Misioneros asesinados en Brasil: en Realeza hay mucho asombro, pero nada de pistas acerca de los autores del doble crimen

La localidad paranense de Realeza, en Brasil, es un municipio pequeño (poco más de 16 mil habitantes), prácticamente sin antecedentes de hechos como el doble crimen en el que murieron los misioneros Silvio Alejandro Antúnez (24) y Martín Nicolás Ríos (30). Por estas horas, la Policía Civil del distrito está buscando pistas para dar con los asesinos. Aún no tiene nada firme, sólo el testimonio de los parientes de las víctimas, que detallaron el motivo de viaje de los jardinenses y algunos datos más sobre las actividades personales de cada uno de ellos. No hay sospechosos detenidos.
El kilómetro 122 de la ruta nacional BR 163 está en las afueras del pueblo. Para llegar al centro de Realeza desde el sitio donde ejecutaron a los amigos hay que hacer entre 20 y 25 kilómetros. Es un tramo oscuro y desolado. Eso hizo, por ejemplo, que los policías no ubicaran el mismo miércoles por la noche los cuerpos de ambas víctimas. Ese día sólo dieron con Antúnez, cuyo cadáver con cinco impactos de bala (tres en el pecho y dos en la espalda) estaba prácticamente sobre la calzada. Fueron automovilistas que pasaron por el lugar quienes alertaron a la Policía Rodoviaria y esta fuerza, a su vez, a la Policía Civil y a la Científica.
Recién en la mañana del jueves, cuando los familiares fueron ante las autoridades a buscar información sobre Ríos, que se produjo el hallazgo del segundo cuerpo. El hijo del ex intendente de Jardín América Miguel Ríos se encontraba dentro de la camioneta Chevrolet S 10 con la que ambos jóvenes habían salido de Misiones rumbo a Brasil para “hacer compras”. Martín había sido ejecutado de un tiro en la nuca. La pick up se encontraba a 25 o 30 metros de donde estaba el cadáver de Antúnez, en medio de un pajonal. Además de manchas de sangre, los uniformados dieron con cinco cartuchos de escopeta calibre 16 y 20 milímetros dentro del rodado.
Los misioneros fueron asesinados en la misma acción, que sucedió entre las 18.30 y las 20 del miércoles, en ese lugar despoblado de Realeza. En los bolsillos de Antúnez había 49.200 pesos en efectivo y entre las cosas de su amigo, 4.700. Esos billetes ni los tocaron los homicidas. ¿Por qué? Dos hipótesis: o no buscaban dinero y el fin del ataque fue otro, como una venganza, por ejemplo. O se llevaron un botín superior que estaba dentro de la camioneta. Una versión que aún circula indica que los misioneros habían viajado a Brasil a cambiar un millón de pesos en reales. ¿Ese es el monto que se llevaron los asesinos?
En relación con la pistola Bersa calibre 380 que apareció al lado del cuerpo de Antúnez (junto con un gorra negra y un proyectil calibre .38), se supo que fue dejado allí por los asesinos. No corresponde con el calibre de las armas utilizado por los autores para ultimar a ambos muchachos, de acuerdo con lo que trascendió hasta el momento.
Hasta ahora hay muchas preguntas, pero las respuestas escasean.
Realeza es una ciudad de paso. No se realizan allí transacciones de cambio. Sí en otras poblaciones, como en Santo Antonio o Cascavel, hacia donde se llega, precisamente, utilizando la BR 163, ruta por la que transitaba la Chevrolet de los jardinenses hasta que la muerte se les cruzó en el camino.

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