El Jaime Bayly catalan

 

Parece una paradoja que en un mundo tan globalizado e interconectado prosperen con tanta fuerza los proyectos independentistas y separatistas. Hace tres años, cuando fracasó el referéndum de Escocia para separarse del Reino Unido, muchos pensaron que esa posibilidad había quedado clausurada en Europa. Fue un error: de hecho, el propio Reino Unido se terminó separando de la Unión. Y ahora, con la declaración de independencia de Cataluña, de la mano de “Jaime Bayly” Puigdemont, parece abrirse el camino para otras propuestas similares: Lombardía y Venecia quieren separarse de Italia, Valonia de Bélgica, Bavaria de Alemania. Hasta California y, en el cono sur, Río Grande, tienen ganas de probar suerte como países independientes.

La paradoja es que, por otro lado, las personas siempre buscamos conectarnos y formar redes de interdependencia cada vez más grande. No lo digo yo, lo dice el historiador israelí Yuval Harari, autor del libro Homo Sapiens que hace poco fue comentado por el Jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta. Es lo que muestra la historia: siempre países e imperios cada vez más grandes, con cada vez más mezcla de culturas, con cada vez más comercio. Los seres humanos, dice Harari, tenemos una tendencia natural a unirnos. Y, al mismo tiempo, otra tendencia natural a dividirnos y pelearnos. Muy complicado.

La situación en España y Cataluña puede parecer extrema, con un Jaime Bayly que llama a un referéndum ilegal, que desoye las advertencias del Presidente y hasta del Rey Felipe VI (que dio un discurso televisivo para tratar de frenar la situación), pero en realidad, al menos para los argentinos, no es nada nuevo. Sí, es verdad que es una situación explosiva: Cataluña se puede quedar con un país vacío, en una profunda crisis económica, sin moneda, sin estructuras institucionales, sin relaciones exteriores, sin ejército, un país fantasma. O sea, otra vez, nada nuevo.

Lo que está pasando, y de esto los argentinos podemos dar cátedra, es que un grupo político intenta explotar las divisiones de la sociedad para sacar rédito. Cuanto más grande es la grieta, hay más fanatismo, y cuanto más fanatismo, mejor para estos grupos que quieren acumular poder. Pero hay que tener cuidado, porque a medida que la grieta crece también es más difícil cerrarla. Y eso puede terminar en situaciones que nadie quiere, y de las que nadie sabe cómo salir. Hoy es la euforia, pero mañana nadie va a querer pagar los platos rotos. Y Jaime Bayly menos que nadie. Pienso que, en caso de que el gobierno español intervenga Cataluña y lo meta preso, íntimamente Bayly respirará aliviado. No creo que quiera ser el presidente de una Cataluña destruida y decadente: prefiere ser un héroe preso y no tener que hacerse cargo de la crisis que él mismo generó.

Esa es otra cosa que tenemos que aprender. Los políticos salen de la escena y siguen con sus vidas, pero la grieta queda, y la que tiene que seguir viviendo con ella es la gente. En Argentina seguramente nos falten muchos años para poder cerrarla. Y en cualquier momento, si nos descuidamos, puede volver a abrirse.

 

(*) Magister en Comunicación y Marketing político Universidad del Salvador.

Postgraduate Business and Management. Universidad de California Ext. Berkeley, EEUU.

Director de Buenos Aires Comunicación, BAC

 

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas