El político debe dejar de ser el ejemplo de la posverdad

Como si las complejidades con las que interactuamos en estos días fueran sencillas, aparece una nueva definición que se encarna en los vaivenes de la “posverdad”(Post-Truth: mentira emotiva); un camino intermedio entre la verdad y la mentira. Un espacio más negro que gris, un lugar más conformista que triste, una de esas fantasías que nos encanta idealizar pero con efectos colaterales irremediables.

Hace varios años se viene utilizando el concepto de la posverdad que sirvió en principio, para comprender algunas teorías sociales y políticas que descifran los nuevos códigos que plantean las sociedades del siglo XXI. El Diccionario Oxford homenajeó a la posverdad como la palabra del año en el 2016 y el concepto se convirtió en un neologismo central para explicar el fenómeno del Brexit en el Reino Unido y la victoria de Donald Trump en Estados Unidos.

El Director de la Real Academia Española (RAE), el profesor Darío Villanueva, podría definir a la posverdad como las aseveraciones, testimonios o estrategias comunicativas que dejan de lado los hechos objetivos para apelar a las emociones, creencias y deseos del público. Definición que aparecerá en los diccionarios de la RAE en el mes de diciembre de este año.

Aclaración de por medio, esta opinión tal vez no haya sido escrita para el microclima político misionero sino más bien para todos aquellos que se sienten abrumados por los políticos, cada vez más alejados de la simpleza paradojal de brindar un servicio.

Ahora bien, el concepto en sí no conlleva ninguna desgracia es simplemente la apreciación de algunas prácticas de las cuales estamos acostumbrados. Sin embargo, recae sobre ella el ejemplo más desalentador posible, vivimos en una cultura de la posverdad atravesada por políticos que hacen referencia a un discurso que se enfoca más en las emociones, creencias o deseos y arroja por el suelo los datos y los hechos. Los políticos de la cultura de la posverdad descreen de los argumentos basados en datos y ofrecen sueños alternativos.

Quizás uno de los filósofos más influyentes de la posmodernidad sea Jacques Derrida, él nos deja una verdadera pista de la coyuntura política en la cual vivimos: “Sabemos que el espacio político es el de la mentira por excelencia; y mientras que la mentira política tradicional se apoyaba en el secreto, la mentira política moderna ya no esconde nada tras de sí, sino que se basa, paradójicamente, en lo que todo el mundo conoce”.

Esto es un poco difícil de aceptar pero así funciona, todos sabemos que una mentira repetida por mil personas se convierte, con el tiempo, en una verdad. Esto es lo que sucede en nuestra provincia con más frecuencia de lo que quisiéramos. Por eso, la mentira política es una forma de manipulación social, los dichos de aquel se convierten en verdades de aquel otro y así hasta el hartazgo. Terminamos todos inmersos en un discurso narcisista donde vale todo pero mi opinión está por encima de la tuya (teniendo en cuenta que vivimos una época de extremo individualismo), y donde valen más las opiniones (¿creencias?) que las verdades.

No debemos olvidar que detrás de cada creencia hay un soporte propagandístico que acompaña para convertirla en un hecho alternativo capaz de consolidar un espacio en el imaginario social. Es decir, que toda creencia que se utiliza para imponer intereses es en realidad, una especie de ropaje para ocultar las mentiras.

Me surge aquí una nueva incógnita, porqué necesitamos cada vez más de creencias, emociones o deseos para vivir si en realidad son mentiras fabricadas por algunos políticos para imponer intereses del poder.

 

 

La política dancingmood

El ciudadano no debe quedarse solamente con el discurso político, sino ir hacia la génesis de los temas en discusión, ir hacia la búsqueda de los datos objetivos no quedarse en las creencias. Esto es como las figuras que vemos en la caverna graficada por Platón (Alegoría de la Caverna, Libro VII de República), donde los reflejos crean figuras que no son reales, son solamente creencias del mundo de los sentidos.

En pocos días comienza una nueva campaña electoral en la provincia de Misiones, candidatos a legislar por mandato popular que esperan una chance más para demostrar sus cualidades de representar. Por todos estos motivos, deseamos que el ejercicio de la ciudadanía se realice todos los días, y no solamente cuando entramos al cuarto oscuro a elegir una opción.

Hay debates y polémicas que deberían estar resueltos en una sociedad madura que mire al futuro sin prejuicios de lo que pudo haber pasado si seguíamos viviendo inmovilizados por el miedo. El poder nos normaliza primero para creer que hacemos algo por nuestros propios intereses pero en realidad nos ordena para actuar bajo intereses del poder.

Contrario a lo que pensaba hace algún tiempo, el mayor desafío no estará en que haremos los políticos sobre la falsa verdad sino que harán los ciudadanos a la hora de elegir en base a las creencias impuestas por modelos de turno o intentarán acercarse a la razón y fundamentar el sufragio como un acuerdo sincero, aunque puede ser errado.

Las estrategias políticas son la vedette de estos tiempos electorales, un lenguaje político atormentado por la poca predisposición de los ciudadanos y la posverdad en primera escena nos arrojan un panorama un tanto desalentador para lo que viene.

La pregunta es: ¿Nosotros como Misioneros queremos ser parte de los que ganan las discusiones en base a creencias o ser parte de aquellos políticos que intentan decir algo sobre la verdad?

Hay que dejar de ser prisioneros de la cultura de la posverdad, usar la razón para comprender los procesos políticos y sobre todo, estar de humor para bailar la música REAL de los artistas, es hora de la política dancingmood.

Bienvenidos, el show ha comenzado!

 

(*) Licenciado en Ciencias Políticas

 

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