El dólar se vende a 28,50 pesos en Posadas

Es el valor promedio de la moneda en casas de cambio de la Capital misionera. En Buenos Aires esta semana los mercados están en alerta por el alcance de la recesión.

 

A un mes del inicio de la «pax cambiaria», y con los mercados más asentados con la nueva realidad y el mundo con menos bullyng contra el país, los agentes financieros comienzan a preocuparse por las consecuencias del que ahora asoma como el verdadero problema de la economía argentina: las consecuencias de la recesión. Lentamente el sistema financiero se convence de que lo peor de la crisis ya terminó, y que lo que resta hasta fin de año es que el Gobierno no retrase el tipo de cambio y que el valor del dólar acompañe prolijamente la inflación proyectada; lo que determinaría para la divisa un valor de entre $31 y $32 para diciembre. Siempre que la inflación se ubique por debajo del 32% comprometido ante el Fondo Monetario Internacional (FMI). También cree el mercado que este capítulo está dominado.

 

En este escenario, lo que comienza a preocupar son las consecuencias sobre la economía real, y la velocidad con la que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) pueda comenzar a trazar un horizonte de reducción de la tasa de interés a, por lo menos, por debajo del 30% anual; del 40% de referencia impuesto por la entidad.

 

La esperanza oficial es que antes de que termine agosto se pueda enviar un primer guiño a los mercados de reducción de los tipos de interés, aunque sea de manera simbólica y como mensaje definitorio de determinación del fin de la crisis cambiaria. Y, fundamentalmente, de la victoria oficial sobre el «pánico cambiario», según la definición del fin de semana del presidente del Banco Nación, Javier González Fraga. La coincidencia entre el titular del BCRA, Luis Caputo, y el ministro de Hacienda y Finanzas, Nicolás Dujovne, es que comienza ahora el tiempo de la reparación de daños y reconstrucción del mercado cambiario, especialmente para las pymes. Y que ya entrado agosto, a más un mes de estabilidad cambiaria y de tranquilidad en el mercado financiero, debe darse una señal de dominio de las variables y de posibilidad de comienzo de reducción de los tipos de interés sin necesidad de alteraciones violentas en el precio del dólar. Incluso se especula con presentar en agosto ante la sociedad, una reducción sustancial en el ritmo de inflación; bajando de 30% a algo más de 20% interanual. Todo esto con la esperanza de estabilizar los mercados antes de que termine el tercer trimestre del año y prender velas por un cuarto positivo que lleve la actividad económica a un 2018 de ínfimo crecimiento, pero crecimiento al fin. Desde los privados hay dudas. Se coincide en general en ponderar que la estabilidad se consolidó en el último mes y que los resultados financieros de julio reflejan un mercado más calmo y racional; fruto de las correcciones locales y de cierto guiño desde el exterior. Según el último informe presentado por Consultatio Financial Services, «la parte más importante de la estabilización se explica por la significativa mejora que registraron los activos de riesgo a nivel internacional» y que «en el plano local, los efectos del apretón monetario y fiscal están teniendo impacto». En cuanto al panorama internacional, se menciona que la situación política más estable en México y Brasil y la reacción positiva en las Bolsas de toda la región, plantean un escenario de mayor recuperación.

 

Suponiendo que la estabilidad cambiaria y financiera se mantiene, lo que ahora preocupa a los mercados son las consecuencias de la recesión en la economía real; y que, en definitiva, la leve mejora del clima de estabilidad termine rompiéndose por una caída en la actividad. Los datos de la caída de junio de la actividad industrial (-8,1% anual) y de la construcción (-0,1%); cruzado con los resultados de la recaudación impositiva de julio que por primera vez comienza a acercarse a la evolución inflacionaria (cuando hasta junio se mantenía 10 puntos porcentuales por arriba), son un primer dato de alerta para los mercados. El principal temor de los privados es que la esperanza oficial de un piso de recesión para el tercer trimestre del año se traslade al último de 2018 o el primero de 2919, lo que generaría un clima social y político que enrarecería la economía y provocaría consecuencias directas sobre los mercados financieros y cambiarios pero por motivaciones más estructurales que la crisis generada en abril por la presión de los «no residentes» sobre el tipo de cambio.

 

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