Un presupuesto para asegurar el cambio

Como pocas veces antes, la discusión de la ley de un presupuesto nacional como el del año 2019, ha despertado tanto interés y tantas opiniones contrapuestas.

Es que estamos –sin dudas- ante la oportunidad histórica de consolidar a través de esta herramienta fundamental de política fiscal, las bases para el inicio de un ciclo virtuoso con crecimiento sostenido de la economía sobre bases sólidas y duraderas, enterrando años de fracasos y de pérdida de oportunidades de una mejor calidad de vida para todos los argentinos.

Se trata, en definitiva, de una segunda transición desde la recuperación de la democracia, que consiste en pasar de una democracia populista a otra republicana.

No me gusta hacer foco en “la pesada herencia”, pero no se puede prescindir del punto de partida en 2015: un enorme déficit fiscal primario con un gasto público récord que se duplicó en la última gestión, un déficit externo  con exportaciones estancadas y con cepo cambiario, la deuda con los holdouts en default, tarifas públicas de servicios y transporte atrasadas y con gran disparidad regional, alta inflación pretendidamente tapada por un INDEC intervenido que nos mentía todos los meses, un PIB estancado y una pobreza que se dejó de medir pero que por las cifras publicadas por la UCA daban un porcentaje cercano al 30%.

Factores externos, internos y por cierto errores propios de la gestión nos llevaron a un acuerdo con el FMI para asegurar la financiación del último tramo de regularización de las variables macro para llevar tranquilidad al mercado y que la microeconomía finalmente comience a hacer sentir sus efectos benéficos.

Para esto tenemos un objetivo central: avanzar más rápido hacia el equilibrio fiscal primario adelantándolo del año 2020 para el 2019. Para tener en cuenta: solamente en 7 de los últimos 70 años no tuvimos déficit fiscal primario. Ello da cuenta del desafío que tenemos por delante.

¡Cómo lo lograremos?  A) Bajando el gasto primario nacional. En 2016 bajamos el 0,8% del Gasto Público, en 2017 el 3%, en 2018 será del 6,2% y en 2019 del 7,7%. Un esfuerzo inédito para la historia argentina. En términos de PIB, habremos pasado de un gasto primario del 24% en 2015 al 20% para el año próximo. b) Incrementando los ingresos del gobierno, en especial con la reimplantación temporal por dos años de retenciones a las exportaciones; c) Con asistencia financiera del FMI, lo que asegura un financiamiento barato para los próximos años; d) Expandiendo las exportaciones. En la primera mitad de 2018 ya crecieron un 15,7% interanual. En 2019, sin el efecto negativo de la sequía, se espera un mayor desempeño con un tipo de cambio real competitivo, previéndose un crecimiento del 20,9%; e) Con un Banco Central que no proveerá más financiamiento monetario al Tesoro; f) Reduciendo fuertemente el déficit externo tanto por las exportaciones energéticas por la mayor producción de Vaca Muerta, así como por las exportaciones agrícolas. Ello permite calcular una disminución del déficit de cuenta corriente de U$S 22.400 millones este año a $ 9.900 para 2019.

Pero todo ello con un condimento esencial: protegiendo a los sectores más vulnerables. El gasto focalizado en la población de menores recursos sube a valores históricos. Así, por ejemplo, el gasto en jubilaciones, pensiones no contributivas, asignaciones familiares y AUH será del 10.1% del PIB, aumentando 0,2% respecto a 2018 que ya es superior en casi un punto al gasto de 2015.

No es momento para fáciles cálculos electoralistas ni oportunistas. La responsabilidad de la clase dirigente política está puesta en juego para iniciar este camino hacia el futuro que todos nos merecemos.

 

*Luis Pastori- Diputado Nacional

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