Lo que decimos con el cuerpo

Nuestro cuerpo habla, nuestra mirada perdida o atenta comunica, nuestra voz apacible o estruendosa expresa cómo estamos y no podemos evitarlo.  Debemos ser más conscientes y estar atentos a lo que hacemos, y expresamos en todo momento.
 
Cuando entrás a un negocio y la persona que está en atención al público no te mira, no saluda, no se inmuta, ¿qué pensás?  Y cuando vas a una reunión y estás a punto de cruzarte con un conocido, que sigue de largo, no se detiene, mira hacia abajo, ¿qué interpretás?. O cuando vas al supermercado y la cajera suspira varias veces, no te mira, habla con su colega de otra caja y te ignora por completo, simplemente se dedica a pasar los productos y decirte el monto final, ¿qué opinás?.
 
Tanto si cruzamos palabras con quien tenemos enfrente como si no, todo el tiempo, estamos comunicando. Una de las presuposiciones básicas de la Programación Neurolingüística (PNL) es “no se puede no comunicar”. Constantemente lo hacemos, aun cuando no tengamos la intención, porque somos seres comunicantes, y cuando estamos frente a otros, el 93% de nuestra comunicación depende de las emociones o estados que expresamos con el cuerpo (postura), con los micro-gestos, y con el tono de la voz, y sólo el 7% depende de las palabras que decimos.
 
Una regla básica en el encuentro con otros es el respeto del espacio, es decir la distancia que hay entre nosotros y la persona con quien estamos conversando. Solemos prestar muy poco cuidado, generalmente entramos a un lugar y avasallamos. A veces quien está allí sólo necesita vernos para hablar, entonces su distancia suele ser mayor, y si nosotros nos acercamos podemos invadir su espacio. Otros, tienen la mala costumbre de tocar el hombro o el brazo de la otra persona al saludar y no siempre quien nos recibe tiene la misma necesidad, quizás con escuchar nuestro «buen día” es más que suficiente. 
 
Durante miles de años nuestra forma expresar lo que necesitábamos fue gestual, y en algunos casos con sonidos para enfatizar. El lenguaje, como lo conocemos hoy, tiene muy poco tiempo de evolución entre nosotros. Es por eso que todos solemos, instintivamente interpretar lo que nos muestran los gestos o sonidos, y esa es la forma más primitiva que conocemos de comunicación, lo hacemos de manera inconsciente como una forma de cuidarnos, de entender lo que vemos, escuchamos o sentimos a nuestro alrededor.
 
Cuando reconozcamos que nuestras posturas frente a otros comunican, cuando entendamos que el tono de la voz, la velocidad y la intensidad que utilizamos al hablar tienen mayor impacto que el propio contenido de lo que estamos diciendo; quizás, comenzaremos a prestar más atención al “cómo” lo decimos y no sólo al “qué” decimos. Entonces, seremos capaces de aceptar que no da igual cuando somos atendidos y nos miran a los ojos, nos saludan con amabilidad, y nos devuelven una sonrisa genuina en vez de una mueca de costado forzada.
(*) Lic. Sol Jouliá
instagram: @soljouliaok
 

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