A la salida de la primera audiencia del juicio por la muerte de su hijo Genaro Fortunato, Miguel fue contundente y afirmó frente a la prensa que «no creo en las lágrimas de nadie, sólo en las mías y en las de mi familia», en referencia a las lágrimas de Julieta Silva la imputada por el asesinato de su hijo y que lloró en su declaración.
Estas declaraciones las hizo en alusión al llanto de Julieta durante su testimonio frente a los jueces.
Este ingeniero cuestionó la versión que dio Silva respecto a la sensación que tuvo cuando atropelló a Genaro, al decir que creyó que era un pozo.
En ese sentido mencionó que «los pozos tienen una geometría determinada, con una depresión en el centro y bordes levantados a la altura del asfalto, es incomprensible que a la velocidad que venía, 30 kilómetros por hora, haya confundido a mi hijo con un pozo».
Es que según Fortunato «a esa velocidad no hay impacto y mi hijo pesaba 85 kilos. Es una locura lo que dijo».
Por último, tuvo palabras de agradecimiento hacia el fiscal Fernando Guzzo y señaló que «estoy muy satisfecho con su actuación, hizo las preguntas que yo hubiera formulado. Me deja muy tranquilo», y agregó que «no me queda otra cosa que confiar en la Justicia, estoy seguro de que esto no fue un accidente».
La acusada llega a ser juzgada con el beneficio de la prisión domiciliaria, algo que en su momento no cayó bien en los Fortunato.
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