El asesino del triple crimen de Guaymallén había cambiado su apellido para ocultar su pasado violento

José Molina trabajaba como remisero y así conoció a su pareja. Tenía antecedentes por hurto y había sido denunciado por su ex.

José Patricio Molina era, para los familiares y amigos de su novia Mayra Soledad Bueno, José Giménez. Los investigadores sospechan que había decidido presentarse con otro apellido tal vez para evitar que se conocieran sus antecedentes como delincuente. Ese pasado volvió de la peor manera esta madrugada cuando el hombre de 39 años asesinó a su pareja, a su suegra Mónica Isabel Outeda (51) y al pequeño Lautaro (6), hijo la joven con una pareja anterior.

Cercado por la Policía, el hombre que tenía antecedentes por hurtos, se suicidó. También había sido denunciado por violencia de género contra su ex mujer, a quien habría amenazado.

El triple crimen que conmueve a Mendoza ocurrió en el barrio Escorihuela, de Guaymallén. Molina, tras matar a las dos mujeres y al niño, comenzó un incendio en la vivienda de calle Barcelona, buscando ocultar las evidencias. Los vecinos, al notar las llamas, salieron a intentar combatir el fuego como podían mientras esperaban a los bomberos. En ese momento descubrieron los tres cuerpos sin vida.

Molina trabajaba como remisero y así conoció a la joven de 25 años, que era maestra jardinera. La llevó un par de veces al jardín maternal del barrio Cocucci donde “se mostraba amoroso con ella», según recuerdan las compañeras de Mayra.

Si bien la relación era incipiente, la pareja ya convivía en la casa de Mónica Isabel Outeda (51), la mamá de Mayra, donde también vivía Lautaro Valentino Vega, el hijo de 6 años de Mayra.

Esa buena impresión que causó Molina entre las compañeras de Mayra no era compartida por los familiares de ella. “Hace un tiempo ellas se habían alejado de nosotros. Pasamos la Navidad juntos, pero después es como que no querían que nos acercáramos”, dijo un allegado al diario El Sol.

Vecinos del barrio Escorihuela tampoco tienen el mejor recuerdo del hombre. “No saludaba o andaba con mala cara todo el día. Muchas veces corría a los chicos que se juntaban y se sentaban en la vereda porque no le gustaba que estuvieran ahí”, señaló una mujer.

Esos mismos vecinos escucharon ruidos y gritos durante la madrugada en la casa de Outeda, pero nunca imaginaron el infierno que se vivía dentro de la vivienda mientras Molina asesinaba a su suegra pegándole con un objeto contundente en la cabeza. Mientras que a su pareja la mató a cuchilladas y al pequeño Lautaro lo habría ahogado en una pileta para que dejara de llorar.

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