Comenzó el Campeonato de Wakeboard en San Ignacio

En una primera jornada soleada hubo demos de bikers, skaters y slakline, entre otras artes extremas. Por la noche, con Hugo Lobo a la cabeza, la Backing Band llenó de pulsión reggae y ska. Comenzó a rodarse la película del fenómeno deportivo.

Por sexta vez el campeonato de Wakeboard largó la temporada en el Club de Río, pero el panorama comenzó a vislumbrarse desde el viernes, con la exhibición de otros deportes extremos que están hermanados por un riesgo similar con todo el imaginario del arte urbano, incluso tatuado en la piel.

El campeonato de Wakeboard de San Ignacio está tomando una fuerza tal que los mismos autores de Otra Escuela (una serie que se vio en la Televisión Pública) están dirigiendo un documental desde hoy, sábado. Con dirección de Diego Bellocchio, la idea es dejar un testimonio audiovisual de un fenómeno de agua dulce con vista al parque Teyú Cuaré, que hoy no solo reúne a riders de la Argentina. Entre más de treinta participantes hay competidores que vinieron desde Colombia y Estados Unidos.

RUEDAS

Franco Larrea (16) vuela por el aire haciendo un doble backflip que logra concretarlo por primera vez en la vida para luego zambullirse a salvo en el río, en el centro de los bañistas que siguen de cerca las picadas de las bicicletas por una rampa de madera por donde bajan veloces desde varios metros cuesta arriba. Franco Larrea (16, de Leandro N. Alem) admite que, si bien es agua, caer puede doler. Porque hay que tener práctica, tal como lo practica hace unos tres años al menos Damián Sequeira (26, de Apóstoles). Ambos dicen sentir mucha adrenalina antes de precipitarse al agua con su BMX. Eso los motiva.

“La idea es no pegar el planchazo”, dice Damián, que debe tantear bajo el agua para encontrar a la bici con la cual se arrojó al agua por el mini-jump montado en la playa. El contexto de deportes extremos ofrece un medio tubo para los skaters, un espacio que la marca Nativus montó para deleite de los aficionados.

Otro aspecto que enriquece al predio es la presencia de una escuela de Cultura extrema de Ramos Mejía, Buenos Aires. Son once jóvenes entre los cuales hay equilibristas de stickline: es una cinta elástica que se tensa para hacer piruetas que desafían la gravedad. Otros dos son los acróbatas de piso y saltan como si hubieran salido de una película de artes marciales.

Los músculos se afirman a pleno también en la kalistecnia, una especie de barra cuasi olímpica. Roxana Tello (23) ha sentido su piel quemarse por caídas en las que se aferró a la tela para practicar acrobacia aérea. Aunque el desliz le costó dejarse las piernas en carne viva ella insiste y continúa por el placer de sentirse a metros sobre la tierra y dejarse llevar por los arquetipos de algo que parece danza. Ahora su piel está enrojecida por el sol abrazante de las horas y se ve feliz por subir tantas veces como pueda a lo alto de la tela.

A las orillas del río los cuerpos se dejan tostar mientras algunas lanchas calientan motores para las demostraciones de los riders, muchos de ellos todavía desperezándose para la competencia que recién hoy arranca con esas botas adosadas a las tablas para hacer wakeboard sobre las olas. Una pantalla led anticipa cómo serán los trucos de los competidores. A un costado, el escenario ostenta un tamaño más grande que en 2016. Debería ser por lo colosal del sonido que más tarde sonará como un vendaval de ska y reggae con la Backing Band, el grupo que armó Hugo Lobo para una noche de frescura subtropical.

KARAMELO EN FLOR

La Backing Band con el trompetista Hugo Lobo y el trombonista Fernando Alvarada (Dancing Mood y Los Cadillacs) inyectan el swing que ambos llevan adelante con Dancing Mood. Tocan por primera vez con músicos locales (previo pase de partituras a cada cual) y parecen conocerse de hace más tiempo. La prueba de sonido sirvió para aprender todos los guiños indispensables para una velada a pleno. Entre en este ensamble, hay misioneros que son miembros de Flores a los Chanchos y exintegrantes de Karamelo Santo. Por eso es que todo se escucha con fuerza y vitalidad apenas arrancan con The Wiz (un clásico con el que Hugo Lobo siempre rompe el hielo a puro fogonazos).  La impronta será acudir a clásicos del género que son imbatibles para el vaivén del cuerpo que no parará ni un segundo mientras la Backing Band arremete con su muralla de vientos. Suenan Midnight Flight, Melody for Rico y Latin Goes Ska. Más de una docena de perlas instrumentales serán parte del line up del concierto bajo un cielo estrellado de San Ignacio.

Más temprano abrió la ronda Ninguno, con pura energía grunge como para sacudir la modorra acumulada de tanta insolación. La banda “que le da voz a los que no tienen voz” )los perros abandonados no muerden ni ladran) creó una pequeña atmósfera de Seattle pero con una versión coloquial, sin ninguna duda arraigada con Desaparecer, el tema con el cual siempre se despiden. Luego, con el algo de synth pop atemperó la noche bailable EspontáNea, con Tu nombre y el mío, de Lisandro Aristimuño. El set de clásicos canciones conocidas pero con una impronta electrónica le dan a EspontáNea un crossover apto para el post playa.

Para la despedida el dúo Marcianico y el DJ Tato Piatti hicieron sentir los pulsos de una primera jornada de la Copa Wakeboard con el baile frenético de un encuentro que apunta a más allá de lo estrictamente deportivo.En el predio está transmitiendo en vivo FM Circus con distintas programaciones y marcas como Coca Cola, Powerade y Piporé tienen sus espacios propios.

LOBO, ¿ESTAS?

Hugo Lobo y Fernando Alvarada comparten banda en Dancing Mood y ambos tuvieron la bendición de ser vientos de los Fabulosos Cadillcas en distintas épocas. Conocen en facilidad el lenguaje de poder intercambiar guiños sin que a ninguno se les mueva un pelo de incomodidad y en escena hasta parecen conversar con trompeta y trombón, respectivamente. Esto de armar bandas junto a donde vayan es algo frecuente. “Es una modalidad bastante usual en los artistas de reggae”, dice Lobo. El estilo se llama backing band, argumenta Lobo y explica que la idea es tomar distancia del centralismo de Capital Federal, de donde viene. “Es una utopía de este proyecto para fomentar la cantidad y la calidad de músicos que hay en el país y no solo en Capital Federal. Lo vengo haciendo todos los fines de semanas. Se me ocurrió hacerlo hace cuatro años y lo vengo haciendo por todo el país, en lugares donde ya está asentada la música, ok. Lugares como Tandil, Pinamar, Miramar, Necochea, Santa Teresita que en abril no existe. No hay nada. No una heladería abierta. Y hay un montón de músicos, un montón de talentos y tienen que laburar de otra cosa o si quieren tocar tienen que pagar. Entonces es generar trabajo para los músicos independientes también”. Algo similar dice Fernando Alvarada, que hasta 2002 fue trombonista de Los Cadillacs y es actual miembro de Dancing Mood. “Somos más o menos de edades parecidas, así que manejamos los mismos problemas, las mismas cosas de viejo, de joven”, apuntó. “Es muy divertido tocar con ellos (Dancing Mood) porque gusta mucho escucharlos y a su vez es una presión para ir tocando mejor.  Son todos muy improvisadores, muy buenos músicos. No se daba en la música popular, ahora se está dando algo parecido”.

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