Crecimiento prestado

La estadística volvió a dejar esta semana algunos datos que sugieren una reactivación de la economía, pero también otros que siembran dudas respecto de la sustentabilidad del modelo gradualista que impulsa el Gobierno nacional. Entre los aspectos positivos que se conocieron esta semana se destacan los datos referidos al crecimiento del PBI y del empleo, por otro lado el incremento del déficit de cuenta corriente y de la deuda externa y las dificultades que encuentra el Gobierno para contener al dólar y a la inflación son algunos de los aspectos más negativos del panorama económico actual.

El PBI creció 2,9 por ciento interanual en 2017 y superó el pico más alto de 2015, dato que tuvo su correlato en el empleo que aumentó 3,7 por ciento entre el cuarto trimestre de 2017 e igual período de 2016. La mala noticia es que el repunte está apoyado en un endeudamiento en divisas que aumentó más de 70 por ciento en dos años y que se utiliza para cubrir un creciente déficit de cuenta corriente que pasó de representar 2,68 por ciento del PBI en 2016 a 4,8 por ciento un año después.

Los analistas coinciden en que la dinámica de financiar déficit con endeudamiento permitirá al Gobierno nacional llegar a 2019 sin mayores sobresaltos, pero si el equipo de Macri no consigue consolidar un crecimiento sostenido que le permita reducir la necesidad de tomar deuda, corre riesgo de generar una crisis de insolvencia de la que solo será posible salir con un brutal ajuste.

En positivo

Según el INDEC, el PBI creció 3,9 por ciento interanual en el último trimestre del año pasado, lo que llevó al índice a acumular cuatro trimestres consecutivos en alza. En la comparación interanual 2016/ 2017, el nivel de actividad marcó un aumento de 2,9 por ciento, lo que permitió que el PBI recuperara todo el terreno cedido en 2016 y se ubicara 1,1 por ciento por encima del nivel de 2015.

Al considerar el PBI per cápita a precios constantes, las mejoras se atenúan. El nivel de 2017 fue casi 1 por ciento inferior al de 2015 y se encuentra 3,4 por ciento por debajo del máximo de 2011. Según estimó la consultora Ecolatina, recién en 2020 se alcanzaría el techo del producto per cápita de 2011.

Otro aspecto que destacan desde el equipo económico de Macri es que en 2017 el motor más activo del crecimiento fue la inversión que aumentó 11,3 por ciento interanual, mientras que el consumo creció 3,3 por ciento. Esta dinámica marca una diferencia en relación a cómo se generaba el crecimiento durante los años del kirchnerismo, cuando el consumo interno era el principal impulsor de la economía. Según marcan los manuales, un crecimiento basado en la inversión es más sostenible, pero avanza a paso más lento y tarda mucho más en traducirse en bienestar para el común de la gente.

Trabajo: más pero no mejor

El otro dato positivo que dejó la semana tiene que ver con la recuperación del empleo. Según el INDEC, la cantidad de personas ocupadas creció 3,7 por ciento entre el último trimestre de 2017 e igual período de 2016, lo que sugiere que más de 430 mil personas consiguieron empleo. La desocupación se redujo en el mismo lapso de 7,6 a 7,2 por ciento.

El crecimiento del empleo también tiene un costado negativo: los puestos de trabajo que se destruyeron en los últimos dos años son de mayor calidad que los que se crearon.

La informalidad es uno de los aspectos en los que se nota esa tendencia. Siempre según el INDEC, de los 430 mil trabajos que se crearon, solo 266 mil están registrados, lo que indica que más de 40 por ciento de los nuevos ocupados ejercen en el sector informal.

Al analizar solamente el empleo registrado también puede observarse que de la mano de un aumento en la cantidad, viene una disminución en la calidad: la mitad de los nuevos puestos de trabajo registrado corresponden a alguna forma de cuentrapropismo, 10 por ciento son empleadas domésticas y solo 40 por ciento son asalariados. Por otra parte, casi todos los despidos de los últimos dos años se concentraron en la industria manufacturera, que paga sueldos relativamente altos. La cantidad de despidos acumulados por ese sector en los últimos dos años ronda los 66.000.

Vivir de prestado

El combo déficit-endeudamiento es sin dudas el aspecto más preocupante que presenta el contexto actual. Las dos variables se retroalimentan: el déficit obliga a tomar deuda y la deuda hace crecer el déficit.

Cuando tomó las riendas del país, el equipo económico de Cambiemos se encontró con un enorme problema de déficit, pero también con una ventaja que no había tenido ninguno de sus antecesores, un nivel de deuda relativamente bajo.

Esa ventaja le permitió al Gobierno de Macri evitar la receta tradicional de mega devaluación y ajuste brutal para resolver el problema del déficit y optar en cambio por el camino del gradualismo para sanear la economía.

El Gobierno anterior financiaba el déficit con emisión monetaria, lo que mantuvo altos los niveles de consumo interno pero también generó una espiral inflacionaria que terminó minando el poder adquisitivo de los salarios y amenazaba con hacer colapsar a todo el sistema.

Aprovechando el bajo nivel de deuda, el Gobierno de Macri modificó la forma de financiar el déficit. Cambió emisión por deuda.

La nueva receta no produjo hasta ahora resultados positivos contundentes y sí generó desequilibrios que preocupan a los analistas.

La deuda pública relevante casi se duplicó entre 2015 y 2017, pasando de 85.000 millones de dólares al momento del cambio de gestión, a poco más de 150.000 millones al cierre del año pasado. Alrededor de cuatro quintos del total de la deuda pública relevante está nominada en divisas. En este caso, el monto de deuda en moneda dura saltó más de 70 por ciento en los últimos dos años, al pasar de 73.000 millones de dólares al cierre de 2015 a más de 125.000 millones de la misma moneda en 2017, es decir más 50.000 millones de incremento.

El déficit de cuenta corriente aumenta en la proporción que lo hacen los pagos de la deuda. Según datos del INDEC difundidos esta semana, el rojo en la mencionada cuenta se duplicó en 2017 respecto al año anterior y llegó a 30.792 millones de dólares, lo que representa 4,8 por ciento del PBI, el mayor porcentaje desde 1998.

El pago de intereses de la deuda colaboró con 8.162 millones de dólares a ese déficit, lo que representó un crecimiento de 43 por ciento para este ítem.

Desde Ecolatina afirmaron que “en los próximos dos años, la deuda aumentará más rápido que la capacidad de generar dólares genuinos (comerciales). Por lo tanto, quien asuma a finales de 2019 encontrará una economía más dependiente del financiamiento externo que la heredada en 2015”.

En tanto que desde la consultora ACM advirtieron respecto al círculo vicioso que se está gestando. “La dificultad de continuar con este esquema radica en que la cuenta de intereses siga creciendo y eso genere endógenamente necesidades de financiamiento cada vez más elevadas que induzcan a mayores déficits de cuenta corriente”, señalaron.

El desafío para el Gobierno será romper este círculo vicioso, si quiere hacerlo sin recurrir a la conocida receta de mega devaluación y ajustazo, deberá establecer las bases necesarias que le permitan al país incrementar sustancialmente el ingreso genuino de dólares por vía de exportaciones y de inversiones. Para ello resultará fundamental alimentar el incipiente -y por ahora homeopático- crecimiento y mejorar la competitividad del sector exportador.

Dólar, inflación y reservas

El Central volvió a dejar en claro esta semana que no escatimará esfuerzos para contener al dólar. En un solo día vendió más de 300 millones de dólares y en lo que va del mes lleva sacrificados casi 1.500 millones de dólares de sus reservas para contener la suba en la cotización de la moneda estadounidense que comenzó a fines del año pasado.

El objetivo principal del Central no es el dólar sino la inflación. Después de haber desatado una escalada de precios con la gran devaluación de diciembre de 2015, el Gobierno apostó a contener los precios a fuerza de una política de tasas de intereses altísimas. Al precio de un déficit cuasifiscal galopante y restricciones al crecimiento, el Central logró resultados parciales. Después de haber trepado por encima de los 40 puntos en 2016, la inflación bajó a 25 por ciento el año pasado, número similar al promedio de los años de kirchnerismo, pero volvió a acelerarse en los últimos tres meses.

Desde fines del año pasado desde el Palacio de Hacienda advierten con creciente insistencia que las tasas altas conspiran contra el crecimiento de la economía y no garantizan resultados contra la inflación. Atendiendo estos planteos, el Gobierno optó por flexibilizar la política monetaria, lo que obligó a buscar otros elementos para anclar a la inflación.

Los encontró en los salarios y el dólar, de allí los ingentes esfuerzos que viene haciendo la gestión Macri por encuadrar todas las paritarias en un máximo de 15 por ciento sin clausula gatillo y las crecientes intervenciones del Central para contener a la moneda estadounidense.

Todo indica que el Central hará lo que esté a su alcance para que la devaluación se limite a acompañar a la inflación. Reservas superiores a los 61.000 millones de dólares le dan suficiente poder de fuego para seguir interviniendo.

Sin embargo esta política no está exenta de costos ya que a la autoridad monetaria los dólares no les llegan de regalo sino que se consiguen mayormente por vía de endeudamiento externo, de allí que esta puja del Central contra el dólar termine alimentando el problema de endeudamiento citado en párrafos anteriores.

Malhumor

El fracaso del Gobierno nacional en encontrarle una solución al problema de inflación heredado de su antecesor y su tendencia cada vez más pronunciada a usar al salario como variable de ajuste para contener a los precios golpean directo al bolsillo de los trabajadores. Los sucesivos aumentos en las tarifas terminan de dar forma a un cuadro de creciente malhumor social.

El consumo masivo de bienes mostró caídas en 2016 y 2017 y consultoras como Ipsos advierten que  las proyecciones para 2018 también son negativas. Según una encuesta de esa firma, un 37 por ciento de los argentinos debió reducir este año la cantidad de alimentos que compra habitualmente, lo que deja un claro indicio del impacto que están teniendo las políticas impulsadas por el Gobierno nacional en el bolsillo de la gente.

En provincias periféricas como las del NEA el problema social es mayor dada la reticencia que muestra la gestión de Macri a reconocer las diferencias regionales y las que separan a las grandes empresas de las Pymes.

Producto de esa característica del Gobierno nacional, Misiones se quedó sin ITC diferenciado, sin reglamentación del artículo 10 de la Ley Pyme y sin ninguna medida que sirva para proteger a su economía de los efectos negativos de las asimetrías.

Ante ese contexto adverso, el Gobierno de Misiones busca insistentemente que Nación compense a la provincia por los olvidos históricos que conspiran contra sus posibilidades de desarrollo, como la ausencia de una red de gas natural que la ponga en condiciones de igualdad frente a las demás provincias o el deterioro significativo del ramal ferroviario que la conecta con el puerto de Buenos Aires.

Cumpliendo órdenes del Gobernador Passalacqua, los legisladores nacionales de Misiones presentarán un proyecto mediante el cual solicitarán a la Nación una tarifa diferencial de energía que compense a la provincia ante la imposibilidad de acceder al gas natural y la creación de un fondo de compensación energética que se destinaría a obras de infraestructura necesarias en el NEA.

Por otra parte, las medidas incluidas en la reforma tributaria que comenzó a regir este año demostraron ser mucho más beneficiosas para las grandes empresas, bastante menos para las pymes del interior y perjudiciales para los ingresos de los fiscos provinciales. Desde el Gobierno provincial destacaron que en Misiones los principales ganadores fueron las papeleras y advirtieron que economistas ganadores del Nobel, como Joseph Stiglitz, vienen advirtiendo que las políticas liberales de reducción de impuestos por lo general no terminan beneficiando al común de la gente y sí a los grandes grupos empresarios.

Pese al cuadro económico poco alentador, Misiones consigue pagar los sueldos en término, cumplir con sus demás obligaciones corrientes y al mismo tiempo sostener inversiones en el plano social y en el de la obra pública. Desde el Gobierno provincial destacan que eso se debe a la buena conducta fiscal de los últimos 14 años y a una participación activa del estado a través de la promoción del crédito.

Cordialidad y refresh

Desde el entorno del gobernador Passalacqua señalan que su gestión se seguirá apoyando sobre dos ejes centrales: la oposición respetuosa, constructiva y propositiva al Gobierno nacional y el refresh como fuerza de renovación dentro de la propia tropa.

“La renovación es un caso ejemplar a nivel nacional porque no agranda la grieta, no descalifica y acompaña sin ser parte del Gobierno nacional. Se está transformando en un caso de estudio por priorizar la convivencia y cerrar la grieta”, afirman desde Casa Rosada.

En tanto que mediante el refresh se procura introducir cambios en la plana dirigencial que no se limitan a los nombres. Las nuevas conducciones de organismos como el IPLyC, EMSA y la dirección de Arquitectura, permiten establecer un patrón de elección conforme al cual la prioridad no es la historia de militancia política del dirigente, sino los antecedentes que acrediten su capacidad técnica para resolver los desafíos particulares que encierra el área que deberá manejar. “El refresh significa Buscar los mejores hombres para aplicar las mejores políticas y obtener los mejores resultados para la gente. Hacer planes y luego acciones a favor de la gente”, resumen desde el Gobierno.

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