La historia de los cinco amigos que cayeron en un avión en La Pampa

Dos se conocían desde la infancia y el resto se fue sumando al grupo.

Eran amigos. Todos vivían en San Vicente, una localidad de 60.000 habitantes ubicada a 52 kilómetros de Buenos Aires, mitad pueblo, mitad ciudad, hoy un lugar partido por el dolor.

Es que todos aquí conocen a los cinco vecinos que volvían de pasar un fin de semana en Mendoza y se estrellaron en La Pampa. Detrás de la tragedia hay una historia de amistad de años.

La nave, un PA 34 Piper Seneca, era piloteada por Enrique Cantó. Y con él viajaban sus amigos Pedro Siches, Mauricio Balbi, Juan Ignacio Otegui y Mariano Guyot. Tenían entre 37 y 42 años y se dirigían desde el Cañón del Atuel, en Mendoza, a Tandil, donde la familia de Cantó tiene una propiedad.

Mauricio (40) era un proveedor de carne. Su familia había tenido un frigorífico en Entre Ríos y ahora él trabajaba por su cuenta. Estaba en pareja y era amigo de la infancia de Pedro (40).Ambos fueron al primario y al secundario en el colegio San José. Crecieron y se criaron juntos. Con el resto se fueron haciendo amigos más de grandes y formaron un grupo inseparable.

Enrique fue uno de los que se sumó a esa amistad. Su familia era dueña de la cantera Cerro Federación, en Tandil, inversión que vendió hace poco. Tenía varios años de experiencia como piloto y usaba la avioneta para viajar habitualmente a Tandil. Estaba casado y no tenía hijos. Su familia de origen es grande y muy tradicional en San Vicente: tiene cuatro hermanos (tres mujeres y un varón) y su primo, Federico Cantó, es el jefe de Gabinete de la Municipalidad.

A Mariano (42) le decían «El Bala». Se dedicaba a la venta de cereales, particularmente soja, junto a su hermano. Casado y con tres hijos, vivía en el barrio Fincas de San Vicente y era hermano de la fiscal del distrito, Karina Guyot.

Juan Ignacio (39) tenía varios apodo: lo llamaban “Juanchi”, el “Vasco”, o el “Culebra». Sin hijos, había trabajado desde muy joven en el rubro de los camiones y trabajaba en la empresa de transporte de su familia, Transporte Euskadi. Le gustaba correr en la Asociación Standard Mejorado de Fiat Uno, por La Plata y otros autódromos de la provincia de Buenos Aires.

“Fue piloto desde 2013 hasta 2014. Después regresó en 2017 y compitió en la primera fecha. Lamentablemente nunca obtuvo un podio o trofeo. Lo hacía como hobby ─recuerda Sergio Moreno, jefe de Prensa de ASM─. Lo conocía personalmente porque de hecho yo le entregaba las planillas de resultados. Era una persona sencilla, de trato cordial.»

Los amigos habían sido golpeados por otra tragedia, también relacionada con una aeronave.

Hace menos de un año Pedro, un ingeniero en sistemas, y su mujer habían hecho un viaje en avión. Volvían de Nueva York cuando, en una escala en Perú, ella se descompensó y falleció. Cuentan que el hombre estuvo muy mal y que recién ahora estaba empezando a volver a salir.

“Son de toda la vida” de San Vicente, dicen los vecinos. “Son muy conocidos y nunca tuvieron problemas con nadie”, aseguran.

Las redes sociales, que este lunes se llenaron de crespones negros, alumbran el tono de esa amistad que mantenían. En un viaje a Chicago, Siches se sacó una foto junto a una estatua de Michel Jordan, la estrella de los Bulls. Balbi lo cargó: «Kiss, ¿no tenés una foto de puente La Noria?». Y Pedro le contestó: «Mauri, esa nos la sacamos juntos cuando nos lleve el chico de Otegui!».

Las familias de los cinco (sus padres, sus casas de la infancia) están en un radio de diez cuadras. Aún no se sabe cuándo llegarán los cuerpos de los fallecidos a San Vicente, ni dónde los velarán. Pero sus familias ya piensan en darles una despedida juntos, honrando su amistad. Clarin

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