Habló el amigo del joven que murió después de ser arrastrado durante 12 cuadras y fue testigo del hecho

Diego Parisotti vio cómo un auto rojo embistió a su amigo Nahuel Barragán durante la madrugada del domingo. «Cuando lo estaba buscando, la policía no me creía que estaba acompañado por otra persona», afirmó.

«Quince años de amistad. Eso es lo que me rompieron. Nahuel era de esos tipos que nunca reclamaba nada y siempre estaba al lado tuyo. Podían pasar años sin vernos y al reencuentro charlábamos como si nada hubiese pasado en el medio. Todo el mundo tiene un amigo así. Ese era él». Las palabras son de Diego Parisotti, un joven de 26 años marplatense quien en la madrugada del domingo vio cómo a su amigo Nahuel Barragán, de 25, lo atropellaba un auto y luego se esfumaba de su vista.

Pocas horas después se corroboró que Nahuel había sido arrastrado durante 12 cuadras debajo de un Peugeot 206 rojo conducido por Yonatan Maurette, un cabo del Ejército argentino de 29 años, quien dio positivo en el control de alcoholemia y hoy se encuentra detenido en el penal de Batán, de la ciudad de Mar del Plata.

El militar dejó el auto en la puerta de su casa y, aún con el cuerpo de Barragán debajo del vehículo, se fue a dormir a su hogar como si nada hubiera pasado.

Aún no se sabe si Parinotti pudo digerir del todo lo ocurrido durante la madrugada del domingo en la ciudad bonaerense. Relata el hecho con dolor pero con soltura. Según sus propias palabras, aún no pudo terminar de caer en el hecho de haber perdido a su amigo de toda la vida.

«Tengo millones de recuerdos con él. Vivimos cosas que solamente dos buenos amigos recuerdan. Y se me viene todo a la cabeza en estos días. Como un viaje que hicimos a Córdoba una semana y donde conocimos a Magalí, la chica que estaba con nosotros durante la noche antes de que pasara el accidente», le explicó en una conversación telefónica Parisotti a Infobae.

La amistad entre Diego y Nahuel comenzó en 2002, cuando ambos compartieron el sexto grado del colegio que entonces se llamaba Escuela N° 26. Cursaron la escuela secundaria en instituciones diferentes, pero ya la relación estaba asentada.

«En los últimos años no nos veíamos tan seguido. Pero teníamos esa relación medio como si fuera de familiares. Podía pasar un año sin vernos y cuando nos encontrábamos, nos contábamos lo que hicimos la semana anterior», dijo Parisotti.

El sábado volvían a reunirse. El plan era encontrarse los dos junto a Magalí, otra chica marplatense a la que habían conocido en el viaje de una semana a Córdoba y a la que no veían desde hace años.

«Nos juntamos a eso de las seis de la tarde en la esquina de San Martín y San Luis. Después nos fuimos a jugar al pool Jockey, ahí en la calle Santiago del Estero. Estuvo buenísimo, recordamos los momentos del viaje, cenamos una pizza y nos cagamos de risa. Hasta las 4 de la mañana, cuando nos fuimos, fue una noche perfecta», relató Parisotti.

Luego de la salida del pub, ambos amigos acompañaron a Magalí a su casa y luego se subieron a la moto para irse a la casa de ambos. Parisotti vive en el barrio San Martín y Barragán tenía su casa a ocho cuadras, ya en el barrio Cerrito Sur.

«Durante ese trayecto, Nahuel me estaba contando lo feliz que estaba. Había terminado de pagar una nueva moto y estaban a punto de entregársela, era un fanático de las motos. Después, se quejaba de boludeces de su laburo, pero normales, como todo el mundo. Le gustaba quejarse por nada», afirmó el joven de 26 años.

Al llegar al cruce de las calles Colón y 192, ambos cayeron al suelo después de morder un cantero del boulevard.

«Yo caí sobre el pasto y Nahuel se quedó en el medio de la calle. A los pocos segundos se nos acercó un chico en una bicicleta. Paró y nos preguntó si estábamos bien. Nahuel le respondió que sí, pero creo que se había lastimado una pierna. Estaba arrodillado como cuando te pegan jugando al fútbol. No habrán pasado diez segundos cuando de repente escuché el sonido de un auto muy acelerado».

«Yo estaba en el pasto y vi cómo el auto vino a toda velocidad. Primero, atropelló al chico de la bici, lo levantó por el aire. Después atropelló la moto y después le pegó a Nahuel. Ahí, mi amigo desapareció. Si lo agarraba de pie, seguro también lo levantaba por el aire. Era como cuando un mago te hace un truco y desaparece una persona en un instante, igual», describió Parisotti con angustia.

Diego no encontraba a su amigo: gritó por su nombre y nadie le respondía. Se puso a buscarlo por todos lados con el otro chico, que solo había sufrido un fuerte golpe en las piernas.

«No entendíamos dónde podía estar. Incluso, la policía no nos creía que yo estaba con otra persona en la moto. No había manchas de sangre en el suelo. Pensaban que les estaba mintiendo», explicó.

Durante unas horas, tanto Parisotti como la familia de Nahuel desplegaron en las redes una campaña de búsqueda de Nahuel. «Hasta que por medio de un conocido me hablaron de lo que ocurrió con ese militar. Mandé un amigo a su casa cuando se estaba desarrollando el operativo policial y a los pocos minutos me llamó y me dijo ‘Nahuel está muerto'».

El vacío por la pérdida del amigo de toda la vida se mezcló con la famosa culpa del sobreviviente. La pregunta que quedará con una incógnita eterna: ¿Por qué no fui yo el atropellado?

«Tengo ese remordimiento de pensar por qué no estaba más cerca, más a su lado. Pero es que no me dio tiempo».

El cabo del Ejército Maurette quedó detenido durante el domingo. La policía lo arrestó gracias al testimonio de un canillita, que denunció haber visto el cuerpo de Barragán debajo del auto estacionado. Además, el militar dio positivo en el control de alcoholemia y en su casa se encontraron 13,8 gramos de Cannabis Sativa (marihuana).

El fiscal que lleva la causa, Pablo Cistoldi, agravó la imputación durante la mañana de hoy. Lo que en un principio había sido caratulado como «homicidio culposo» pasó a convertirse en «homicidio simple con dolo eventual».

Así, el hecho ocurrido en la madrugada dejó a una familia derrotada en el abismo. Nahuel era el hijo único de su mamá. No tenía padre ni hermanos y ambos vivían en la misma finca que sus tíos, quienes tenían la casa delante de la suya.

«Era primo de dos nenes con autismo a los que ahora habrá que explicarles que la persona con la que se criaron como si fuera un hermano mayor ya no está más», le reveló a Infobae una persona cercana a la familia que prefirió no revelar su identidad.

«Era hijo único y solo vivía para trabajar en la fábrica de máquinas de envasado, visitar a sus amigos y estar con su familia. Si tenía que dar todo para ayudar, lo hacía», agregó.

En tanto, Parisotti espera que la muerte de su amigo sirva para cambiar la manera de la gente de contemplar la vida.

«A este tipo le van a dar cinco o seis años de cárcel y después va a salir. Si le suspenden el registro, agarra de nuevo un auto y sale a la calle como si nada. Incluso, si va a la cárcel tiene que ser para que aprenda algo, para que cambie su manera de pensar», reflexionó.

Y añadió: «Ahora espero que se haga justicia y que la gente empiece a cambiar la forma de pensar. Pueden cambiar miles de leyes, pero si la gente no cambia la forma de ver la vida, no vamos hacia ningún lado».

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