Análisis Político: Cristina la sofista

4Los sofistas eran los sabios de la Antigua Grecia que vivían de “enseñar sabiduría”. Principalmente enseñaban retórica, o sea el arte de hablar bien, y erística, el arte de persuadir y convencer; ambas disciplinas fundamentales para la política.

Pero con la aparición en escena de Sócrates, que no los quería mucho, estos antiguos filósofos perdieron su prestigio para siempre. A partir de entonces, la palabra “sofista” se usa en sentido peyorativo para referirse a las personas que usan una retórica vacía para tratar de convencer, valiéndose de “sofismas”, o sea argumentos falaces pero que parecen verdaderos.

Algo de esta definición resuena cuando uno escucha hablar a Cristina Kirchner. Tampoco es que resulte descabellado comparar con los sabios griegos a quien supo ser una “arquitecta egipcia”. Hoy Cristina se sometió a una entrevista con Luis Novaresio en Infobae. El objetivo no le escapa a nadie: conquistar a los sectores que tanto necesita para ganar la provincia de Buenos Aires en octubre. El cambio de estilo así lo demuestra: hecha una seda, una Blancanieves que recordaba a María Eugenia Vidal, incluso físicamente. El estilo de la gobernadora viene pegando a full en la política nacional.

Hay un cambio de actitud, pero a nivel retórico Cristina sigue siendo tan Cristina como siempre. Basta con repasar las frases que dejó la entrevista, y que a estas horas colman los medios y nuestra paciencia: “Lo odié a José López como pocas cosas en mi vida”; “El memorándum con Irán era el único instrumento para (…) conocer la verdad sobre AMIA”; “En Venezuela no hay estado de derecho, y en Argentina tampoco”, y un largo etcétera. Hasta se atrevió a cruzar a su entrevistador: “soy más audaz que vos, que no te animás a decir que no pensás en nada igual que yo”.

Los sofistas se caracterizan por sonar bien en los papeles pero por no demostrar realmente nada. Puros juegos retóricos. Diana Conti, a raíz de la entrevista, dijo que Cristina es generosa, tanto por presentarse ahora, como por decir que no se presentaría en 2019. Generosa si se presenta, generosa si no se presenta… ¿en qué caso no sería generosa? A Cristina es imposible ganarle en ese terreno discursivo que maneja tan bien.

Más bien hay que contrastar lo que dice con lo que hace y con lo que hizo: los 2200 millones gastados en publicidad con los medios amigos, las viviendas construidas a costo elevadísimo y que quedaron en gran parte inconclusas, el vínculo con Lázaro Báez, la deuda millonaria del Ministerio de Desarrollo Social y otro largo etcétera.Esto nos plantea un interrogante. ¿Podía Novaresio invocar estos datos sin que lo acusaran de ser un “periodista militante”? ¿Podía ignorarlos sin que lo acusaran de ser demasiado benévolo, o hasta simpatizante K? Es difícil encontrar el punto justo para un periodista que quiere ser ecuánime y profesional. Esa es la trampa de jugar al juego de Cristina. Hacer la entrevista y quedar atrapado por la retórica de ella, o contestarle, rebatirla, y hacer algo que ya no es una entrevista. Queda la sensación de que, en un caso o en otro, entrevistar a Cristina es superfluo.

Cabe preguntarse para quién, después de todo, sirve la puesta en escena. Los fans de la ex presidenta van a hablar de la entrevista como un triunfo. Pero los que desconfían de ella desde hace rato no van a cambiar de opinión por más fluida que sea su retórica. Al contrario. Para seducirlos, haría falta que Cristina hiciera una autocrítica de la que no es capaz. O sea, que dejara de ser Cristina. Mucho menos cabe esperar que acepte los hechos de corrupción de los que es directa o indirectamente responsable. En resumen, la retórica fue muy linda, muy elaborada, pero me atrevo a decir que ni un voto cambió a partir de esta entrevista.

Los sofistas griegos desaparecieron del mapa cuando Sócrates desarrolló un nuevo método, la mayéutica, basado en el diálogo, en el que los estudiantes debían descubrir las verdades por sí mismos, sin que el profesor les dijera qué pensar. Es el mismo cambio de rumbo que necesita la Argentina ahora. Y es un cambio que deberá excluir a esos sectores con los que -como ya quedó demostrado muchas veces- es imposible dialogar.

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