Murió de frío hace 60 años en un refugio, nadie sabe quién fue y se convirtió en leyenda

El hombre murió de frío en la soledad de un refugio de montaña y se convirtió en leyenda. La construcción podía soportar vientos helados que superan los cien kilómetros por hora y temperaturas muy por debajo de cero, pero el hombre expiró igual, dentro del refugio.

Lo encontraron congelado.

Si no fuera porque la identidad del muerto todavía es un misterio, el suceso no habría sido nada extraordinario, teniendo en cuenta la crudeza de los inviernos en Laguna Brava, la reserva natural riojana ubicada a 4300 metros de altura en la cordillera de los Andes.

Su último suspiro lo dio dentro de este refugio de piedra con forma de hornero llamado «Del Retamo», ubicado a la mitad del cruce de Pircas Negras, el paso que durante doscientos años transitaron los arrieros para llevar ganado en pie desde el pueblo riojano de Vinchina hacia la ciudad atacameña de Copiapó, a unos 380 kilómetros de distancia, en el norte de Chile; el mismo paso por donde se proyecta el corredor bi-oceánico que va a cambiar para siempre la economía agroexportadora sudamericana mediante un «Panamá seco» con conexión directa a los mercados asiáticos.

Dame fuego

Nadie supo nunca quién fue en vida lo que hoy es un esqueleto sin nombre y blanco de toda blancura; si era argentino o chileno, ni si era arriero, chasqui o un pendenciero refugiado de la ley, aún cuando su apodo es de lo más conocido en la región: El Destapadito.

Cuando otros arrieros lo encontraron tieso a finales de 1950, no portaba documentos que pudieran identificarlo, y nadie había reclamado por él.

Tampoco tenía dinero y ni siquiera contaba con un fósforo para encender un fuego, lo que podría haber sellado su suerte.

Su sepulcro se levantó a un costado del refugio, como es tradición en la cordillera, desde los incas a las campañas sanmartinianas, sin enterrarlo, tapado con las rocas del lugar, las cuales forman un montículo que se conoce como pirca.

Las pircas son montañas de piedras en forma de pirámide que empleaban los incas para marcar territorio y delimitar sitios rituales.

De ahí que este paso cordillerano se llame Pircas Negras y que al finado le digan «el hombre pircado».

Sin embargo, como desde hace más de sesenta años, su tumba amanece todas las primaveras descubierta: sus huesos al sol, su cráneo mirando al cielo como gritando. O riendo.

Con el paso de cada invierno su esqueleto, oculto bajo cientos de kilos de rocas filosas, queda expuesto al aire libre, incluso con las botas puestas.

Este yace a un costado del refugio y se adivina mezclado entre monedas chilenas y argentinas, pedazos de leña, fósforos y encendedores que le ofrendan los visitantes, geólogos, ingenieros mineros y andinistas de todo el mundo, en una especie de ritual donde se le pide dinero y salud. Una cruz señala el lugar con la inscripción «Q.E.P.D. Destapado».

Todo cuanto le arrojan a la tumba encuentra sentido en el hecho según el cual, si al finado no le hubieran faltado estos materiales en vida, probablemente no habría muerto, ya que este refugio está preparado para encender fuego en su interior y soportar temperaturas por debajo de los 20 grados bajo cero.

Como si el haber muerto de frío lo hubiera dotado de un profundo rechazo por el abrigo, el cuerpo que año tras año es tapado con un montículo de piedras, aparece desnudo apenas comienza la primavera.

Los refugios de Mitre y Sarmiento

«Los arrieros tardaban entre una semana y 10 días para cruzar la cordillera y llegar a Copiapó», dice Marcos Moreno, guía de turismo de Chilecito y conocedor de la región al detalle. «Pasaban la noche en estos refugios, donde tenían un corral de piedra para alojar al ganado. La mayoría de las bocas de ingreso a los refugios están mirando hacia el noreste, para aprovechar la luz, y evitar el viento. Adentro se mantiene muy bien la temperatura, tiene un sistema de ventilación para hacer fuego y el humo sale por un tiraje en el techo. Están hechos con piedra del lugar y argamasa, una especie de adobe con cal y arena muy resistente».

El proyecto para construir refugios de piedra en los pasos riojanos y sanjuaninos hacia Chile fue iniciado por el entonces presidente de la Nación Bartolomé Mitre (1862-1868) y concluido por su sucesor, Domingo Sarmiento (1868-1874).

La mayoría de ellos sigue en pie.

Como parte de una estrategia geopolítica de afianzar el territorio nacional en la altura de los Andes, y al mismo tiempo de garantizar el éxito de la exportación de ganado en pie hacia Chile, se construyeron 14 refugios de piedra por «el camino de los Toros», lo que hoy se conoce como el paso de Pircas Negras. Se emplazaron a 30 kilómetros uno del otro, aproximadamente, que es la distancia mínima que puede recorrer un arriero a pie junto con su hacienda.

El diseño de estas construcciones, con solo un ingreso principal y un orificio de ventilación en su techo en forma de cúpula, se habría inspirado en las viviendas árabes o mongoles, sin que haya consenso sobre el punto. Si bien el dato nunca fue confirmado, su similitud con algunos refugios del norte de España correspondientes al período de la invasión árabe es muy similar.

Aun cuando no hay certeza sobre el origen de su diseño, lo cierto es que las construcciones resultaron muy resistentes, casi indestructibles. Llevan 150 años en pie y han demostrado soportar el peso de la nieve, los temblores andinos, los vientos fuertísimos y las temperaturas extremas.

Hubo un antecedente de refugios en los pasos cordilleranos de la provincia de Mendoza, pero con una arquitectura distinta, construidos durante el principio del Virreinato del Río de la Plata, allá por 1780. Los refugios eran más pequeños y emplearon otros materiales como el ladrillo cocido. Se los conoció como «Los refugios del Rey».

En su libro «Come Caballos. Reserva Laguna Brava» (2015), el escritor y andinista Jaime Suárez González cuenta cómo conoció los refugios riojanos.

Consultado por LA NACIÓN, dijo que pasó varias noches en ellos cuando estuvo en la reserva Laguna Brava preparando su ascenso al volcán Veladero y que su diseño tiene «características únicas y originales, no coincide con otros refugios como las casuchas del Rey en Mendoza, utilizada por los correos desde Santiago a Mendoza». Y reconoció que si bien los refugios riojanos son muy sólidos «no tienen mantenimiento y habría que protegerlos».

-¿Y pudo conocer la verdadera historia de El Destapado?, le preguntó LN.

-Creo que nadie sabe a ciencia cierta la historia del Destapado.

Del Libertador al corredor Bi-oceánico

Esta ruta riojana que atraviesa la imponente reserva Laguna Brava, que pasa a pocos metros del refugio donde yace el Destapado y que llega a Chile vía la III Región de Atacama, hoy vuelve a estar en el ojo de la historia, de los estrategas políticos y de los inversores.

Lo que alguna vez fue un paso de arrieros que alimentaba las economías regionales, y que en 1817 había sido la ruta empleada por el uruguayo Francisco Zelada y el riojano Nicolás Dávila para cruzar los Andes con 350 soldados, de acuerdo con el plan del genio táctico del General José de San Martín para confundir al enemigo y liberar Chile, ahora parece recuperar su potencial para la emancipación económica, y no por el turismo, ni por la actividad minera.

Por este mismo trazado se proyecta el corredor bi-oceánico que cuenta con la aprobación de los estados de Chile y la Argentina, y que planea construir una autopista por el paso de Pircas Negras, desde La Rioja hasta Copiapó, para que las producciones agroindustriales del norte argentino, pero también las de Brasil y Paraguay, puedan cruzar la cordillera y llegar a los mercados de Asia vía los puertos de Chile, obviando la salida por el océano Atlántico, y los puertos de Rosario y Buenos Aires.

De acuerdo con los estudios de factibilidad que elaboraron los gobiernos provinciales de Atacama y La Rioja en conjunto, se ahorrarían 12 días de navegación en el trayecto hacia China, y se reduciría un 30 % el costo del flete, además de duplicar las exportaciones, por el calado de los puertos y la capacidad de carga de los barcos «Chinamax».

Lo llaman el «canal de Panamá seco» y al otro lado de la cordillera lo está esperando un mega puerto ecológico de aguas profundas construido con capitales brasileños llamado Copiaport-E, a orillas del océano Pacífico y a pocos kilómetros de Copiapó, el famoso pueblo minero «de los 33», en la III región de Atacama.

Y prendido a la magia de los caminos

«Las habladurías sostienen que El Destapado era un chileno sin documentos que estaba escapando de la justicia y quiso cruzar los Andes a pie, pero al día de hoy no se sabe quién era ni qué dirección llevaba; sí se sabe que murió congelado y que lo encontraron dentro del refugio, lo sacaron y lo enterraron como se entierran a los muertos acá, con un pircado», refuerza Marcos Moreno… pero le quita magia al misterio: «Como en la zona corre mucho el viento, el esqueleto se destapa solo».

La última travesía de los arrieros riojanos fue en 1958. La aparición de los frigoríficos a principios de siglo y del transporte a motor tornaron improductivo el viejo oficio de llevar ganado en pie. Los memoriosos recuerdan que fueron 15 los arrieros que caminaron esa ruta por última vez, y que llevaron hasta Copiapó unas 300 vacas que habían sido previamente herradas, como era costumbre.

Uno de esos arrieros era un jovencito que recién se iniciaba en el oficio y acompañaba a uno de sus hermanos. Se llamaba Cirilo Urriche y está considerado el último de los arrieros riojanos.

Si hubo alguien que podía conocer al detalle la historia de El Destapado, ese era Don Urriche, oriundo del pueblo de Jagüe. Cuando se terminó la actividad del ganado, se ganó la vida como baqueano y guía experto, y más tarde, a finales de los años 70, se convirtió en el primer guardafauna de la reserva provincial Laguna Brava, oficialmente creada en 1980. No hay minero, guía de turismo o andinista entrado en años que no recuerde los consejos del viejo Urriche.

«Solíamos llevar vacas y cabras a Copiapó, y entre ir y volver tardábamos como 25 o 30 días. Se hacía de enero a marzo, por el clima, hacíamos hasta dos o tres arreos por temporada, había que parar uno o dos días entre refugio y refugio para que descansen los animales», cuenta el mismo Urriche en el documental «El arriero de Jagüe», un corto de Carlo Nieto que grabó en 2015, poco antes de que el último de los arrieros muriera.

Su testimonio no tiene desperdicio y entre otras cosas brinda recetas para hacer un fuego en la montaña o remediar el mal de altura, consejos que le habrían venido muy bien al Destapado.

«La única leña que se encuentra en la montaña es el Cuerno, es una planta redonda; cuando está seca se saca y es la leña, lo único que hay; y con la bosta del guanaco o la vicuña se hace un té que cura el mal de altura… para los señores que se sienten mal».

Sobre el Destapado, Urriche concluye: «No se sabe si fue chileno o argentino; desde que yo empecé como arriero, de muy chico, el Destapado ya estaba ahí».

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