Thelma Fardín, luego de la denuncia por violación a Juan Darthés: «Patito Feo era como mi familia y él abusó de su rol»

La actriz que denunció el martes por violación a Juan Darthés habló desde la intimidad de su casa.

A  días de haber denunciado públicamente a Juan Darthés de haberla violado cuando tenía 16 años, Thelma Fardín recibe a Clarín en su casa de Núñez. La que parece alterada es India, su gata negra. «La pobre se chupó todos mis nervios», dice Thelma. Fue una revolución la que vivió. Se expuso. Su nombre no paró de sonar.
Salió en todos los medios, hasta en The New York Times. La criticaron. Darthés, invitado a un programa de televisión, la acusó de provocarlo. Pero ahora Thelma está tranquila: «Uf, sí. Recibí tanto amor, tanto apoyo, tanto abrazo… Y lo que está pasando con todas las mujeres que salieron a contar los abusos que sufrieron, y siguen… esto excede lo que me pasó a mí, se ve que lo que yo conté ayudó para que digamos basta de una vez».

La violación denunciada en aquel cuarto de hotel de Nicaragua Thelma la contó a dos compañeras del elenco, tan chicas como ella. «En ese momento no supieron qué decirme, estaba la violencia tan naturalizada que no pasó nada. Después de ese viaje traté de volver a mi vida. Se lo conté a una de mis parejas. A mi mejor amiga se lo conté hace cinco años», dice. Y la terapia. Ni siquiera en ese espacio pudo decirlo. «Lo saqué hace poco ahí. El nivel de bloqueo era enorme. Estaba bloqueado en algún lugar de mi cabeza. Al no salir en palabras te sale en otros procesos. A mí me dañó la autoestima».

-¿Te perjudicó en la relación con los varones?

-Sí, cuando hay algo pujando por salir y no sale, hace fuerza y por donde sea sale. Si no le pones palabras a ese trauma trata de salir a las patadas. Sí, perjudicó mis vínculos.

Cuando Calu Rivero contó los abusos de Darthés, Thelma se sacudió. Pero lo que terminó de golpearla fueron las denuncias de Natalia Juncos y Anita Coacci, porque usaron la misma frase que me le dijo a ella: Mirá cómo me ponés. «Eso generó un cachetazo que me empujó a hacerme cargo de lo que me había pasado, tenía que meterme en ese pantano».

Se metió. Habló con su madre, que se cargó toda la culpa. «Fue muy duro para ella, tuvo que salir de la culpa. Algunos se preguntan dónde estaban nuestros padres en vez de preguntarse por qué este tipo hizo lo que hizo. Mi familia fue puesta bajo la lupa».

La ironía, dice Thelma, es que de alguna manera el abuso sucedió en un ámbito familiar, como suele ser lo habitual. «Los actores tenemos algo de ‘armar familia’ por el tiempo que compartimos. El elenco de Patito se había convertido como en mi familia porque pasaba más tiempo con ellos que con mi familia. Trabajábamos de lunes a viernes, y los fines de semana también, y compartimos algo que fue muy fuerte. Este tipo tenía un rol y abusó de ese rol. Y si el adulto que te tiene que cuidar es el que te hace daño es tremendo. El poder que tiene el adulto,que es tu referente, es enorme. Por suerte los jóvenes están cambiando todo esto».

Thelma habla tranquila, segura, se la ve fuerte, bonita. Se lo digo y sonríe. «Sí, me siento muy bien, muy poderosa. Hablar alivia y el abrazo te da fuerza».

Ella no la pasó bien. «El nivel de poder y firmeza que siento hoy durante mucho tiempo no me pertenecía. Cuando antes me angustiaba o caía era estruendoso. Caía a un nivel de angustia que tenía que ver con la sensación de que no iba a poder salir de esa tristeza. En cambio ahora puedo ver más lejos, ver la totalidad. No es que ya está y siempre voy a estar fantástica, pero sé que me puedo permitir flaquear. Estoy tranquila que la fortaleza ya está construida, y no me da miedo caer porque sé que me levanto.

-El apoyo fue fundamental.

-Sí, absolutamente. Lo sentí en un minuto cuando lo compartí con Actrices Argentinas, cuando me escucharon y me abrazaron. A mí ya me sanó hablar, pero yo tengo esa fortuna que es la de poder ser escuchada. Es difícil decirle a todas las mujeres que hablen porque tal vez a muchas no las escuchen, en eso hay que insistir, en que nos escuchen, en poder hablar y ser escuchada de esta manera. No sé por qué justo pasó conmigo. Es interesante pensar por qué pasó todo esto. Creo que ‘el fenómeno Thelma’, así, con mi nombre, viene a englobar algo que es un fenómeno que ya estaba pasando. Pasó conmigo, que soy Thelma, pero podría haber sido Natalia, Josefina.

-¿Se está revirtiendo el poder?

-Ese sistema que antes funcionaba va perdiendo poder. Pero no siento que ese poder haya que cambiarlo de manos. Lo que quiero es que construyamos algo nuevo.

En eso acuerda con la antropóloga Rita Segato, que dice que no hay que pasar del patriarcado al matriarcado: «La admiro tanto a Rita… El machismo les hace muy mal a los varones. Esa es la siguiente lucha. Hay que empezar por algún lado y estamos pasando por esta lucha, que es terminar con los privilegios de los varones, pero en realidad lo que viene, lo siguiente, es pensar el daño que le ha hecho el patriarcado y el machismo al hombre, al varón. Es funcional a que el varón tenía que ir a la guerra y la mujer quedarse en su casa. Entonces tenía que construirse ese dominio, pensar que tenía que construir a las piñas. Yo creo en un feminismo inclusivo, hay que repensar los roles sin encasillar en nena o nene».

Thelma vuelve a «las trampas del sistema», como defender abusadores con argumentos como que son «hombres de bien o de familia». «Justamente, son varones del sistema, y nos tenemos que hacer cargo de eso. Sería más fácil que tuvieran un cartel, así no habría tantos abusos intrafamiliares». Dice que «tal vez no lo hagan porque entendieron pero al menos ya hay un freno por el miedo. Y ojalá las generaciones nuevas dejen de hacerlo por una comprensión real».

-¿Leíste la cantidad de historias de abusos que están contando las mujeres?

-Sí, es impresionante. A mi generación tal vez le pasaron menos cosas que a las generaciones anteriores, pero igual tuvimos que hacer el ejercicio de cuidarnos porque la sociedad todavía no nos cuida, cayendo en la trampa de que qué tenía puesto o qué hora era y todo eso. Creo que las próximas generaciones ya no van a permitir eso de fijarse en cómo estaba vestida o si era de noche. Mi caso lo que tiene de imposible y demoledor es que yo era menor de edad, y eso ya lo ganamos, así que aunque este tipo salga con todos esos argumentos de dar vuelta la situación ya es arcaico. Ahora tenemos que imponer el «No es no».

Hasta hace unos meses Thelma vivía en México. Cuenta que ver por televisión la movilización que hubo en Buenos Aires el 8 de marzo -Día de la Mujer- le dieron ganas de volver. «Veía que acá se estaba dando una lucha y allá estábamos recibiendo flores y bombones. Eso me partió el corazón, me dije que tenía que volver, necesitaba esta complicidad de poder hablar de desarmar lo que estaba armado porque no nos hizo bien.

Creo que ahora con el ruido que estamos haciendo estamos despertando a toda América Latina», explica.

 

Thelma vuelve una y otra vez a la posibilidad de hablar, al alivio de contar: «La palabra en sí misma tiene un efecto sanador. Y lo que generamos es un gran nivel de escucha, hay gente que está sanando porque puede escuchar. Que no me crean a mí no me preocupa. Mi gente, los que yo necesitaba que me creyeran y me apoyaran, ya lo hicieron. Lo que me preocupa cuando no me creen a mí es que si no me creen a mí es probable que no le crean a nadie que tengan al lado y que le pasó algo. No creo en el escrache por el escrache, caer en eso es muy peligroso, no creo en la violencia sino en el poder de la palabra».

(Clarín) A. C

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