Devaluación, inflación y ajustazo: la receta de la casa

La incertidumbre volvió a apoderarse de la economía argentina a un nivel que no se veía desde la salida de la crisis de 2001. Sin nada remotamente parecido a un plan, Macri y su equipo enfrentan desde principios de este año una crisis que los analistas atribuyen a la falta de confianza de los mercados. Los que manejan los hilos de las finanzas dudan que Argentina pueda llevar adelante el ajuste fiscal necesario para pagar la gigantesca deuda que alegremente tomó en los últimos dos años y se niegan a prestar el dinero que el país necesita para cumplir con su plan financiero, que por otra parte es bastante incierto.

Como la confianza es imposible de cuantificar, nadie sabe con certeza cuántos sacrificios deberá hacer el país a los dioses del mercado para recuperarla, ni cuánto tiempo demorará este proceso. Pero entre tanta duda, algunas cosas sí quedaron claras esta semana: 1) salir a corriendo a estirar las mangas del FMI en procura de un adelanto de fondos a solo dos meses de haber recibido el primer desembolso no es una buena señal de solvencia y 2) un mensaje lacónico del presidente Macri mendigando a los mercados un gesto de buena voluntad, tampoco es una buena idea para construir credibilidad.

La reacción de los mercados a esas desafortunadas acciones fue una nueva corrida contra el peso que provocó una devaluación de más de 24 por ciento en un día. En una jornada frenética, el dólar pulverizó el parámetro de 32 pesos que defendió durante algunas semanas el presidente del Central Luis “Toto” Caputo a fuerza de entregar miles de millones de dólares a manos de los fugadores de divisas y la moneda estadounidense se estabilizó cerca de los 40 pesos, aunque nadie sabe por cuánto tiempo.

Lo que piden a gritos tanto los mercados como el FMI para devolverle confianza a Argentina es que achique su déficit fiscal. La tarea es especialmente difícil porque el país debe enfrentar abultados pagos de la deuda, lo que obligará al Gobierno nacional a aumentar impuestos y recortar gastos. Se trata de la misma receta que en oportunidades anteriores llevó al país a un círculo vicioso de ajuste – caída de actividad – baja en la recaudación – más juste y vuelta a empezar hasta llegar a diciembre de 2001.

Desde el viernes, el presidente viene llevando adelante reuniones con sus equipos técnicos con el fin de elaborar un “plan de guerra” para afrontar la coyuntura y demostrar a los mercados una mayor disciplina ajustadora. El anuncio se dará el lunes e incluirá aumentos de impuestos orientados mayormente al sector exportador, una aceleración en la baja de subsidios, achique de la estructura del Estado y la interrupción de los beneficios fiscales incluidos en la reforma tributaria.

 

Amistades perdidas

¿Por qué los mercados, que en 2016 y 2017 prestaron dólares a mano suelta, este año le cerraron la puerta en la cara al país? ¿Por qué este fenómeno que el inefable Javier Milei caracterizó como aversión al peso? Para economistas como Carlos Melconian se trata de una simple cuestión de números. El miembro fundador del PRO sostiene que a pesar del acuerdo con el FMI el país no tiene garantizados los fondos para cumplir con sus obligaciones y nadie quiere prestar a quien no podrá pagar.

Según esta lectura, sin el ingreso de fondos frescos de los mercados que complementen los préstamos de madame Lagarde, crece la posibilidad de una cesación de pagos y esa sospecha hace que todos los inversores y ahorristas posicionados en pesos se vuelquen al dólar.

La economista best seller misionera, Mercedes D’Alessandro, aporta una visión más integral. Entiende que la desconfianza se debe mayormente a que el modelo de endeudamiento y apertura financiera que intenta llevar adelante el gobierno de Macri simplemente no funciona. “Fracasan en todo sentido: no logran cumplir con el plan que armaron con el FMI, están peor que en el escenario que se plantearon como adverso, no logran frenar el dólar, no logran frenar la inflación, no logran mejorar el empleo, no pegan una, básicamente”, diagnosticó.

Las erráticas estrategias adoptadas por el Central en su intento por cumplir su función fundamental -defender el valor del peso- también jugaron un rol preponderante para que los mercados miraran con recelo al país. Primero Sturzenegger y después Caputo repitieron reiteradamente la inexplicable política de vender cientos y hasta miles de millones de dólares en una jornada –con el objetivo de contener la devaluación- para después “dejar correr” a la divisa el día siguiente.

Uno de los que cuestionó este tipo de intervenciones fue el economista Martín Alfie: “o mostrás firmeza y defendés un valor con una política cambiaria consistente, o dejás que ajuste. Esta pérdida por goteo lo único que genera es que cada venta del BCRA sea dilapidar reservas”, opinó.

Muchos tampoco entienden la estrategia del Central de seguir subiendo las tasas de interés cada vez que aumenta el dólar. En la práctica, eso no detuvo al dólar y solo sirvió para disparar los costos de financiamiento para la economía real, cortar cadenas de pago y enfriar aún más a una actividad económica que ya estaba en el freezer.

En medio de la última corrida, el Central dispuso que la tasa de referencia aumente a 60 por ciento, que así se convirtió en una de las más altas del mundo. Con eso les complicó un poco más la vida a los empresarios pyme enfrascados en una lucha diaria de subsistencia, pero no logró que nadie desistiera de comprar dólares. “A esta altura no es una cuestión de tasas internas de retorno de la inversión de un capital, es una crisis de confianza”, opinó el economista del IERAL, Gerardo Alonso Schwarz.

 

Panorama desolador

El efecto más pernicioso de la nueva devaluación será una aceleración de la ya desbocada inflación con la consecuente pérdida del poder adquisitivo de los salarios. Hace una semana, las consultoras preveían una inflación anual de 35 por ciento, con el último movimiento del dólar esas estimaciones se corrieron a 40 por ciento, aunque dada la volatilidad del contexto nadie se anima a descartar nada, incluso que se desate una hiperinflación.

Ocurre que las grandes empresas productoras de alimentos todavía no terminaron de pasar a precios la anterior devaluación que llevó al dólar al parámetro de los 30 pesos. Por estos días  están pasando a los hipermercados listas con aumentos del 10 al 15 por ciento en los productos básicos de la canasta alimentaria y todavía queda por absorber la última suba del dólar.

Otra de las grandes incógnitas es qué pasará con las tarifas. Aquí se conjugan dos factores: por un lado los mecanismos de actualización que dispuso el gobierno nacional que atan el valor de los servicios básicos a la cotización del dólar y por otro lado, el camino de reducción de subsidios que –todo indica- se profundizará muy próximamente para acelerar la disminución del gasto fiscal. En este contexto es esperable que la energía y los combustibles aumenten más de 100 por ciento a lo largo del año.

Con paritarias que cerraron entre 15 y 25 por ciento para los trabajadores registrados y muy por debajo de eso para el sector informal, lo que se viene es una brutal licuación del poder de compra de los salarios, lo que provocará una baja en la calidad de vida de la población y un crecimiento en los índices de pobreza e indigencia que ya venían en alza incluso antes de la maratón contra el peso que inició en abril.

Menor poder de compra de los salarios implica menor consumo y menor recaudación, lo que se traducirá en pérdida de empleos en el sector privado y una disminución de la capacidad de asistencia del sector público. El empleo ya venía cayendo por un tobogán en el primer semestre, según datos del Ministerio de Trabajo de la Nación solo en junio se perdieron 13.500 puestos registrados y el semestre acumuló una caída de 106.200 empleos en todo el país.

Una muestra de la desazón del empresariado misionero pudo verse en una reunión de la Confederación Económica de Misiones (CEM) que se desarrolló en Oberá el jueves, de la que participaron representantes de 16 de sus cámaras asociadas. “En el sector todo es pesimismo, no le vemos la salida”, sintetizó el presidente de la CEM, Alejandro Haene.

El dirigente empresarial cuestionó la falta de un plan que oriente las decisiones que toma Nación en materia económica. “Nos está faltando que nos digan expresamente cuál es el plan. No vemos hasta ahora cuál es el plan y en el ‘mientras tanto’ soportamos tasas de 60 por ciento para calmar al dólar y ni así lo calmaron. No puede ser que el ministro Dujovne diga ‘el lunes les digo el plan’, no puede ser solo el ministro de la baja del gasto ¿Cuál es la línea de trabajo? Así perdimos la brújula”, declaró a Misiones Online.

La sucesión de fracasos y la similitud de las políticas económicas aplicadas en ambos períodos, llevó a muchos a comparar la situación actual con la crisis de 2001. El exgobernador y actual senador por Misiones, Maurice Closs anticipó que “la gente va a pasar mal, le va a costar al comerciante reponer stock. Va a ser mucho más duro de lo que fue 2001 porque la devaluación está siendo mayor”.

Para Closs, el contexto impone al Gobierno nacional nuevas dificultades para garantizarse la gobernabilidad y consideró que lo primero que deberían hacer Macri y su entorno es “pedirle perdón a la política”. “Él y un grupo de gente cercana destrató a la política de un modo sistemático y lo van a seguir haciendo. Tiene que entender que la política es bastante más compleja que manejar una red social, no hay ninguna posibilidad de que la política le resuelva los problemas porque él no cree en la política”, sentenció.

 

Ganadores y perdedores del nuevo modelo

Las sucesivas devaluaciones establecieron un nuevo escenario que establece peores condiciones para la mayoría de los argentinos pero que también reserva oportunidades para algunos sectores.

Los más inmediatos ganadores de volatilidad son los especuladores. Desde que asumió Macri ya se fugaron más de 52 mil millones de dólares, más que el total de todos los desembolsos incluidos en el acuerdo con el FMI. Buena parte de la actual crisis se explica por este factor: Argentina tomó una enorme cantidad de deuda a cambio de la cual no obtuvo ninguna mejora estructural o macroeconómica significativa, sino que terminó financiando bicicletas y fugas. Ahora debe pagar por algo que no dejó ningún beneficio.

Con la devaluación también ganaron las miles de personas que mantienen elevados niveles de ahorro en activos dolarizados en billetes verdes, títulos públicos en moneda extranjera u otros bienes en el exterior, entre los que se encuentra la mayoría de los funcionarios de primera línea del actual gobierno nacional.

En el plano de la economía real, los grandes ganadores son los exportadores, especialmente los sojeros que son los mayores vendedores al exterior. En Misiones los directamente beneficiados son los fabricantes de pasta celulósica y tableros de fibra de madera, la chilena Arauco es la más grande por lejos en esos rubros, y los empresarios de los sectores tealero y tabacalero cuyas producción se exportan casi íntegramente.

En una posición intermedia están los rubros que tienen capacidad de exportar pero que por cuestiones de costos no lo estaban haciendo masivamente. Se trata de sectores cuyas ventas están orientadas mayormente al mercado interno, que seguramente demandará menos por la crisis,  pero con el dólar alto tienen mejores posibilidades de competir en el exterior.

El turismo receptivo es un ejemplo de ello. Según el subsecretario de Marketing y Promoción Turística de Misiones, Oscar Alejandro Degiusti, señaló que actualmente el 90 por ciento de los visitantes que llegan a Misiones proviene de algún punto de Argentina y dio por descontado que ese flujo se verá resentido por la crisis.

Pero por otra parte la suba del dólar hace que los destinos misioneros sean más atractivos para los visitantes de otros países. Si se consigue reemplazar turismo interno con extranjeros, el balance final será positivo, porque el turismo internacional deja réditos mucho mayores. Sin embargo para ello no bastará la ventaja cambiaria, también hay que tener una oferta acorde al nuevo tipo de visitante.

La forestoindustria se enfrenta a un desafío similar. Desde 2010 ese sector orienta sus ventas a un mercado interno que ya no estará en condiciones demandar en las mismas cantidades. Pero la misma crisis que dificulta las ventas internas favorece las exportaciones. Al igual que en el caso del turismo, los empresarios deberán estar a la altura para satisfacer un tipo de demanda más exigente.

 

A costa del asalariado

Los empresarios son cautelosos a la hora de evaluar la ganancia de competitividad que llegaría de la mano del nuevo dólar. Anteriores devaluaciones -2016, 2014 y 2012- les enseñaron que un dólar más alto no siempre garantiza mejores condiciones. Lo que hay que tener cuenta es el “pass through”, es decir el grado en que el aumento del dólar se pasa a los precios internos y con ello a costos.

Por ejemplo, la devaluación de 2002 fue de más de 200 por ciento e impulsó un alza de costos internos de poco más de 100 por ciento. Es decir que los exportadores incrementaron sus precios de venta en 200 por ciento en pesos y sus costos subieron solo la mitad, lo que determinó una mejora en la ecuación de rentabilidad. Eso permitió un boom exportador que motorizó una rápida recuperación de la economía que se extendió durante varios años, hasta que la inflación terminó licuando esa ventaja comparativa cambiaria.

Un caso distinto se dio en 2016, cuando la devaluación fue de alrededor de 50 por ciento, pero la inflación anual superó los 40 puntos y ese pequeño margen se terminó diluyendo definitivamente en los primeros meses de 2017.

Este año la devaluación sí traería una mejora en la competitividad cambiaria. Si bien muchos de los costos de las empresas están dolarizados y más tarde o más temprano terminarán acompañando la devaluación, hay un factor importante que variará mucho menos que el dólar: los salarios.

De hecho, el ajuste de los salarios es lo único que tiene el Gobierno nacional para ofrecer a los empresarios. La baja de impuestos alguna vez prometió no será realidad, muy probablemente aumenten las retenciones a las exportaciones y en vez de crecimiento económico habrá recesión. A cambio de semejante incumplimiento con la clase empresaria –una de las bases de sustentación política de Cambiemos- la baja del valor real de los salarios es lo que el Gobierno les puede ofrecer ahora.

Lejos de interpretar esta caída del salario como un factor negativo, funcionarios del Gobierno lo entienden como una mejora de competitividad y así se lo hizo saber el vicejefe de Gabinete Mario Quintana a un grupo de banqueros en una reunión realizada en Nueva York. “Hay mejoras en el frente fiscal que no se pueden anunciar porque nos perjudicaría en lo político, como por ejemplo la caída del salario real”, se sinceró.

Recompensa por Thomas

Para pesar de Macri y su entorno, en la semana más difícil en el plano económico desde que asumió Cambiemos la causa de los cuadernos no aportó noticias significativas.

Aunque no tiene relación directa con esa causa, un anuncio el Gobierno de Misiones ganó trascendencia nacional porque podría favorecer la captura del exdirector de la Entidad Binacional Yacyretá, Oscar Thomas, único prófugo en el marco de esa investigación.

Misiones ofreció una recompensa de hasta un millón de pesos “destinada a los ciudadanos misioneros, que sin haber intervenido en el hecho delictual, brinden datos útiles a fin de lograr la aprehensión de quienes se encuentren prófugos y que tengan pedido de captura solicitado por la Justicia Provincial o Federal”.

Si bien la resolución no tiene un destinatario directo ni especifica una causa en particular, remite de inmediato al misionero Oscar Thomas.

Agenda de Gobierno

El gobernador Hugo Passalacqua, recientemente intervenido quirúrgicamente, tuvo otra semana de actividades cargadas de contenido social. Se avanzó en la adhesión de los municipios al programa Ahora Patente que tiene el objetivo de recaudar 180 millones de pesos hasta fin de año y darle una facilidad a las personas que se atrasaron en el pago de la patente, para que se pongan al día en hasta doce cuotas y con 10% de descuento.

También estuvo en Puerto Iguazú donde encabezó a apertura y dio la bienvenida a participantes del G20 que discutió estrategias para la acción climática. El trascendental encuentro comenzó con el workshop “Diálogo sobre Eficiencia de Recursos” y luego se difundieron las conclusiones y cierre de cada uno de los representantes de los países. Entre los temas que concentraron la atención de los presentes se abordaron: la adaptación al cambio climático, generación de estrategias y mecanismos para la reducción de emisiones de gases de invernadero a largo plazo y la movilización de flujos de financiamiento con esos fines. “Misiones alberga el 52 por ciento de la biodiversidad de flora y fauna de la Argentina y eso para nosotros es una enorme responsabilidad”, dijo el gobernador Passalacqua.

“Estamos trabajando para asumir compromisos por un mundo más justo y sostenible”, afirmó a su vez el titular de la cartera ambiental nacional, Sergio Bergman. Estuvieron también Isabelle Bérard, vicepresidente del grupo y viceministra de Ambiente y Cambio Climático de Canadá; Jochen Flasbarth, secretario de Estado del Ministerio Federal de Medio Ambiente, Conservación de la Naturaleza y Seguridad Nuclear de Alemania y Naomi Tokashiki, ministra de Estado de Medio Ambiente de Japón.

La Legislatura también tuvo una agenda cargada de actividades y sanciones que apuntan a mejorar la situación de las familias misioneras y aportar herramientas que ayuden a superar la crisis.

En la sesión del jueves Misiones se adhirió a la ley nacional que regula los contratos del sector público. La ley 27.328 alcanza los proyectos de infraestructura, vivienda, actividades, servicios, inversión productiva, investigación aplicada e innovación tecnológica. El régimen de contratación, denominado Participación Público Privada, es un marco regulatorio con el que se pretende combinar la experiencia del sector privado y la posibilidad de financiación del Estado nacional.

Se busca impulsar la inserción internacional competitiva del país, mejorando la productividad a través de obras de logística, transporte, vialidad, educación, salud y energía. A través de este sistema se permite no sólo la concreción de un proyecto de infraestructura física, sino que también se piensa en la provisión de servicios, inversión productiva e investigación aplicada y tecnológica.

 

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