Euforia, ajuste y más deuda

El equipo económico de Macri volvió a demostrar que lo que mejor sabe hacer es conseguir plata prestada. Gracias a ingentes gestiones del ministro de Hacienda Nicolás Dujovne, el Gobierno nacional consiguió que el FMI le prestara al país una suma de dinero estrafalaria en el marco de un acuerdo que fue presentado como un logro que traería beneficios para el conjunto de la sociedad.

Después de varias semanas masticando la derrota que significó la corrida contra el peso, el Gobierno nacional volvió a inflar el pecho para anunciar ante las cámaras de televisión que el Fondo Monetario había aprobado un préstamo por la friolera de 50.000 millones de dólares, a los que se sumarán casi 6.000 millones más provenientes de otras fuentes.

“Será un gran acuerdo para los argentinos”, dijo Macri. “Estoy muy, pero muy contento”, acompañó el padre de la criatura, Nicolás Dujovne. “El ajuste no afectará nuestra capacidad para ganar las elecciones en 2019”, remató Marcos Peña dando prácticamente por resuelto el trámite electoral del año próximo.

Desde el Ejecutivo nacional saben que la disparada del dólar respondió principalmente a una crisis por falta de confianza e intentan recomponerla a fuerza de declaraciones rebosantes de optimismo. El problema es que esta gestión ya abusó de ese recurso y las loas al acuerdo con el FMI remiten inmediatamente a otras expresiones de fe como la “lluvia de inversiones”, el “segundo semestre”, “lo peor ya pasó”, “a la inflación se la derrota fácilmente”, “la devaluación por la salida del cepo no pasará a precios” y todas las metas de inflación originales y corregidas, entre otras.

Desde una visión un poco menos optimista, entre los analistas hay un consenso bastante generalizado respecto a que el blindaje del FMI tranquilizará a los mercados al menos durante lo que queda de este año y todo 2019, pero al mismo tiempo hay dudas respecto a cómo impactará el acuerdo en la forma de vida de “la gente” y qué reacciones se podrían producir.

Para entender mejor de qué se trata el acuerdo con el FMI, primero hay que entender su propósito. No se trata de un préstamo para reactivar la producción o la industria, ni para aumentar las exportaciones, tampoco para financiar obras de infraestructura, para mejorar la calidad de vida de la población o construir escuelas u hospitales, de lo que se trata aquí es de garantizar a los capitales especulativos –los mayores beneficiados de la economía de Macri- que cobrarán hasta el último centavo de las ganancias prometidas.

Un informe de reciente publicación elaborado por el economista Walter Graziano indica que desde ahora hasta fin de 2019, Argentina deberá afrontar vencimientos de deuda por 55.000 millones de dólares, sin tomar en cuenta la deuda tomada en moneda nacional. Además el Gobierno está obligado a desarmar –o al menos desinflar- la bomba de Lebac al 40 por ciento, porque conspira contra la posibilidad de que la economía pueda seguir creciendo, aunque sea en dosis homeopáticas.

Brindar una garantía de que los pagos de la deuda podrán ser honrados en tiempo y forma es el principal justificativo para haber recurrido al FMI, aunque para conseguir el apoyo del organismo de crédito, el Gobierno se debió comprometer a llevar adelante un ajuste del gasto público que tendrá un impacto social cuyos alcances todavía no están del todo claros.

Cabe preguntarse entonces por qué el Gobierno le da tanta importancia al “humor de los mercados”, incluso por encima del humor de los votantes que el año próximo deberán expedirse en las urnas.

Ocurre que la política de endeudamiento masivo que viene llevando adelante la gestión de Macri –Argentina fue el año pasado el país emergente que más deuda tomó- y la ingeniería financiera montada para recomponer las alicaídas reservas del Central y aspirar pesos del mercado para evitar –infructuosamente- la inflación, sumadas a la anulación de la mayoría de las regulaciones tendientes a limitar la acción de capitales especulativos del extranjero, pusieron a la economía argentina en una posición de extrema dependencia de los capitales financieros.

Con un sistema altamente dependiente del ingreso de dólares provenientes de la toma de deuda y de que se sostengan las posiciones en Lebac, la Argentina de hoy no puede darse el lujo de perder un centímetro de la confianza de los mercados, la crisis desatada este año da cuenta de ello.

La buena noticia para es que, al menos en lo inmediato, el acuerdo parece haber revitalizado esa confianza. El viernes, el primer día sin el “muro” de 5.000 millones que venía ofreciendo todas las ruedas en Central para contener al dólar en torno a los 25 pesos, la cotización de la moneda estadounidense subió, pero sin escapar de los parámetros previstos. Tocó los 26 pesos sobre el final de la jornada, pero gracias a una nueva intervención del Banco Nación –que costó 200 millones de dólares- retrocedió para cerrar en 25,95, lo que representó un avance de 41 centavos.

En tanto que el índice Merval de Bolsas y Mercados Argentinos (BYMA) ganó un 4,15 por ciento para llegar a 31.431 puntos.

Las caras del ajuste

Pero lo mismo que da tranquilidad a los mercados, trae incertidumbre al resto de la sociedad. Ocurre que el crédito del FMI viene acompañado de una serie de requisitos que fueron “acordados” entre el organismo de crédito y el Gobierno. El meollo de dicho acuerdo es el compromiso que asumió la Nación de reducir su déficit fiscal, lo que se traducirá en un recorte del gasto público estimado en 200.000 millones de pesos.

Aunque hasta ahora no se conocen en profundidad los detalles del acuerdo que todavía debe aprobar el Directorio del Fondo, el ministro Dujovne ya informó las nuevas metas en materia de déficit fiscal, que este año deberá cerrar por debajo del 2,7 por ciento del PBI y el año próximo en 1,3 por ciento.

Eso representa un ajuste fiscal de 8.700 millones de dólares, tal como se desprende de los números que dio el propio ministro de Hacienda en conferencia de prensa.

Cuánto habrá que recortar el gasto para cumplir con esas metas dependerá de cómo se comporte la recaudación y la variación del PBI. Mientras mayor sea el crecimiento, menor será la necesidad de achicar gastos y viceversa. En ese sentido, las proyecciones no son halagüeñas,  para los próximos dos trimestres se espera un contexto recesivo que difícilmente pueda cambiar en un contexto de ajuste. Estanflación es la palabra que más repiten los analistas por estos días para caracterizar la situación que imperará en el país al menos hasta que termine 2019.

Desde la Nación ya confirmaron que una parte del ajuste del gasto se logrará retirando subsidios a los servicios públicos, lo que implicará un mayor incremento en las tarifas, especialmente en las de energía, y en los servicios de transporte público, especialmente en el ámbito del AMBA.

La obra pública y las transferencias discrecionales a las provincias son otros ítems que sufrirán recortes importantes para cumplir con el acuerdo.

Tal vez lo que más preocupa al argentino de a pie es qué pasará con los salarios. En un contexto inflacionario, de las periódicas actualizaciones depende la posibilidad de sostener el poder adquisitivo de los sueldos. En ese punto también hay consenso de los economistas: los asalariados perderán.

En una entrevista con Misiones Online y Radio Libertad el contador Delio Varela lo dejó claro, “lamentablemente este programa cierra con pérdida del poder adquisitivo”, dijo.

Los primeros en sentir el golpe serán los empleados públicos, cuya pauta de aumento anual de 15 por ciento quedará muy atrás de la inflación que nadie estima por debajo de 27 por ciento para todo el año.

Analistas también advierten que el empleo se resentirá, seguirá estancada la creación de nuevos puestos y se perderán fuentes de trabajo existentes.

Caída en el poder de compra del salario y en la cantidad de empleo garantizan un enfriamiento del consumo, lo que a su vez conspira contra la posibilidad de hacer crecer a la economía y de captar inversiones. “No hay forma de arrancar solo con inversiones porque las inversiones vienen donde hay consumo o donde se puede generar rentabilidad”, dijo recientemente el ex ministro de Economía, Roberto Lavagna en declaraciones citadas por el portal Infobae y agregó: “Cuando uno baja el salario y el tipo de cambio, la economía no puede crecer”.

En ese contexto, la única esperanza de crecimiento radica en el sector exportador, que podría terminar beneficiado con la devaluación, aunque todavía eso no está claro porque resta por ver cómo se comportarán la inflación y el contexto económico global.

Si el Central consigue contener la inflación en niveles inferiores a la devaluación del dólar, los exportadores ganarán competitividad, pero si como ocurrió en las últimas devaluaciones, la suba del dólar termina absorbida por los aumentos en los costos internos, no habrá nada para celebrar.

En lo que respecta al contexto internacional, habrá que prestar especial atención a lo que ocurra con Brasil, principal socio comercial de Argentina. Hasta ahora las noticias en ese frente no son buenas, el gigante del Mercosur aceleró su devaluación la semana pasada y las previsiones de crecimiento de su PBI se redujeron por efecto de la agresiva huelga de camioneros.

Pobreza en aumento

Analizado desde el aspecto social, el recorte del gasto público y el enfriamiento de la economía que se proyecta para el futuro cercano, son particularmente delicados porque la situación ya se viene deteriorando aun antes del anunciado ajuste o al menos eso afirman desde Observatorio de Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).

Desde esa entidad advierten que el proceso de reducción de la pobreza que se observó durante el segundo semestre del año pasado se revirtió este año de la mano de la suba de tarifas y de la creciente inflación y estimaron que para mediados de año aumentaría alrededor de 2 por ciento la cantidad de pobres en relación a la población total.

Agustín Salvia, investigador del Conicet y director del mencionado observatorio, advirtió que todos los indicios indican que la pobreza volvería a crecer. “Se suponía que iba a haber un impacto (negativo) en el primer semestre del año y que el segundo podría ser relativamente mejor para compensar una pérdida del poder adquisitivo del primero, pero difícilmente creo que ocurra dado que el segundo semestre puede ser incluso peor”, destacó en declaraciones reproducidas por el matutino Ámbito Financiero. “La ecuación cambió, la devaluación hace que la inflación vaya a ser todavía mayor de lo esperado y que incluso devenga en un proceso más recesivo”, remató.

Recalculando

La realidad finalmente obligó al presidente del Central, Federico Sturzenegger, a replantear las metas de inflación. Después de haber establecido un objetivo de 12 por ciento para 2018 y luego modificarlo a 15 por ciento, en la conferencia de prensa del jueves –en la que se anunció el acuerdo con el Fondo- el titular del Central optó por dejar a 2018 huérfano de meta de inflación, pero en cambio sí anunció nuevas metas para 2019.

Planteó que la política monetaria apuntará a que en los próximos 12 meses, de julio de este año a junio de 2019, la inflación sea de 21 por ciento y que para todo 2019 baje a 17 por ciento.

Las nuevas metas anunciadas son consistentes con el renovado optimismo post acuerdo con el FMI que exhibe el Gobierno nacional, optimismo que muchos analistas advierten que podría volver a chocar contra una realidad distinta.

El último dato mensual de inflación del INDEC data de abril y fue de 2,7 por ciento y las estimaciones privadas indican que ese índice sería de 2,8 por ciento en mayo. Para que se cumplan las metas anunciadas el jueves, la inflación debería promediar un 2 por ciento mensual durante el segundo semestre y 1,5 por ciento durante todo 2019.

Tiempo de acuerdos

Para el Gobierno nacional sería imposible encarar el escenario que se abre a partir del acuerdo con el FMI sin garantizarse cierto grado de apoyo de la mayor proporción posible de gobiernos provinciales.

Son consientes de que la imagen de la gestión de Macri viene cayendo desde inicios de año por el aumento de las tarifas y luego la corrida cambiaria y que difícilmente logre revertirse ese proceso en un contexto de ajuste y recesión.

Negociar con las provincias un presupuesto acorde al ajuste que exige el fondo será el próximo gran desafío para el ala política del Gobierno nacional, tarea que se dificultará a la luz de que desde la oposición entienden que los tropiezos de la economía nacional mejoran sus chances de competir en 2019.

La postura del misionerismo ante este escenario, es exigir al Gobierno nacional un diálogo más abierto, especialmente con aquellas vertientes opositoras que vienen sosteniendo una conducta responsable y firme en el sentido de aportar a la gobernabilidad de un presidente elegido democráticamente.

En el ámbito provincial, el Gobierno local busca enfrentar el delicado contexto económico y social sosteniendo políticas de alto impacto social y generando nuevas acciones en ese sentido. Al boleto educativo gratuito, los subsidios a los consumos eléctricos de los sectores más vulnerables, las inversiones en salud pública y educación, se agregó esta semana un acuerdo para congelar el precio del pan a cambio de un subsidio en los consumos de electricidad de las panaderías.

Desde el Gobierno provincial y la conducción de la renovación afirman que uno de los objetivos que se propusieron fue encarnar el cambio que reclamó la gente que votó a Cambiemos en aspectos como una mayor apertura al diálogo, un contacto más directo con la gente y una gestión más ágil, pero todo eso sin descuidar el costado social y humano de la política.

El deterioro de la economía nacional también se está reflejando en las preferencias del electorado provincial. Sondeos de opinión de consultoras privadas muestran que en la provincia también se nota un creciente desencanto de la clase media con el gobierno de Cambiemos, especialmente por parte de profesionales y empresarios del sector pyme.

En contraposición, mejora la consideración en relación al Gobierno provincial y a la figura de Hugo Passalacqua. Ante el contexto de inestabilidad que exhibe la economía nacional, así como la situación de varias provincias, la gente valora más que antes el orden fiscal de Misiones y la previsibilidad que eso aporta.

Entre los jóvenes de Posadas, quien estaría ganando gracias al desencanto con Cambiemos sería Podemos, partido de reciente conformación que toma mucho del marketing político de Cambiemos.

En el ámbito de la Legislatura, esta semana se aprobaron leyes con sentido social y de protección a los que más necesitan: el jueves se sancionó la adhesión de Misiones al Fondo Fondo Fiduciario para el Desarrollo de Capital Emprendedor, para permitir que la provincia exima tributariamente a los fondos y fiduciantes incluidos en el marco normativo. También se sancionó la ley que busca mejorar la actividad de los oleros en Misiones regulando los procesos de producción, industrialización, comercialización e innovación tecnológica; además de promover la inclusión, el desarrollo humano integral y el bienestar socio-económico de los productores y sus familias.

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas