El grave diagnóstico de la mujer que mató a su propia hija en Flores

Se trata de una ama de casa de 48 años casada con el portero de un edificio. Sufría delirios paranoides y ataques.

Alfredo Martínez quiere creer que todo se trató de un error, que la Policía se confundió. No encuentra explicación para lo que pasó, se autoconvence que su esposa es una buena madre. Pero la realidad está lejos de sus deseos: su pareja degolló con un cuchillo de caza a su hija de nueve años, en el barrio de Flores.

El crimen ocurrió la noche del miércoles, en Bacacay y Terrada, a pocas cuadras del departamento en donde vive la familia. Angélica, una ama de casa de 48 años, había salido a comprar alfajores con la víctima, Lourdes. Sus otros dos hijos se quedaron con su papá, el portero del edificio. Hasta ese momento, nadie se imaginaba lo que iba a pasar.

El cuerpo de la nena apareció entre medio de dos autos estacionados. Su mamá la había degollado con un cuchillo de caza. Los momentos previos al asesinato quedaron registrados en una cámara de seguridad, en donde todavía aparecían ambas con vida, caminando. Hasta que un vecino encontró los restos en un baño de sangre. La nena estaba tapada con un cartón.

Angélica fue detenida a solo dos cuadras de la escena del crimen: llevaba encima el documento de su hija. El arma homicida estaba en un jardín de un edificio cercano. Los investigadores sostienen que la tiró cuando se dio cuenta que la seguía un policía.

En diálogo con Infobae, Alfredo trata de buscar una explicación a todo lo que pasó. El padre de la víctima reveló que su pareja sufre un cuadro depresivo desde 2011, cuando su mamá se suicidó al tirarse de un piso 11.

Desde ese momento, la salud física y mental de Angélica empeoró. Al poco tiempo, los médicos le diagnosticaron una maculopatía degenerativa en sus ojos, una enfermedad que le provocó la pérdida total de su visión. Con esta ceguera avanzada, empezó a utilizar un bastón verde. «Se tropieza, se lleva puertas por delante, se golpea la cabeza», describió su pareja.

Como si fuera poco, la mamá de la víctima se enteró en los últimos meses que tenía un tumor en la cabeza. Según Alfredo, este nuevo diagnóstico intensificó su angustia. «Tenía delirios paranoides, ataques de pánico y anorexia», detalló. A tal punto, que señaló que estaba pesando entre los 38 y 40 kilos.

La Comisaría 50 de Flores confirmó que el viernes pasado la pareja fue hasta el Hospital Alvear, porque se habían quedado sin los medicamentos que necesitaba Angélica. A pesar de que los médicos sugirieron internarla, porque la notaron intranquila, ella se negó porque no quería estar lejos de sus tres hijos. El portero se comprometió a darle las pastillas regularmente.

A pesar de que el papá de la víctima contó que él era el único que la cuidaba, las autoridades también indicaron que Angélica lo había denunciado por violencia de género en febrero de este año. Él lo negó y argumentó que solo tenían discusiones «como cualquier matrimonio».

«Era muy buena madre, pero estaba enferma. No imaginaba esto. Yo venía avisando que tenía problemas psiquiátricos», sostuvo Alfredo. Tampoco entiende «por qué se ensañó» con Lourdes, su hija de apenas nueve años.

El portero también le comentó a Clarín que la noche del crimen, Angélica no había dado ninguna señal sobre lo que iba a ocurrir. «No discutimos ni nada. Ellas fueron a la panadería. Angélica jamás amenazó con esto», concluyó.

Cuando la Policía la detuvo, los testigos sostuvieron que estaba tranquila, como si nada hubiese pasado. Solo notaron que estaba «algo perdida».

 

 

Fuente: Diario Veloz

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