Carta del obispo Martínez: «Verdad y Autenticidad»

«VERDAD Y AUTENTICIDAD»

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

para el domingo 12º durante el año

[25 de junio de 2017]

 

En el texto del Evangelio de este domingo (Mt 10,26-33), el Señor instruye a los discípulos y les pide que no teman ante las dificultades que puedan encontrar en el ejercicio de su misión: «No teman […] Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.» (Mt 10,32-33). La exigencia profética de toda misión también es señalada en el texto del profeta Jeremías compuesta del anuncio de la verdad, del sufrimiento y de la confianza en Dios (cfr. Jer 20,10-13).

En realidad todos estamos llamados a ser profetas desde el bautismo. En la unción post-bautismal se dice: «Él te unge ahora con el crisma de la salvación para que permaneciendo unido a Cristo sacerdote, profeta y rey, vivas eternamente». Sabemos que no es fácil para los cristianos ejercitar esta dimensión profética en el mundo que nos toca vivir. Seguramente los cristianos de cada época de la historia se habrán sentido como nosotros. Por eso tanto en el pasado, como en nuestro tiempo la dimensión profética nos exige poner en práctica la Palabra de Dios. Dar testimonio de nuestra fe. En lo que nos toca a cada uno, construyendo nuestra vida familiar y social sobre la verdad.

Lamentablemente el contexto de nuestro tiempo descarta el valor de la verdad y por eso nuestra

gente en general está desengañada y tiene una gran falta de credibilidad. Lo cierto es que abunda el consumismo, todo se oferta y se demanda. Lo grave es considerar que se pueda mentir o engañar con tal que se logre el objetivo de vender. Esto significa considerar a las personas como objetos de consumo y no como personas. Esta inconsistencia y falta de valoración de la verdad se puede dar en la publicidad para colocar un producto, pero también en una campaña política o hasta en proselitismos religiosos. Debemos reconocer que nosotros mismos podemos caer en consumir programas de televisión o de radio, sin ningún sentido crítico, aun cuando lo que se nos ofrece es mero sensacionalismo, rating sin ética, o cualquier tipo de propuestas donde corremos el riesgo de no ejercitar nuestra condición de personas, el don y el ejercicio de la libertad y de practicar lo que creemos. La dimensión profética hoy está ligada a la autenticidad y a la búsqueda de la verdad. También en trabajar por el maravilloso don de la dignidad humana y la búsqueda de coherencia entre lo que decimos y hacemos.

Creo oportuno recordar el documento Evangelii Nuntiandi escrito por el beato Papa Pablo VI que hace referencia a un rasgo necesario en los cristianos y que en este inicio del siglo XXI, debemos acentuar: «Consideramos ahora la persona misma de los evangelizadores. Se ha repetido frecuentemente en nuestros días que este siglo tiene sed de autenticidad. Sobre todo con relación a los jóvenes, se afirma que éstos sufren horrores ante lo ficticio, ante la falsedad, y que además, son decididamente partidarios de la verdad y la transparencia. A estos “signos de los tiempos” debería corresponder en nosotros una actitud vigilante. Tácitamente o a grandes gritos, pero siempre con fuerza, se nos pregunta ¿Creen verdaderamente en lo que anuncian? ¿Viven lo que creen?… hoy más que nunca el testimonio de vida se ha convertido en una condición esencial con vistas a una eficacia real de la predicación. Sin andar con rodeos, podemos decir que en cierta medida nos hacemos responsables del Evangelio que proclamamos» (EN 76).

Algunas décadas atrás el beato Pablo VI hacía una referencia a un reclamo de autenticidad en la juventud. Sin dudas la verdad y la autenticidad son valores que cuestan vivirlos, pero son la base de toda construcción social y personal consistentes. En la base de las respuestas, programas de acción, planificación pastoral, necesariamente está aquello que la Palabra de Dios nos señala este domingo; la necesidad de no tener miedo, de vivir buscando la conversión a Jesucristo y de reconocerlo abiertamente ante los hombres. En definitiva vivir más proféticamente, teniendo en cuenta que muchos hombres y mujeres antes y ahora han sido ejemplo de magnanimidad y testigos de la esperanza.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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