A principios del torneo de la B Nacional no se hablaba de un equipo que pudiera pelear por llegar nuevamente a Primera División. Pero tampoco de un Crucero que estuviera peleando el descenso. Lentamente, todo comenzó a cambiar.
Se fue ”Pico” Salinas por falta de resultados positivos y la solución era traer a un conocedor de la categoría como Héctor Rivoira. Evidentemente no era la solución y con un poco más de un puñado de partidos, el “Chulo” también se tuvo que ir. Llegaba Lippi y la cosa tampoco cambió. En medio de esta danza de cambios, Crucero se comía técnicos como nada pero también un colchón de puntos que hacían suponer que el descenso, para este torneo, no debía ser tenido en cuenta.
Fueron tan malos los resultados que de los 43 partidos disputados hasta ahora (resta una fecha) solamente ganó 8, empató 15 y el resto todo fue derrota, 20 juegos. Incluso, de visitante nunca pudo ganar y no lo hace desde el 4 de junio del 2016, en otro campeonato. Esos números indiscutidamente lo fueron llevando a estar entre las cuerdas, pero hace unas semanas todavía dependía de sí mismo pero tras perder con Juventud en Misiones todo quedó en manos de los demás.
Como si fuera poco, debía ganar todo lo que quedaba y esperar, esa combinación fue mucho y ayer con la derrota en Lomas de Zamora, el equipo anímicamente parece descendido. Solo un milagro lo deja en la categoría. Que Juventud solo sume un punto de los seis posibles que tiene y que los dirigidos por Lippi ganen en la última fecha. Mañana juegan Juventud y Estudiantes y un empate lo deja con vida al elenco misionero, una victoria de los de san Luis también pero un triunfo de los de Gualeguaychú habrá puesto fin a más de cuatro año en la B Nacional para los de la tierra colorada.
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