La estrategia de la grieta en el discurso oficial

¿De quién es la obra pública? Frase cabecera de un spot de Cambiemos, casi un mensaje directo a la gestión del “compañero” De Vido y un recuerdo que remite sin escala a las valijas del Señor López.

         ¿Podrán con las mafias? Otro spot, más de lo mismo. La lógica pareciera ser una y sólo una, el único espacio en el que el oficialismo reconoce un interlocutor directo es en el de la Señora:Unidad Ciudadana.

         En el relato de Cambiemos no existe otra fuerza que no sea el Kirchnerismo. La falta de consenso, la corrupción o la falta de inversiones, son culpa del pasado que debemos dejar atrás. En un intento (a veces excesivo), se minimizan fuerzas intermedias que pueden jugar un rol decisivo en el contexto de elecciones que se aproximan.

A primera vista, parece sensato pensar en una lógica de polarización para “agrandar” la tan famosa grieta. Cristina, un personaje polémico dentro del peronismo, divide. Guste o no, su presencia es fuerte; y de ganar en estas elecciones, aseguraría retrasar la renovación peronista unos cuantos años más. De pronto, la relección parece un escenario mucho más probable para Cambiemos.

Con un rechazo cercano al 60% del total nacional y una base de votantes con un techo muy marcado del 35%, a Cristina no le cierran los números para disputarle a Cambiemos la futura elección general, por lo que a priori toda la estrategia parece cerrar. ¿Pero de verdad un triunfo de Cambiemos, aunque sea por un 1%, marcaría el fin del kirchnerismo? ¿Seguro que solo hay que ganarle a Cristina para llegar al 2019?

La polarización que tanto parece gustar al Gobierno tiene un lado positivo y uno negativo, sirve para sumar a la fila propia, pero también suma a los de la vereda de enfrente. Si la oposición es dura, como lo es el kirchnerismo, la parálisis legislativa es un escenario probable. La ciencia política dice que, “a mayor cantidad de partidos y mayor polarización ideológica, menores son las probabilidades del presidente de formar coaliciones estables de gobierno”, síntomas de una enfermedad que se sintió este año al tener un Congreso que prácticamente no sesionó y cuando lo hizo, fue para escándalo.

Si bien Cambiemos podría sumar algunas bancas, necesariamente debe llevarse bien con el sector dialoguista del peronismo. Esto resulta de mayor importancia cuando la gran meta para finalizar el año es la reducción del déficit fiscal (gasto del estado). La reforma del sistema previsional (las asignaciones y subsidios) y el régimen jubilatorio son las próximas luchas claves que tiene Mauricio Macri después de las elecciones. Con un poco de sentido común podríamos imaginar cómo sería el debate de dos leyes tan sensibles con Cristina como oradora principal, un ataque liberal a los logros conseguidos sería el título principal.

Las elecciones a senador se ganan por 1 voto, ¿Por qué debería importar el número? Porque los porcentajes importan, importan para el círculo rojo e inversores financieros que están atentos a lo que sucede en la provincia de Buenos Aires. Desde la vuelta de la democracia, siempre que el oficialismo ganó en las legislativas de esa provincia (con excepción del 2009) logró la relección en las generales. ¿Qué pasó en el 2009? La Alianza Unión Pro del difunto político De Narváez, le ganó a la fórmula Kirchner-Scioli por menos de 2% de los votos.  Si aun perdiendo le alcanzó al Kirchnerismo para ganar la elección de 2011, algo nos dice que hay que prestar atención al cómo se gana o cómo se pierde. En un escenario hipotético donde Cambiemos logra ganar pero una Cristina segunda consigue un porcentaje mayor al 30% (en una provincia que representa cerca del 40% del total nacional), algunos podrían ver una victoria pero otros, y sobre todos a los ojos del inversor extranjero, podrían ver una posible vuelta del populismo para 2019.  Los porcentajes importan.

¿Quién puede ser el principal socio de Macri en este escenario? El Steve Jobs del peronismo: Florencio Randazzo. El frente Justicialista cuenta con un número para nada desdeñable de 17 diputados, de los cuales pocos renuevan bancas. Sumando las de esta elección, ese número va a aumentar. En el Senado, Pichetto ordena a los 36 senadores peronistas, quienes fieles a sus gobernadores van a esperar con cautela.

Las elecciones son legislativas no generales, cada elección provincial es un mundo aparte y lo más prudente es alejarse del escándalo bonaerense,  “ *Inserte nombre de una provincia aquí* va primero, hay que discutir los problemas regionales que enfrentamos a futuro, somos críticos de la situación actual del país pero los problemas de los *inserte población de una provincia aquí*  son nuestra prioridad y es de lo que nos estamos ocupando”. Esa frase se va a escuchar en boca de candidatos provinciales alrededor de todo el país, escépticos esperando el resultado de Buenos Aires para ver detrás de quién alinearse.

De repente no parece tan clara la estrategia de Cambiemos. De la nada parece mejor perder contra una persona más flexible a priori como Randazzo, y permitir una renovación peronista que a la hora de negociar leyes  resulte más comprensible. Puede ser hora de flexibilizar el discurso de la corrupción, de la herencia recibida o las causas judiciales, y empezar a dialogar más con otros actores menos visibles que puedan disputarle el espacio a la gran protagonista de esta elección, Cristina.

Los porcentajes importan, importan más en un sistema electoral proporcional como el argentino, importan más en un Congreso fragmentado e importan para los inversores. A los únicos que parece no importarles, es a quien paradójicamente debería, al gobierno.

 

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