Pasan cosas en el realismo mágico de Cambiemos

“Llovió cuatro años, once meses y dos días. Hubo épocas de llovizna en que todo el mundo se puso sus ropas de pontifical y se compuso una cara de convaleciente para celebrar la escampada, pero pronto se acostumbraron a interpretar las pausas como anuncios de recrudecimiento”. (Cien años de Soledad, Capítulo XVI, Gabriel García Márquez).

 

La tormenta a la que el Gobierno de Mauricio Macri le adjudica la culpa de todas las penurias económico financieras que padece hoy el pueblo argentino está resultando la más larga de la historia, superando aún al relato bíblico del Diluvio Universal que, de acuerdo al Génesis, duró 40 días y luego hasta que el agua descendió totalmente pasaron 150 días, hasta que el arca construida por Noé se posó en los montes de Ararat.

La tormenta en la que se sigue escudando MM y su equipo comenzó allá por el mes de marzo, sino antes, en diciembre de 2017 cuando sin ponerse colorados cambiaron la meta de inflación anual para el 2018 (con lo que podemos contabilizar 180 días) y a partir de allí comenzó lo que en un primer momento llamaron turbulencia, para después decir que es una tormenta.

Estamos hablando no solo de la tasa de inflación del 15 por ciento que ya fue considerada una utopía el mismo día de su anuncio, sino de las demás variables de la economía que se desmadraron como las aguas de un río después de una copiosa lluvia (para no dejar de lado la meteorología), como la relación peso-dólar que nadie sabe dónde terminará y la tasa de interés que llegó a cifras exorbitantes para cualquier economía.

Este combo, dólar, tasas e inflación es fatídico desde al ángulo que se lo mire, hasta los economistas ortodoxos, los moderados e integrantes de la propia tropa del Gobierno de Cambiemos, pero no integrantes del staff Ejecutivo, ven la situación gravísima.

Sin embargo MM insiste en cada oportunidad que tiene en sostener que, a pesar de la adversidad que muestran las cifras de las variables económicas de la Argentina, el camino es el correcto y mantendrá el rumbo.

A esta altura de los acontecimientos y a la luz de una realdad incontrastable, uno duda si es ignorancia, mala praxis o capricho de nene malcriado o en definitiva un poco de todo, porque de otra manera no hay explicación para que con la tremenda recesión con inflación, o estanflación, como la llaman los entendidos, se insista en que el rumbo es el correcto.

También, para tratar de hallarle alguna explicación a esta dilatada tormenta podríamos analizar dos nuevas hipótesis, una: que es un castigo divino como el del Diluvio que narran los libros sagrados de varias religiones o dos: es producto del cambio climático del que tanto se habla hoy en día, porque como dicen los investigadores de casos criminales, cuando no tienen  respuestas, “no hay que descartar ninguna hipótesis”.

Lo que más desconcierta es que en cada intervención pública el presidente sigue con el discurso del optimismo vacuo de que está convencido de que nos va a ir bien, o como en marzo que sostuvo ante la Asamblea Legislativa que “lo peor ya paso”, cuando recién estaba empezandoo al cerrar la reunión del G20 en Buenos Aires sostuvo que “no crecimos como queríamos, esperemos que se acelere el ritmo en el 2019”, otra expresión de deseos sobre un voluntarismo insólito.

Mientras tanto, en un informe dado a conocer el hace dos semanas, la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) proyectó el impacto que tendría el acuerdo firmado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en la economía argentina: “menor inversión pública, más endeudamiento externo, caída de las inversiones productivas, desplome del ahorro privado, retroceso del PBI, una inflación acumulada exorbitante y una fuerte pérdida del poder adquisitivo de los salarios públicos”.

Con los sólidos argumentos con los que rebate cualquier estudio o afirmación que no le gusta o no le conviene, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, sobre este informe de la UNDAV respondería enfáticamente con un contundente “no es cierto que…”

Además, haciendo un breve repaso por las diferentes economías desarrolladas o las denominadas emergentes como nuestro país, no hay ejemplos en el mundo de crecimiento con ajuste y apoya esta teoría el caso de Portugal que se conoció esta semana, como resurgió su economía a partir de dejar de lado las medidas restrictivas y dar impulso al mercado interno.

En este contexto tormentoso, esta semana además del recorte en las asignaciones familiares, el Gobierno de MM anunció un nuevo incremento en tarifas de gas y luz, a lo que se debe sumar el aumento de las naftas que en nada ayudan a bajar los índices de inflación, al contrario lo incrementan por el impacto directo en los precios de insumos básicos.

Si bien han logrado mantener estable la cotización del dólar, con el anuncio de este miércoles de reducir los 100 millones de venta diarios por parte del Banco Central los operadores respondieron de inmediato y después de dos semanas de calma cerró en alza por lo cual es difícil arriesgar una proyección de cómo se comportará el marcado de cambios la semana próxima cuando las ventas diarias se reduzcan a 50 millones diarios, sin contar que la incidencia de los intereses de la deuda en el PBI que se duplicó en el último año.

 

 

 

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