Valentín, el bebé tucumano que nació contra todos los pronósticos

Carolina Portuese fue mamá de joven: a los 23 y a los 25 años. El paso del tiempo fortaleció las ganas de tener otro hijo y se propuso intentarlo otra vez. Sin embargo, cada vez que quedaba embarazada lo terminaba perdiendo y siempre en la misma etapa: casi a los tres meses. Pasaron 10 años desde que nació su segunda hija y, en el camino hacia el tercero, las desilusiones le fueron ganando. En esa década, tuvo seis legrados y el último fue en septiembre del año pasado.

Las recomendaciones de los médicos y las consecuencias emocionales que sufría la familia la llevaron a tomar la decisión de abandonar la búsqueda. Por cuestiones de salud se sometió a un bypass gástrico y su médico le dio la opción de cortarle las trompas en la misma operación. Ella accedió. Pasaron dos meses de la intervención y los problemas aparecieron: náuseas, depresión y pérdida de peso, entre otros. Al principio se creyó que los dolores estaban relacionados a la cirugía pero con el correr de las horas los médicos empezaron a preocuparse y le pidieron una tomografía. Los resultados fueron increíbles: estaba embarazada.

Cuando Carolina vio a Valentín no lo podía creer. Él ya la conocía hace cinco meses pero ella recién lo veía por primera vez. A esa altura ya estaba casi formado, se le veían las manitos y hasta el sexo. Ella estaba en shock. «’No puede ser, no puede ser’, repetía yo», recuerda la mujer.

La maestra de 37 años vive en Villa Urquiza con su marido y sus tres hijos: dos nenas de 11 y 14 años y el bebé de 9 días. Ya más tranquila, describe cómo fue el angustiante proceso por el que pasó hasta llegar a Valentín: «me hice muchos estudios en todos estos años. Después del cuarto legrado descubren que tengo trombofilia heredada de padre y madre y que esa era la causa de mis pérdidas. Me era muy fácil quedar embarazada, lo complicado era terminar el embarazo bien».

Y agregó: «con todo lo que habíamos pasado, hablamos con mi marido y decidimos no intentar más. Me propuse cuidarme y, como en ese momento estaba más gorda, fui a consultar por un bypass. Ahí el médico me dio la opción de cortarme de paso las trompas y acepté».

«Caro» recuerda que al entrar al quirófano, en lo único que pensaba era en pedirle perdón a Dios por lo que estaba por hacer: «me sentía mal por cortarme las trompas pero para mí, ahí, empezaba una nueva etapa». A los dos meses de eso llegó «el milagro». «Sale la chica de adentro del tomógrafo y me preguntaba si estaba embarazada. Yo le decía que no, que era imposible pero ella me decía que sí, que iba a tener un bebé», expresó. La mandaron a hacerse una ecografía y ahí estaba Valentín: «al principio no quería ni ver y me imaginaba que me iba a pasar todo lo malo que me había pasado. Cuando me di vuelta y miré el monitor no lo podía creer».

Cuando Carolina conoció a «El Chanchito» -como ella le dice- él tenía cinco meses y había soportado la operación, los medicamentos, los estudios y las anestesias. También había superado el tiempo de gestación de los embarazos anteriores y estaba en perfectas condiciones. Por eso, es que el matrimonio buscó para el niño un nombre que represente toda su fuerza y ese fue: Valentín.

El bebé nació a un año de la última pérdida de la maestra. Exactamente el 6 de septiembre, a la 1.40, con 38 semanas de gestación. Pesó 2,700 kilogramos. Estuvo cinco días en neonatología para control y adaptación. Hoy, ya en su casa, la familia completa asegura que los enloqueció y que su llegada fue un milagro que aún no pueden creer. «Cuando lo vi, me morí. Le dije a mi marido: ’es el hombre de mi vida’», expresó emocionada la mamá. Y agregó: «estoy como primeriza. La primera noche que llegó no pude dormir. Lo miraba todo el tiempo».

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