¿Cómo contribuir a que la familia tenga una alimentación más saludable?

La obesidad es una epidemia creciente en el país y el mundo y, sin dudas, como adultos nos deberíamos preguntar qué podemos hacer para cuidar la alimentación de la familia a fin de mantener un peso saludable y una mejor calidad de vida para todos, ya que la cultura alimentaria nace y crece en el entorno familiar, principalmente.

Desde el punto de vista nutricional y de la salud en general, los dos mejores caminos para lograrlo son saber seleccionar los alimentos y ser físicamente activos. Los padres son quienes marcan una impronta en lo que pueden pensar o hacer los niños. Ellos los respetan y los admiran como modelo. Si usted come alimentos sanos y hace una vida activa estará abriendo la posibilidad de ayudar a sus hijos a que sepan elegir y tomar buenas decisiones.

Optar por lo más saludable e introducir cambios es siempre más sencillo si se hace en grupo que solo. Por eso, crear hábitos familiares de alimentación adecuada y actividad física hace que sea más fácil para todos mantenerse en un peso saludable. Por ejemplo, planificar momentos del día que incluyan alguna actividad física en familia hace que todos potencien el apoyo y la motivación para moverse o hacer deporte. O bien, colocar una fuente con frutas en la cocina, no comprar gaseosas y acordar comer papas fritas sólo en cumpleaños puede cambiar las costumbres de cada uno de quienes viven en la casa.

Algunas estrategias que pueden ayudarnos a lograr estos pequeños cambios en la nutrición de la familia son:

  • Puede resultar un momento ameno y enriquecedor el incluir a los niños en la preparación de algunos alimentos para la familia, por ejemplo, si preparan una ensalada de frutas de muchos colores, o galletitas caseras, que luego podrán disfrutarla más cuando las coman.
  • De a poco, haga cambios pequeños y sencillos. Si propone que toda la familia salga junta a correr todos los días, probablemente reciba caras largas y no obtenga quorum. En cambio, sí podrían caminar solos o en pareja, o hacer las actividades que les guste a cada uno, en los tiempos de cada uno, de manera concreta. O comer una tarta de frutillas de postre, en vez de una torta de chocolate.
  • Pruebe diversas estrategias. Nadie notará si su lasagna tiene mozzarella semi descremada o común, y ese pequeño cambio reduce notoriamente las grasas y las calorías del plato. Combine estrategias “invisibles”, como ésta, con otras que impliquen el compromiso activo de todos los miembros de la familia. Incluya a los niños cuando vaya a comprar y cuando prepare estas comidas saludables.
  • Converse acerca del tema. Muéstrele a su hijo cuán pequeña puede ser la gota de aceite con la que lubrica una asadera; enséñele a colocar un mínimo de azúcar a la leche o a tomarla sin azúcar. Hágalo naturalmente, sin que “suene a sermón”.
  • Mientras sus hijos son pequeños usted tiene la mejor oportunidad de sentar las bases del estilo de vida familiar, pero para ello, debemos ser “ejemplos” con nuestras acciones, no solo con palabras.
  • Puede influir para que la familia sea deportista o no, para que a los niños o adolescentes les resulte un entretenimiento hacer actividad física, o, de lo contrario, les cueste más.  Sus niños no reclamarán gaseosas a diario en la heladera si no fue un hábito incorporado por los padres.

Tomemos conciencia de que, si no comenzamos “hoy” con pequeños cambios, siempre quedará pospuesto para el “lunes” siguiente, el “el mes que viene”, y realmente solo depende de nosotros mejorar nuestra calidad de vida para disfrutar de cada momento, estando sanos o, si se presenta alguna enfermedad, tener muchas más probabilidades de tener una recuperación rápida.

Lic. Romina Krauss

M.P. n° 147

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