Crimen de Gabriel Cruz: así detenían a la madrastra, la única acusada por el asesinato

Ana Julia Quezada reconoció el asesinato cuando la policía la descubrió llevando el cuerpo en el auto. Fue a las marchas e incluso llevaba una remera con la foto del niño.

Los investigadores españoles estaban seguros que Ana Julia Quezada escondía algo. Y ayer lo confirmaron: encontraron el cuerpo de Gabriel Cruz, el nene de ocho años que desapareció hace doce días en la localidad de Las Hortichuelas, en el baúl de su auto. La mujer, que era la madrastra del chico, había levantado las sospechas de la Policía durante la búsqueda. Y por eso desde el fin de semana pasado, las autoridades le tendieron una trampa que terminó con su detención.

Según una investigación de La Vanguardia, la Guardia Civil empezó a tener dudas cuando obtuvieron las imágenes de unas cámaras de seguridad. Y le pusieron un «cebo» durante el interrogatorio del viernes pasado para ver cómo reaccionaba. Esta mañana Quezada fue fotografiada por los investigadores cuando sacó el cuerpo de un pozo y la arrestaron cuando intentó ingresar el vehículo en su casa, en La Puerta de Vícar.

El testimonio de la mujer fue clave desde un principio, ya que ella y la abuela del chico fueron las últimas que lo vieron. Gabriel se había ido caminando solo hasta la casa de sus primos, pero nunca llegó.

En las primeras declaraciones, cuando las autoridades le pidieron su celular como evidencia, la madrastra del nene aseguró que lo había perdido. Pero unos amigos de ella lo encontraron detrás de un arbusto, días después. Sin embargo, cuando se lo volvieron a solicitar, lo había vuelto a perder.

A pesar de acompañar codo a codo a su pareja en la búsqueda, y hasta llorar ante las cámaras de televisión, la policía la tenía en la mira. Y la situación empeoró cuando le presentó a la policía una remera de la víctima. El hallazgo, que fue en una zona ya rastrillada en el operativo, generó más atención en la mujer, que seguía mostrándose angustiada por la situación.

En el momento de su detención, la mujer gritó que era inocente y que no había hecho nada. Pero los vecinos que estaban cerca llegaron a escuchar como confesó el asesinato, acorralada por las evidencias en su contra. «Lo siento, te quiero, he sido yo», susurró.

Todavía el móvil del crimen es incierto. Y las autoridades están esperando su declaración formal ante la Guardia Civil y la Justicia. Una de las hipótesis sería un «motivo emocional»: celos enfermizos de la buena relación que tenía Gabriel con su papá. Aunque también barajan que el causante haya sido el dinero, ante una posible estrategia para cobrar un rescate.

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