#Mundial 2018. El secreto de Islandia: un país chico con un gran corazón futbolero

Albert Gudmundsson da la bienvenida al estadio de Laugardalsvöllur, la casa de la selección islandesa. Su imagen se inmortalizó en una estatua, más o menos bien lograda. No era para menos, fue el primer futbolista profesional que emergió de Islandia: jugó en Rangers, Arsenal y Milan, entre otros.

Cuando colgó los botines se dedicó a la política, fue presidente de la Federación, diputado y quedó segundo en la carrera a la presidencia de su país en 1980. Hasta aquí, nada sorprendente. Romario, que tiene su estatua en la cancha del Vasco da Gama, también se dedicó a la política.

El legado de Gudmundsson, en cambio, tiene otro encanto. Su nieta, Kristbjorg Ingadottir, fue futbolista profesional, al igual que su marido, Gudmundur Benediktsson, ayer internacional con Islandia, hoy relator de TV (su narración en la eliminación a Inglaterra en la Eurocopa se volvió viral). Para no romper tradiciones, su hijo (bisnieto del pionero), también llamado Albert Gudmundsson, se dedica al fútbol. Y, como no podía ser de otra manera, estará en el Mundial de Rusia . Cosas de sangre, cosas que solamente pasan en Islandia.

«Ver su estatua cada vez que vengo a esta cancha es muy lindo. Él era todo una celebridad en nuestro país», cuenta Albert Gudmundsson, que juega en PSV. ¿Pero qué significa ser famoso en un país de 330.000 habitantes? «En realidad, no mucho», responde su padre Benediktsson; «esto es Islandia, estamos todos relacionados. Si le preguntás a cualquier persona seguro que conoce a alguien que es amigo o familiar de algún jugador. Acá pueden caminar por la calle sin problemas desde Tom Cruise a Bjork». La cantante puso a Islandia en el mapa mundial en la década del 90. «Fue la voz de una generación. Es actriz, música y un ícono de la moda. es la primera artista islandesa que transcendió y eso le abrió la puerta a muchas otras bandas», explica el DJ Ymir Einarsson, amigo de Bjork. Frágil como la espuma, islandesa como la leyenda de que los duendes viven debajo de las rocas. «Tiene algo que nos representa como sociedad, es auténtica. No hace nada para gustar», completa Ymir. Del talento de Bjork al de Gylfi Sigurdsson, estrella de la selección de fútbol, infiltrados de lujo en el plácido anonimato de la vida en Islandia. «Gylfi puede que sea el jugador más habilidoso, pero corre como cualquiera de nosotros. Siempre unidos, desde los jugadores hasta la hinchada», resume el capitán del equipo, Aron Gunnarsson.

«Sé que es difícil de entender, pero en Islandia todos somos uno. Es un lugar donde reina la confianza», explica Heimir Hallgrimsson, técnico de la selección. Cuando el entrenador se hizo cargo de las llaves de Laugardalsvöllur, tuvo una idea: antes de cada partido internacional en Reikiavik se juntaría con los hinchas en un bar. «Hay que maximizar lo que cada uno puede dar, ser pocos puede ser algo negativo, pero también algo positivo. Y una de esas ventajas es que nos conocemos», dice Hallgrimsson.

En el pub Ölver, a 15 cuadras de Laugardalsvöllur, el DT le revela a la hinchada -antes que a nadie- la alineación y la estrategia de cada partido. «Al principio venían seis o siete aficionados, hoy tengo que cerrar el pub. El que no está adentro antes de las cinco menos cuarto de la tarde, no entra. A las cinco llega Heimir», dice Jon, dueño del bar. «Llevo haciéndolo desde hace siete años. Hay una sola regla: nadie graba, nadie saca fotos. Es una conexión entre la selección y los hinchas. En un mundo donde todo se graba y todo está en las redes sociales, nunca se filtró nada a la prensa. Eso es la confianza. Nos conocemos y nos tenemos respeto. Quizá, eso sea algo de lo que está faltando en el mundo», dice el DT. Hoy las 9.800 butacas de Laugardalsvöllur se agotan tres horas después de salir a la venta, cuando antes el estadio apenas acariciaba los 5.000 espectadores. Hay un porqué. «Creo que antes de que nosotros asumiéremos, Islandia había ganado solo un partido de eliminatorias. Hoy estamos en el Mundial y llegamos a los cuartos de final de la Eurocopa», remata Hallgrimsson.

La selección hace escuela

Pero el técnico de la selección islandesa no es solo una especie de misionero del fútbol, también forma parte de una escuela de entrenadores que revolucionó el mundo de la pelota en la isla del Atlántico Norte. «Nuestra idea era que los técnicos de las inferiores de los clubes estén bien formados», cuenta Guðni Bergsson, presidente de la Federación islandesa. Ya no hay más padres entusiastas ni técnicos amateurs. Ahora hay entrenadores a tiempo completo, entregados a moldear el talento. Escaso, sin embargo. «Nosotros no producimos muchos futbolistas, entonces hay muchos chicos que en cualquier otro país hubiesen sido rechazados con 12 años. Algunos de nuestros jugadores no eran buenos con 15 años, pero siguieron jugando, ¿por qué? porqué tenían pasión. Y, cuando mejoraron su fútbol, seguían conservando ese amor por el juego. Entonces, se convirtieron en grandes futbolistas», suma Hallgrimsson.

Sin embargo, hubo un cambió aún más trascendente que el de profesionalizar a los técnicos: la inversión en infraestructura. «Cuando era chico, el fútbol era un deporte de verano, en el invierno jugábamos al handball. Hoy se juega a la pelota todo el año», afirma el presidente de la federación. Hasta para los más entusiastas era imposible burlar al frío extremo. Entonces, los niños pasaron de los campos de hielo a los de pasto sintético, para terminar jugando en canchas techadas. En Islandia hay siete campos indoor grandes y otros siete medianos. «Se puede entrenar todo el año, no solo los profesionales sino también los juveniles. Esta inversión ha cambiado todo», sintetiza Bergsson. La liga islandesa, en cualquier caso, todavía mira con envidia a la Europa continental. «Nuestra liga todavía es semiprofesional, tiene el nivel de la segunda división de Suecia o Noruega», entiende el mandamás de la federación.

Islandia jugará por primera vez un Mundial. De los 23 de la lista que estarán en Rusia, uno solo juega en la liga islandesa: Birkir Már Saevarsson; el resto lo hace en Europa. «Hay más de 70 chicos de los equipos juveniles de Islandia que ya están en las canteras de equipos europeos», cuenta Bergsson. Los futbolistas islandeses miran a Europa, los turistas europeos miran a Islandia. Después del crack de 2008, cuando el país se sumergió en una profunda crisis, que incluyó la quiebra de los bancos más importantes (se hizo un referéndum en el que ganó el «no» rescatar a las entidades financieras), el turismo revitalizó la economía del país. Los visitantes buscan descubrir volcanes, glaciares, cascadas, auroras boreales y algún paisaje en el que Jon Snow anduvo por el muro en Game of Thrones. Hoy el turismo representa el 8,4% del producto bruto interno; en 2009, el 3,4%. El problema son los alquileres: están por las nubes, los propietarios se entregan a Airbnb. «Hemos aprendido de nuestros errores: el turismo es un boom, no una burbuja. Tenemos que trabajar en estructura», opina Bergsson.

«No es fácil vivir es una isla. Hay que tener una mentalidad muy fuerte. Acá la gente sueña en grande, a veces nos juega en contra; otras a favor, como lo hicimos para salir de la crisis o como en el fútbol», subraya Benediktsson. Una quimera sin techo, capaz de hundir a Inglaterra en la Eurocopa o dejar como segunda en el grupo de eliminatorias rumbo a Rusia a la talentosa Croacia de Modric y Rakitic. «Nos unimos y salimos adelante. Somos pocos, pero estamos juntos», advierte el capitán Aron Gunnarsson. Eso sí, siempre con el apoyo de la Tólfan, el jugador doce como se autoproclama la hinchada más fiel de la selección islandesa.

 

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