Carta de monseñor Juan Rubén Martínez : «El pan que reclama la vida y la solidaridad»

En nuestra diócesis hace algunos años nos hemos dispuesto a celebrar el Corpus Christi con la reverencia que tiene que tener esta solemnidad. En los pueblos o ciudades donde hay una sola parroquia hemos buscado que haya un momento común de todas las capillas para celebrar la misa y la procesión. En Posadas y Garupá celebramos el Corpus el sábado, con el gozo de la presencia eucarística del Señor. Lo hacemos en la cancha de «Guaraní Antonio Franco» con la Misa a las 16 hs., la procesión por las calles de nuestra ciudad y la bendición solemne frente a la catedral San José. Por ello, el sábado por la tarde se suspenden todas las misas de la ciudad para vivir en comunión la celebración del Corpus.

Quiero señalar que al celebrar festivamente esta solemnidad del Corpus Christi continuamos en la senda de san Roque González y los misioneros de las reducciones guaraníes como hace 400 años en nuestra tierra colorada. Las comunidades indígenas tenían una gran devoción al «Cuerpo y Sangre del Señor». En aquel entonces, mientras se realizaba la procesión, los indígenas traían sus instrumentos de trabajo, plantas y animales para que fueran bendecidos por el Corpus Christi.

Debo agradecer al Pueblo de Dios la creciente valoración y alegría popular de nuestra liturgia donde miles de personas adoran al Cuerpo y Sangre del Señor.

El texto del Evangelio de este domingo (Mc 14,12-16.22-26) nos narra cómo el Señor les pide a los apóstoles que preparen la Última Cena, la celebración sacramental de la Pascua, de aquello que iba a vivir en Jerusalén. El texto nos trae las palabras de la consagración que pronuncia el Señor y que nosotros repetimos en cada Misa: «Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen, esto es mi Cuerpo”. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: “Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos».

La Eucaristía es el momento culminante del amor, de la donación pascual de Jesucristo. Es aquello que expresa la necesidad de vivir la caridad y, sobre todo, de practicarla. La comunión del Cuerpo y la Sangre del Señor implica que nosotros formamos un solo cuerpo porque participamos de ese único pan (1Cor 10,17). La Misa, la Eucaristía que celebramos, reclama de los cristianos un estilo de vida ligado necesariamente a la caridad, a tener una referencia a los otros, a nuestros hermanos, y de modo particular a los más pobres y excluidos. Este estilo de vida cristiano es totalmente contrario a la propuesta del secularismo: una sociedad sin Dios, mercantilista y sin valores. En nuestros días experimentamos fuertemente la oposición entre el humanismo cristiano y las posturas materialistas que niegan valores esenciales como la vida, la familia, la solidaridad y la justicia.

En esta Eucaristía rezamos especialmente por nuestra Patria para que tengamos una comprensión y una defensa clara de la Vida, de toda vida, especialmente de la vida por nacer. Es increíble que en el siglo XXI estemos discutiendo si una vida humana, científicamente comprobado que se da desde la concepción, puede vivir o no. Rezamos fuertemente por esto porque queremos vivir en una Argentina que no niegue el derecho humano más básico que proclama que «toda vida vale».

El Pan compartido en la Eucaristía de este domingo del Corpus Christi, nos invita a poner en ejercicio la caridad como estilo de vida y como clave para la evangelización y la humanización de nuestra cultura, y a pedir por el valor de la vida que nos permita ser una sociedad que viva más dignamente y con esperanza.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

 

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