Caso Nahir Galarza: de las hipótesis falsas a la condena que divide Gualeguaychú

La muerte de Fernando Pastorizzo, asesinado por su exnovia con el arma reglamentaria de su papá, desenmascaró un hecho de violencia en la pareja, en el que la víctima fue él. Cronología del crimen que conmocionó al país.

El caso Fernando Pastorizzo muchas veces mal llamado “Caso Nahir Galarza, fue sin dudas el más conmocionante de los últimos tiempos. No sólo movilizó a todo Gualeguaychú, sino que además generó el interés y el debate a nivel nacional, y provocó también el análisis de una gran cantidad de medios periodísticos internacionales que llegaron a Entre Ríos para sumarse a la extensa cobertura del hecho.

Las características de la asesina, la mecánica de la muerte, las insólitas estrategias de la defensa de la acusada y hasta la presencia de un manager de medios que manejó la imagen de la imputada, fueron los componentes de un expediente que de entrada marcaron que este dramático homicidio iba a llamar la atención de la sociedad por un largo tiempo. Por otra parte, trágicamente habituados a escuchar los innumerables femicidios que ocurren en nuestro país, este caso reflejaba desde el comienzo un hecho opuesto en cuanto a la posición de los protagonistas. Esta vez era ella, en la pareja, quien según las pruebas ejercía violencia psicológica y hasta física; y era él quien en su último intento de terminar la relación, iba a ser asesinado.

Y así como el caso presentaba una gran variedad de lamentables “atractivos” mediáticos que despertaba la atención de la gente nosotros, los periodistas que lo cubrimos desde el comienzo, fuimos testigos privilegiados en los pasillos de los tribunales del avance de las pruebas, el andar de las hipótesis y el caminar sólido del trabajo de un fiscal que de entrada supo colocar cada una de las piezas en su lugar.

Comenzó en el verano y terminó en el inverno. Del calor de las pruebas contundentes, a la fría actitud de la acusada para declarar frente al tribunal, la causa pasó por todos los procesos en estos seis intensos meses.

Fue el mismo 29 de diciembre, el día del crimen, cuando los medios locales comenzaron a relatar la extraña muerte de “un joven en moto sobre la calle General Paz”. La teoría del robo como móvil del crimen se iba a disolver al mismo tiempo que iba a quedar demorada “una joven pareja de la víctima”.

Nahir Galarza finalmente iba a ser detenida ese día tras confesar el homicidio ante el fiscal Sergio Rondoni Caffa. Las publicaciones de la joven de 19 años en las redes sociales con mensajes de despedida para su “angel” ya no servirían de nada para su débil coartada y, con eso, sólo nos adelantaba algo de su compleja personalidad. Algo que después confirmaron los psiquiatras durante el juicio.

Horas después del crimen, pudimos recabar en la fiscalía los primeros datos que confirmaban la autoría del hecho por parte de la joven detenida. Para sorpresa nuestra, salieron los padres de Nahir de los tribunales y pudimos hacerles un mano a mano que hasta el día de hoy, consideramos la nota más valiosa de todo el caso. En una de sus respuestas, el policía Marcelo Galarza dijo que su hija «tomó la peor de las decisiones», para reconocer así la intencionalidad en el crimen, algo que luego él y sus abogados iban a negar hasta el último día al intentar explicar que los balazos habían sido accidentales. El valor de ese documento aumentó mientras la causa avanzaba.

A Fernando Pastorizzo lo habían asesinado de dos balazos y la detenida había reconocido haberlo matado con el arma de su padre cuando en la fiscalía dijo “basta, fui yo, fui yo, quítenle la responsabilidad a mi padre y a mi familia. Él –por Fernando- está muerto porque yo le disparé dos veces”. Todo estaba muy claro. Sólo faltaba conocer el móvil del crimen, pero la causa parecía ser sencilla, aunque por supuesto dramática y sorprendente por la juventud de sus protagonistas.

Pero esa claridad que pudimos advertir en el expediente se empezó a embarrar cuando Nahir y sus abogados reaccionaron e instalaron hipótesis contradictoriasdel hecho. “Ella no fue, no disparó”, llegaron a decir en un momento, tras el resultado negativo del dermotest hecho a la imputada. Con el correr de los días, el equipo de defensores de la joven iba a cambiar y, con ese cambio, también iba a variar la estrategia a seguir: “Es verdad, fue ella, pero los disparos fueron accidentales”, fue la nueva versión elegida por la defensa.

Es cierto que esas estrategias iniciales fueron absurdas, pero sin dudas generaron que tanto la fiscalía y las querellas que representaban a la familia de Fernando tuvieran que redoblar el esfuerzo para demostrar con más claridad cómo había sido ese “homicidio agravado por el uso de arma de fuego y la relación de pareja”, tal como fue caratulado por la fiscalía desde un comienzo.

En aquellos primeros días de enero una de las tareas de los investigadores era, a través del trabajo de los psicólogos, descubrir la verdadera personalidad de NahirGalarza para tratar de entender el móvil del crimen.

“¿Ustedes sabían que hace un tiempo la piba inventó un secuestro?”, nos dijo una fuente en la puerta de los tribunales, y se fue sin querer explicar esa misteriosa pregunta. Luego, se supo que eso era verdad. La imputada tenía un antecedente: cuando tenía 16 años llegó a inventar haber sido víctima de un secuestro al desaparecer un día de su casa. Ese episodio extraño, más el análisis de los especialistas, le indicaba a los detectives que la acusada podía jugar varias cartas aún más complejas que las que ya había presentado.

El rompecabezas que estaba armando el fiscal iba tomando forma a medida que pasaban los días a pesar de las estrategias de la defensa y, con la ampliación de la declaración de Nahir Galarza, todo finalmente quedó más claro.

“Iba tan rápido que cuando dobló perdió el control de la moto y le saqué la pistola. Ni siquiera miré como la agarré y en ese momento frenó de golpe. Yo sentí la primera explosión y ahí nos caímos los dos de costado. Me alcanzo a parar y, como no entendía nada, empecé a temblar y me quedé como sorda, como boba. Me agaché para mirarlo y ahí es cuando sale la segunda explosión que me sorprendió. Me quedé de nuevo sorda y ahí reaccioné y tiré el arma al piso”. Así explicó el homicidio de su pareja Nahir Galarza en su ampliación ante la Justicia. Meses después, en el juicio, cambiaría la expresión “sentí la explosión”, por “me quedé aturdida” para explicar cada uno de los balazos.

Ahora sí, con su “realidad” del hecho contada en detalles ante el fiscal, con el paso de los meses, con un nuevo equipo de abogados y aún con la intervención del manager de medios que manejaba su imagen, Nahir Galarza se defendía como podía ante tanta abrumadora prueba en su contra. La mediatización natural del caso parecía darle mucho más protagonismo a la homicida que a la propia familia de la víctima y así la opinión de la gente se multiplicaba cada día más.

La fecha del juicio se acercaba y las cartas de ambas partes estaban casi todas jugadas. Los abogados de la familia Pastorizzo tenían que intentar reflejar la violencia de Nahir contra Fernando a través de los testigos y las pruebas, mientras que los defensores de Galarza dependían de una mezcla de hipótesisque sólo desviaban aún más el camino del expediente.

Es que los defensores de la detenida jugaron a dos puntas: Por un lado,aseguraron que el crimen fue un hecho accidental; una teoría increíble e infantil que se pareció más a una tomada de pelo que a una estrategia judicial. Pero por otro lado, indicaron que en realidad la joven era la víctima de la violencia de género ejercida por Fernando y que por eso lo había matado. Si no era “A”, era “B”. Con esta postura llegaron al juicio, que se desarrolló en 10 audiencias durante un mes e iba a llegar a su final días después de cumplirse los seis meses del crimen.

(TN)

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