Análisis semanal: Política en tiempos de crecimiento invisible

El tercer año de gobierno suele ser más difícil que los anteriores. El electorado comienza a olvidarse del gobierno anterior y a culpar al actual por sus problemas. La pesada herencia pierde fuerza como argumento, la gente pide más resultados concretos y está mucho menos dispuesta a creer en supuestos bienestares futuros. A tono con este nuevo contexto, el presidente Macri abrió el período de sesiones ordinarias del Congreso con un discurso que miró poco hacia el pasado e intentó generar expectativas de corto y mediano plazo. Obligado por las circunstancias, habló poco de economía y casi nada de corrupción.

En su versión 2018, Macri se esfuerza como nunca antes por demostrar que también tiene una agenda de gobierno para los sectores progresistas. En ese plan, dio luz verde para debatir un reclamo histórico de grupos feministas, la despenalización del aborto, y anunció que el Gobierno avanzará en proyectos tendientes a eliminar la brecha salarial de género y a extender las licencias por paternidad.

En este nuevo contexto está ganando protagonismo mediático el ministro de Salud de la Nación, Arturo Rubinstein, portador de un currículum envidiable y de un discurso más amigable con el progresismo. Será la principal voz dentro del Gobierno a favor de la despenalización del aborto y el emblema de una pelea que la Nación pretende dar contra los laboratorios para reducir los exorbitantes precios de los medicamentos en Argentina.

Con un discurso más amigable para el progresismo, será la contrafigura de la ministra Patricia Bullrich, que seguirá siendo la estrella a la hora de hablarle al votante de centro derecha dentro de un Gabinete que pretende tener un menú más variado.

La incorporación de temas de la agenda de género no debería interpretarse como un giro hacia la izquierda del Gobierno nacional, sino como un gesto de mayor apertura. De hecho, durante su discurso del jueves Macri dejó en claro que no cambió en absoluto su inclinación hacia la mano dura como respuesta a los problemas de inseguridad, ni su visión liberal de la economía.

El costado flaco

En un discurso en el que debía dar cuenta de su acción de gobierno, el presidente prácticamente pasó por alto un área tan determinante como la economía. No habló de ninguno de los principales problemas que enfrenta el país en ese terreno, expuso algunos datos positivos que arrojó la estadística en 2017 y prefirió expresiones eufemísticas a explicaciones técnicas.

Al igual que un año antes, aseguró que “lo peor ya pasó” y que “ahora vienen los años en los que vamos a crecer”. Volvió a comparar a la economía con un edificio en construcción cuyas bases –ahora sí- estarían terminadas. “Hace un año, en este recinto, les dije que teníamos que construir las bases para que la Argentina pudiera crecer 20 años en forma consecutiva y eso es lo que hicimos. Ese crecimiento invisible sucedió”, sostuvo.

Según esta interpretación la economía estaría mejorando, pero esa mejoría todavía no llegó a la mayoría de la gente –de allí lo de crecimiento invisible- cosa que sí ocurriría en algún futuro. Sin embargo no dio precisiones técnicas que indiquen cómo se produciría ese proceso.

No es casualidad que Macri haya hablado poco de economía. Los sondeos de opinión señalan que ese aspecto de su gestión es valorado de forma cada vez más negativa tanto por el mundillo empresarial cuanto por el ciudadano de a pie.

El Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) difundido en el día de publicación de este artículo señala que las expectativas de inflación volvieron a aumentar y las de crecimiento económico, a bajar.

El informe –definido como un seguimiento sistemático de los principales pronósticos macroeconómicos de corto y mediano plazo que habitualmente realizan analistas especializados, locales y extranjeros- elaborado por el Banco Central señala que de enero a febrero, las proyecciones de inflación anual para 2018 se incrementaron de 18,4 a 19,9 por ciento. También se corrigieron al alza las proyecciones para 2019, de 13,5 a 14 por ciento; y para 2020, desde el 9,1 al 9,7 por ciento. En todos los casos, lo proyectado por los analistas supera por mucho las metas de inflación del Gobierno, señal de la poca credibilidad del Central a la hora de fijar metas.

Los pronósticos referidos al crecimiento del Producto Interno Bruto (PBI) para este año bajaron de 3 a 2,7 por ciento.

Pero no solo los analistas hacen proyecciones cada vez menos optimistas, también lo hace el resto de la gente. Eso al menos es lo que demuestra un reciente sondeo de opinión elaborado por la Universidad de San Andrés, según el cual la cantidad de personas optimistas respecto al curso de la economía cayó en febrero a la mitad en comparación con noviembre, mientras que las opiniones negativas se triplicaron.

Según este trabajo, la insatisfacción respecto de la gestión del presidente Macri asciende al 58 por ciento y el aspecto más cuestionado es el manejo de la economía.

Al preguntarles a los entrevistados acerca de si la situación del país mejoró, empeoró o sigue igual desde que comenzó el gobierno de Mauricio Macri, por primera vez la proporción de los que responden “peor” (41%) es mayor que los que dicen “mejor” (37%). Esta fotografía contrasta con noviembre de 2017, apenas terminada la elección de medio término, cuando la proporción de los que consideraban que la situación estaba “mejor” llegaba al 52%.

Ante la pregunta “¿Cómo cree que estará la situación del país dentro de un año?”, 43 por ciento de los consultados eligió la opción “empeorará”, 20 por ciento pronosticó que no habrá cambios y 30 por ciento anticipó que la situación “mejorará”.

El retroceso en las expectativas es consistente con la evaluación más baja del momento actual. En respuesta a la pregunta “¿Cuál diría que es su nivel de satisfacción por cómo marchan las cosas?”, 58 por ciento se mostró “insatisfecho” o “muy insatisfecho” y 39 por ciento “satisfecho” o “muy satisfecho”. Antes de las elecciones la relación era casi exactamente inversa.

La encuesta de la Universidad de San Andrés también deja de manifiesto que los sectores de menores ingresos le fueron restando apoyo a la gestión oficial. De hecho, son los que explican buena parte del deterioro en la imagen en el Gobierno.

Como contrapartida, la clase media; media-alta y alta mantienen su adhesión. Lo mismo que la franja generacional por arriba de los 40/45 años. Una característica que atraviesa a todo el país.

El recalentamiento inflacionario junto con la suba del dólar, el affaire Triaca y su permanencia en el cargo y la reforma previsional fueron –en ese orden-  los aspectos negativos más mencionados por los encuestados.

Una parte del empresariado también empieza a encender luces de alerta. En su primera reunión del año, la Junta Directiva de la Unión Industrial Argentina (UIA) lanzó críticas al Gobierno por el “crecimiento de las importaciones” y la “fuerte caída en el consumo”.

Desde afuera también ven a la economía argentina más endeble frente al contexto mundial. El indicador más acabado de ello es el riesgo país, elaborado por el JP Morgan, que para Argentina aumentó 13 por ciento en el primer bimestre, a contramano de la estabilidad observada en el mundo emergente, para el que se registra un descenso promedio de apenas 1,5 por ciento.

Positivo pero no tanto

Durante su alocución el presidente apuntó a aspectos para sustentar una visión optimista del rumbo económico: empleo, inversión, crecimiento del PBI, salarios y consumo en sectores puntuales. Puntos en los que el Gobierno puede exhibir datos alentadores.

En relación al crecimiento de la economía, destacó que fue de casi 3 puntos, el más alto desde 2011. En rigor de verdad eso es cierto, pero no menos cierto es que el mismo indicador había arrojado una contracción del 2,3 por ciento durante su primer año de gobierno y que el tamaño de la economía luego de dos años de gestión de Cambiemos es casi el mismo que el de 2015.

El brote verde más pronunciado es el de la inversión que en 2017 registró un incremento de 11 por ciento en relación al año anterior. Pero aquí nuevamente se parte de un año (2016) de contracción (8,2 por ciento) y se termina llegando a un nivel apenas superior al de 2015.

El mismo razonamiento aplica a la hora de analizar el poder adquisitivo del salario. Durante su discurso el presidente celebró que en 2017 los salarios (en promedio) le habían ganado a la inflación. Sus dichos cuentan con el respaldo del Indec que señala que el año pasado los salarios crecieron tres puntos por encima de la inflación, pero esta recuperación no llega a compensar el terreno perdido en 2016, cuando los sueldos perdieron contra la inflación por más de 7 puntos.

En estos tres aspectos (PBI, inversiones y salarios) el gobierno puede anotarse el triunfo de haber revertido una tendencia que era negativa, pero todavía no alcanza números que muestren mejoras sustanciales en comparación a los del gobierno anterior. El desafío será mantener la tendencia positiva para evitar que aquello que se pretende sea un proceso de crecimiento sostenido no termine quedando en un rebote.

Macri también destacó la creación de empleo, dato que muestra una mejora, pero también tiene su costado negativo.

El año pasado se crearon 268.000 nuevos empleos registrados, lo que permitió que el primer bienio de Macri terminara con un crecimiento de 2,5 por ciento en ese aspecto. Los cuestionamientos en este caso pasan por la calidad del empleo que se genera y del que se destruye.

La mitad de los nuevos puestos de trabajo registrado se inscriben en alguna forma de cuentrapropismo, 10 por ciento son empleadas domésticas y 40 por ciento asalariados. Por otra parte, casi todos los despidos se concentran en el sector de la industria manufacturera, que tradicionalmente paga sueldos relativamente altos. La cantidad de despidos acumulados por ese sector en los últimos dos años ronda los 66.000.

A la hora de hablar de consumo, Macri se centró en algunos artículos que tuvieron un crecimiento exponencial como automóviles, motos, cemento o asfalto. De nuevo, lo que dice el presidente es rigurosamente cierto, pero no menos cierto es que el consumo de productos masivos –relacionados al poder adquisitivo de la gente- muestra una tendencia fluctuante y en enero cayó 2 por ciento interanual.

Los datos se desprenden de un análisis que realiza mensualmente la consultora Kantar Worldpanel que señala que el de 2018 fue el tercer enero consecutivo  con arranque negativo para el consumo masivo -de 2016 a 2018- y que cuando se compara este último enero con el mismo periodo de 2015, la canasta se contrajo un 10 por ciento en volumen.

La caída de la canasta de enero tuvo cómo foco el nivel socio económico (NSE) bajo superior –que representa un tercio de la población Argentina-, donde el consumo se redujo un 11 por ciento en volumen. “La evolución de este grupo tiene un impacto directo en el total de la canasta. Estos hogares fueron históricamente el motor de crecimiento y tuvieron un nivel de consumo similar a los niveles altos y medios; incrementos en tarifas en servicios y transporte, inflación en ascenso, y paritarias todavía lejanas y sin claridad de ganarle a la inflación impactan directo en las posibilidades y perspectiva de este grupo determinante de la población”, puntualiza el trabajo.

Atenuar el golpe

El incremento de las tarifas y el repunte de la inflación que se desataron después de las elecciones del año pasado afectaron a todo el país pero –como siempre- se sienten con más fuerza en las regiones más postergadas del país, integradas por las provincias del norte.

Buena parte de las familias misioneras se vieron obligadas a recortar sus consumos cotidianos y reducir el gasto a lo esencial. En ese contexto el programa Ahora Misiones, que por estos días tiene su versión orientada a las compras de inicio de clases, resulta un paliativo efectivo para evitar que la caída de las ventas en los comercios de la provincia no sea pronunciada y brinda a los consumidores una alternativa para que sus pesos valgan un poco más.

Aunque el rumbo económico marcado por la Nación todavía no esté dando resultados positivos concretos que puedan sentirse en el bolsillo de la mayoría de los misioneros, el Gobierno provincial reafirmó su compromiso de aportar gobernabilidad y de acompañar las decisiones de un presidente que respaldado recientemente por el voto popular, siempre y cuando esas decisiones no afecten los intereses de la provincia.

Sin embargo son cada vez más los funcionarios de primera y segundas líneas que observan con preocupación el contexto. Remarcan que Misiones accedió a firmar un pacto fiscal que la obligaba a perder recursos –en una cuantía estimada en alrededor de 3.000 millones de pesos por año- con la promesa de que llegaría una reactivación del sector privado que compensaría con creces lo resignado, pero a dos meses de vigencia de ese pacto el sector privado no generó empleo ni bajó los precios. “Esto ya lo vivimos, bajan los impuestos pero las empresas no invierten, ni siquiera bajan los precios”, lamentó una fuente cercana a la Casa Rosada.

Desde la Provincia entienden que el único camino de acción posible pasa por redoblar los esfuerzos en la gestión y manejar con extrema responsabilidad los escasos recursos públicos. Eso permitió, entre otras cosas, que Misiones fuera la primera provincia en cerrar paritarias con el gremio docente mayoritario y garantizar así el normal inicio de clases.

Desde la Nación entienden que más allá de dimes y diretes, la colaboración más grande que puede prestar un Gobierno provincial es mantener una gestión ordenada que ayude a contener el creciente malhumor por la manera en que el rumbo de la economía está perjudicando al bolsillo de la gente. Desde ese punto de vista, Macri conserva especial estima por el gobernador Passalacqua y no lo oculta en reuniones privadas.

Por otra parte, la reunión de Gabinete de la semana pasada les dejó en claro a los funcionarios provinciales que el contexto obliga a redoblar esfuerzos y que quien no esté a la altura de hacerlo no tendrá lugar en ningún lugar de la administración pública. El mensaje llegó y durante toda la semana hubo poco lugar para el descanso y mucho para el trabajo. Esa promete ser la tónica de todo 2018.

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