Fuerte expectativa por la inesperada reunión entre Donald Trump y Kim Jong-un

Si es verdad que cada crisis crea una oportunidad, entonces la tensión generada en torno al programa nuclear de Corea del Norte ha abierto la más inverosímil de las posibilidades: una reunión cara a cara entre el líder supremo norcoreano, Kim Jong-un, y el presidente de EEUU, Donald Trump. Asia, y el resto del mundo, ha recibido boquiabierta el anuncio del consejero de seguridad nacional surcoreano, Chung Eui-yong, en la Casa Blanca sobre la cumbre de finales de mayo. Un anuncio que tiene tres causas principales: el cumplimiento mucho más estricto por parte de China de las sanciones internacionales contra Pyongyang, las amenazas estadounidenses de un ataque preventivo —creíbles, dada la impredicibilidad de Trump— y la diplomacia del Gobierno surcoreano del presidente Moon Jae-in.

 

 

“China ha demostrado que cumple seriamente las sanciones contra el programa nuclear norcoreano. Eso ha afectado enormemente a Corea del Norte en todos los aspectos”, explica el profesor Chen Xiaohe, de la Universidad Renmin en la capital china, que cita el casi total embargo a la venta de petróleo a Pyongyang como una medida especialmente dolorosa. «Y aún será más fuerte si continúa en seis meses o un año», a medida que se vayan agotando las reservas del Norte, apunta. El respeto a las sanciones por parte de China -el gran valedor internacional hasta ahora del régimen norcoreano- se volvió mucho más estricto desde el pasado septiembre, cuando Corea del Norte completó su sexta prueba nuclear, la mayor que ha llevado a cabo hasta el momento.

 

Quien ha recibido con más entusiasmo el anuncio ha sido Moon, cuyo papel ha sido esencial en los acontecimientos de los últimos dos meses. El presidente surcoreano ha apostado desde su llegada al poder por tender puentes hacia el norte para conseguir un diálogo entre Washington y Pyongyang y lograr la renuncia del Norte a su programa de armamento nuclear y de misiles. Suya fue la idea de intentar aprovechar los Juegos Olímpicos de Invierno en Pyeongchang como una herramienta de acercamiento que, según parece, está dando frutos inesperados a una velocidad de vértigo. “La reunión de mayo se recordará como un hito histórico que logró la paz en la península coreana”, ha dicho el jefe de Estado. Si Kim y Trump se reúnen, “la desnuclearización completa de la península coreana -el gran objetivo de Estados Unidos y Seúl- entrará de lleno en el buen camino”.

 

 

 

Aún quedan por resolver muchos interrogantes hasta llegar ahí. Para empezar dónde y en qué condiciones se desarrollará esa conversación sin precedentes entre dos de los líderes más impredecibles del mundo. También habrá que establecer una cuidadosa hoja de ruta, que garantice que la cumbre arroja resultados. Que no se limite a una mera foto. Y que no se produzca un desencuentro tal que el remedio resulte peor que la enfermedad.

 

Buena parte de los preparativos recaerán sobre el Corea del Sur en su papel de mediador. Moon ya tiene prevista su propia cumbre con Kim el mes próximo, en Panmunjom, en la frontera entre las dos Coreas. Un encuentro histórico en sí mismo -el primero de líderes de los dos países en once años- pero que servirá para allanar la agenda para mayo.

 

Lo que se vaya perfilando será seguido con la máxima atención por los países vecinos. Chung se desplazará en los próximos días a Pekín y Moscú para informar a las autoridades en sendas capitales. Seúl también enviará un emisario a Japón, un país que había abogado hasta ahora por mantener la línea dura hacia Pyongyang y presionar con sanciones.

 

Preocupado por no quedar al margen en un asunto de gran importancia para su país -varios de los misiles que Corea del Norte lanzó el año pasado sobrevolaron su territorio-, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, ha anunciado ya una visita en abril a Washington para coordinar posiciones. Abe habló este mismo viernes por teléfono con Trump e insistió en que ambos países están de acuerdo “al 100%” sobre Corea del Norte.

 

Optimista pero cauta se mostró China. El portavoz del Ministerio de Exteriores,Geng Shuang, ha dado este viernes la bienvenida a las “señales positivas” y ha pedido “valentía política” a las partes para llevar a buen término las conversaciones.

 

Quien no ha reaccionado ha sido, precisamente, Corea del Norte. Sus medios oficiales aún no han informado de la reunión de Chung con Trump en la Casa Blanca.

 

Hasta ahora, el gran beneficiado es el propio Kim. De momento, gana tiempo. También disipa la amenaza de un posible ataque preventivo. Y puede justificar ante sus ciudadanos que contar con armas nucleares le permite codearse con el presidente estadounidense, algo a lo que su padre Kim Jong-Il aspiró pero a lo que Washington nunca llegó a ceder.

 

Reunirse con Trump “le concede un estatus de igualdad con el presidente de Estados Unidos y fortalece su aspiración a que Corea del Norte sea reconocida como potencia nuclear de facto”, apunta Evan Medeiros, antiguo asesor del presidente Barack Obama para Asia, en una nota de la consultora Eurasia Group.

 

Según tuiteaba Suzanne di Maggio, del think tank New America, la reunión “tendrá que gestionarse muy cuidadosamente, con mucho trabajo de preparación. De otro modo, corre el riesgo de convertirse en un espectáculo más que en algo sustancial. Ahora mismo, es Kim Jong-un quien está marcando la agenda y el ritmo, y la Administración Trump reacciona. La Administración tiene que actuar rápido para cambiarlo”.

 

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