Cuidados paliativos: «Ayúdame a mirar»

El mar de Eduardo Galeano

Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
-¡Ayúdame a mirar!

 

Acompañando a Roberto, hombre de 74 años, compartía conmigo que le cuesta encontrar el sentido a todo esto que está viviendo. Es un hombre con una enfermedad avanzada, con un deterioro en su organismo importante y su cabeza lúcida. Siente que estuvo detrás del trabajo, su negocio, veía poco a su familia, le costaba comunicarse con ellos y hoy se encuentra en un lugar donde el dolor emocional es muy fuerte, se angustia mucho y sigue costándole hablar con su mujer y sus dos hijos. Eso angustia mucho. Yo tengo mi filosofía que este momento que está viviendo Roberto es un  momento que va a poder encontrar eso que necesita: encontrarse con su familia. Creo que los procesos de las personas existen, y quizá si no somos testigos ni nos enteramos.

Subo al auto y en la puerta de su casa pensé: acá hay un hombre con este vacío existencial en el final de vida y el mundo detrás de muchas cosas muy preocupantes de por cierto, un país en un momento difícil. Como hacer para integrar todas estas partes y que la vida de Roberto y de tantos otros nos ayude a ver realmente lo importante de la vida. Y ahí digo: algo para mirarme.

Y en este “algo para mirarme” coincide que en estos días vengo reflexionando y profundizando el tema de la mirada.  Escuche a una persona que hablo del tema de la mirada como un turismo interno buscando nuestro sentido. Esta idea de comenzar a mirarme me entusiasmo y los invito a que juntos recorramos este camino. ¿Cómo me miro? Con ternura, cariño, perdonándome, exigiéndome, dura….? Y al mirarme que voy encontrando? ¿Cómo veo mi vida, lo que hago?  ¿Me gusta mi vida? ¿Estoy satisfecha con mi vida? Y de algo estoy segura que la vida es para vivir con otros. Y ahí voy construyendo mi ser, mi vida en el encuentro humano con el otro. ¿Cómo estoy con mis vínculos? ¿Cómo los miro y como me miran?

En esta semana coincidió que tuve la oportunidad en un taller que estoy participando todas las semanas, la de trabajar con una dinámica sobre la mirada. Es impresionante como las cosas se van dando por algo y para algo. Nos invitaron a realizar el siguiente ejercicio: sentarnos enfrentados y mirar al otro durante un tiempo. Yo lo realicé con Elena (alguien que está en el taller y yo no había cruzado ni palabra con ella).

Fue maravilloso como pudimos permanecer mirándonos sin sentirnos mal, sin vergüenza, sin reírnos. Yo me sentí mirada por ella con mucho amor y cariño, sin juzgarme hasta pude perdonarme a través de su mirada un error que había cometido en mi trabajo. Al compartir juntas este ejercicio las dos coincidíamos que fue de una profundidad impresionante. Le agradezco a Elena lo bien que me hizo ese ejercicio: poder mirarla y dejarme mirar por ella.

Luego en un grupo de más personas compartimos el poder de la mirada. Como las miradas nos revitalizan, nos reconcilian, como podemos ayudar a otro a mirarse. También las miradas pueden ser fulminantes y destruyen.  A veces nos quedamos con una imagen de las personas por lo que las miramos sin saber que están viviendo, que les está pasando. Y ni hablar algo tan fuerte en nuestra sociedad donde la imagen es tan poderosa y encasillamos a la gente por su apariencia. El tema de la imagen corporal y solo es hablar del otro, sentenciar al otro por el solo hecho de pasar por  nuestros ojos.  Vuelvo a la pregunta: ¿Cómo me miro yo y cómo miro a los demás?

Volviendo a Roberto y a tantos que me permiten entrar en esa intimidad tan grande en el momento más difícil y apasionante de su vida, puedo atreverme a sentir que se deben encontrar como ese niño Diego, en el cuento de Galeano, que mira eso tan grande,  tan majestuoso, tan sobrenatural que es el final de vida y necesitan de nuestra mirada dulce, cariñosa, segura, validando su vida, lo que nos brindaron, lo que nos amaron, lo que nos enseñaron, agradeciendo su vida. No perdamos tiempo, ni tengamos miedo….muchas veces no podemos hablar, poner palabras, decir lo que sentimos….dicen que una mirada vale más que mil palabras.

Encontrémonos a través de las miradas a esas coordenadas del amor que tanto necesitamos todos nosotros con nuestros seres queridos, familia, amigos, conocidos, compañeros de trabajo. Y de una manera especial con los adultos mayores, con los  que están viviendo una enfermedad, los que están en su último momento en esta vida y desde su silencio, soledad estarán esperando nuestra mirada profunda que los ayude a dar el paso y dejar esta vida. . ¿Qué mirada nuestra se van a llevar?  

 

 

 

 

(*) Licenciada en Relaciones Públicas y Consultora Psicológica.

Especializada en Cuidados al final de la vida y orientación a familiares, en Buenos Aires.

Mail: [email protected]

 

 

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