El peligro de gobernar y tener el «sí» fácil

Propongo mirar para atrás y analizar lo que nos está pasando.

Cuando Cristina era presidente, debió soportar muchas presiones. Supongo que Mauricio Macri, siendo presidente, debe enfrentar presiones similares. Al fin y al cabo, los grupos de presión (empresas, sindicatos, medios de comunicación) siempre operan en pos de sus intereses.

Desde siempre los exportadores de cereales reclamaron poder liquidar libremente las divisas que ingresaban con la venta de cereales y oleaginosas. Cristina les dijo que no una y otra vez, porque sabía que con esos dólares podía hacer frente a la demanda de divisas que cíclicamente ocurre en Argentina. Pero llegó Macri y les dijo que sí.

Las entidades rurales siempre reclamaron que bajen las retenciones al trigo, el maíz y la soja. Cristina siempre les dijo que no, porque sabía que de ese modo el Estado se garantizaba un ingreso importantísimo. Pero llegó Macri y les dijo que sí.

Por la misma razón, Cristina jamás accedió al pedido de las empresas mineras de dejar de pagar retenciones por el mineral que exportaban. Pero llegó Macri y les dijo que sí.

Los agentes de Bolsa siempre pidieron que se eliminara la registración de capitales externos, aduciendo que de ese modo podría mejorar nuestro mercado de capitales. Pero buscando evitar que los especuladores desordenaran la economía, Cristina siempre les dijo que no. Pero llegó Macri y les dijo que sí.

Gobernar no es fácil. Es una tarea que exige conocimiento del escenario, fortaleza para soportar presiones y templanza para tomar decisiones. Gobernar es administrar la realidad en procura de mejorar las condiciones de vida del conjunto. Como lo que se gobierna es una sociedad, gobernar es administrar intereses para que ninguno predomine en desmedro de los otros.

Cristina, que gobernó con déficit fiscal, sabía que no estaba en condiciones de resignar ingresos, porque ello solo complicaría a las cuentas públicas. ¿No lo sabía Macri cuando decidió desfinanciar al Estado reduciendo o sacando retenciones a las exportaciones agrícolas o de minerales?

Cristina también soportó presiones cambiarias. Fue por ello que jamás accedió al pedido de las exportadoras de autorizarlas a liquidar divisas cuando se les antojare. ¿No sabía Macri el riesgo que corría cuando les concedió semejante derecho?

Cristina le dejó a Macri dos problemas sin resolver y una fortaleza muy clara. El déficit fiscal y la inflación fueron los dos problemas. Una economía desendeudada fue la fortaleza. De los dos problemas que heredó, Macri no resolvió ninguno. La inflación la mantuvo en los mismos términos y el déficit fiscal lo aumentó un 50 por ciento. Pero lo que es peor es que la ventaja con la que contaba la convirtió en un problema: hoy la Argentina reconoce una deuda que representa casi el 60% del PBI.

El Gobierno de Macri creyó que dándole concesiones al empresariado se desataría una ola de inversiones. Pensó también que el mundo volcaría recursos financieros en una Argentina gobernada por un empresario moldeado en la educación privada. Ninguna de esas cosas ocurrió. Lo que el mundo vio es el modo en que la especulación financiera, el retraso cambiario, la inflación y los déficits comercial y fiscal se consolidaban en una economía con muy bajo crecimiento que parecía ser manejada por diletantes.

Macri repite un libreto que el mundo ha gastado. Cree que una economía sin regulaciones deparará a la larga buenos resultados. Una nueva versión de la teoría del derrame. Pero la realidad indica que en el mundo central ninguna economía progresa sin regulaciones de un Estado que arbitre para evitar desequilibrios. Lo cierto es que su administración lleva 30 meses deprimiendo el consumo en pos de aplacar una inflación que no cede. A esta altura debería advertir la insuficiencia de ese recurso. En ese lapso, también renunció a cobrar impuestos a quienes podían pagarlos, lo que profundiza el rojo en las cuentas públicas.

A esos problemas se ha sumado el cambiario. Una vez más, como tantas otras veces en la economía argentina, existe tensión porque los que creen que debe ser respetado «el derecho humano a comprar dólares», sumados a los más crueles especuladores, presionan sobre la divisa y trastocan toda la economía. ¿Y qué hace Macri frente a ello? Promete reducir el déficit fiscal y garantizar la cantidad que haga falta para saciar la apetencia de los «dolarizadores».

Lo primero que hay que observar es que la presión sobre el dólar, que continúa a pesar del optimismo oficial, no tiene que ver con el déficit fiscal. Ahora que los fondos especulativos ya se fugaron y se llevaron casi diez mil millones de dólares de nuestras reservas, el problema a resolver es cómo enfrentar una demanda constate de dólares en un país al que no le sobran.

Durante 2017 escaparon del sistema financiero más de treinta mil millones de dólares. En el primer trimestre del año, sin computar abril, el mes de la profundización de la crisis, salieron del sistema otros 13 mil millones de dólares. En todos los casos, esos dólares se atesoraron, se gastaron en turismo o se fugaron. ¿Quiénes compraron esos dólares? Hay alrededor de un millón de CUIT (personas físicas o jurídicas) que son los demandantes de la divisa. Me pregunto, ¿los 39 millones de argentinos restantes deben soportar las consecuencias que depara el ejercicio de ese «derecho humano» que demanda la cuadragésima parte de nuestra sociedad? ¿Macri también les va a decir que sí?

A esta altura el Gobierno debería revisar sus lógicas políticas. Si sigue favoreciendo los intereses empresariales, solo seguirá profundizando la desigualdad social y perjudicando las cuentas públicas. Si sigue queriendo mantener la libertad cambiaria en los actuales términos, solo sostendrá la crisis de divisas, aunque momentáneamente parezca haberla adormecido.

Estamos en crisis. No estoy diciendo nada nuevo. Eso es algo que todos sabemos, más allá del esfuerzo oficial por hacernos sentir que «lo peor ya pasó». Macri llama a esa crisis «turbulencia». Su jefe de gabinete cree que lo que vivimos es el resultado de un «exceso de optimismo». Su ministro de la Producción dice que todo ha pasado y en unos días las fluctuaciones del dólar «serán parte de la historia».

Nada de eso es cierto. Ellos saben de la magnitud del problema que han provocado. Solo están convencidos de que, aliviando la calificación, el conflicto también se alivia. Se han convencido de que las cosas no son como se viven sino como se muestran. Así entienden la política: como el montaje de un espectáculo. Pero es necesario que aprendan de una vez y para siempre que la política es el arte de operar sobre la realidad. Y que la realidad no se monta, simplemente transcurre. Y que la función del que gobierna es administrar los intereses en disputa que asoman en esa realidad.

Con solo satisfacer los pedidos de los empresarios no se mejora una economía. Es más, se la empeora. Algo que el Gobierno de Macri debería haber entendido, después de empobrecer con su impericia a millones de argentinos.

(*) Abogado y político argentino

Profesor Regular Adjunto, Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Profesor Regular Adjunto del Departamento de Derecho Penal y Procesal Penal de misma casa de estudios. 
Dictando clases de Elementos de Derecho Penal y Procesal Penal y Autoría y Participación Criminal.
Profesor de maestría en Comunicación Política e Institucional en la Universidad de Salamanca y en la Universidad Camilo José Cela de Madrid.

Fuente: Publicado en Infobae, Lunes 20 de Mayo de 2018

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