rojizo. La sospecha es que este sector estaba destinado a producir bienes suntuarios que eran entregados al Inca.

“Por este motivo, en principio, nos pareció que podía ser algún artesano vinculado a las tareas especializadas, un camayoc. A partir del análisis del contexto y todas las evidencias asociadas, se refuerza la hipótesis del rol destacado que debió cumplir esta mujer dentro de la sociedad quebradeña”, indica Otero.

En la concepción andina sobre la muerte, el cuerpo de los difuntos estaba presente en la vida cotidiana, e incluso participaban en los rituales para la toma de decisiones políticas. Los ancestros eran los responsables de generar el bienestar de las personas y propiciar la fertilidad.

En situaciones de conflicto, como ocurrió durante la conquista española, el culto a los ancestros cobró nuevas fuerzas ya que se creía que los antepasados eran quienes podían brindar protección a los suyos.

“El hallazgo refuerza ciertas nociones que teníamos acerca de las prácticas funerarias prehispánicas, pero a su vez brinda nueva y valiosa información. Por un lado, la ausencia de una estructura para contener el cadáver y la presencia de fauna cadavérica que demuestra que la mujer estuvo parcial o completamente expuesta, revelan que su exposición fue intencional y su descomposición in situ. Esto implica que una vez que fue depositado el cuerpo en el patio, no se lo movió”, advierte Otero.

En el estudio de este importante hallazgo han participado más de veinte investigadores de distintas disciplinas. Esta colaboración no sólo sirvió para precisar que la mujer (mediante el análisis de estroncio radiogénico en una muestra dental y una ósea) nació y creció en otra región distinta a la Quebrada, sino que parte de sus ofrendas mortuorias, tras el análisis de la fauna cadavérica, también procedían de otros ambientes.

“Esta mujer expuesta como una referente a la que procurar alimentos y cuidados para recibir asistencia ante distintas inclemencias, formó parte de un grupo de elite oriundo de otra región del Tawantinsuyu, que pudo trasladarse y asentarse en la Quebrada buscando refugio ante la envestida española”, remarca Otero.

Fuente Clarín

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