Bien sabemos que si vamos a salir caminando, si debemos ir a realizar trámites al centro o llevar los niños a la escuela y el día se presta a estar lluvioso o mínima llovizna, nos preparamos para la ocasión. Buscamos el paraguas, botas, pilotos, etc. La idea es que la situación la controlemos, que no nos encuentre sin estar preparados y poder llegar a destino sin mojarnos
Notablemente cuando la situación climática es la misma pero vamos a viajar, desconocemos los recaudos que debemos tener sobre el vehículo en el cual vamos a movilizarnos y aunque el objetivo sea distinto – llegar sanos y salvos – no significa que no requiera una preparación, al fin de cuentas de eso se trata la seguridad vial, prevenir mediante acciones el descenlace que nadie desea.
Las últimas semanas la lluvia fue incesante y las consecuencias la vimos en las rutas misioneras donde sucedieron hechos que si analizamos los factores predominantes que se combinaron para que el trágico final sea de 7 fallecidos entre ambos casos, observaremos que la niebla y la lluvia fueron determinantes. Ante estas condiciones, a la hora de salir a la ruta debemos afianzar una de las premisas más importantes del Manejo Defensivo: Ver y Hacerse Ver .
El control sobre el correcto funcionamiento de las luces es primordial, bajas, de giro, de stop, etc. Ello nos ayudará a observar los indicadores de riesgo que se pueden presentar y advertir las maniobras que yo realizo. A su vez debemos realizar un breve chequeo de las escobillas y limpiaparabrisas, que funcionen todas las velocidades y con un correcto escurrir (que no provoque rayas ni haga ruido de arrastre)
Quizá un dato pasado como menor pero de vital importancia es que el depósito de agua de lavado del parabrisas se encuentre en el nivel correcto, en nuestras rutas los días de lluvia traen como gran complemento tierra colorada la cual ensucia el parabrisas.
Nuestro contacto con la ruta es a través de los neumáticos y en los días de lluvia vemos en la mayoría de los despistes, vuelcos y colisiones se inician por una disminución de contacto entre ellos y la calzada con la posterior pérdida de control del vehículo. Esto se debe a varios factores:
El correcto estado de los neumáticos nos ayudará a desagotar el agua de manera óptima por los canales que fueron creados para tal fin, teniendo que chequear también la profundidad de los mismos ya que no es ideal tener neumáticos con gran desgaste (mucho uso) para afrontar un día de lluvia y con agua sobre la calzada.
Si la presión de inflado de los neumáticos es deficiente el agua se acumula en el sector medio sin lograr desagotar hacia los laterales y aumentando las posibilidades de entrar en efecto de hidroplaneo (aquaplaning) Si la misma es excesiva, el contacto de los neumáticos con la calzada es mínimo y disminuye notablemente la capacidad del vehículo para desagotar el agua como así también para frenar.
El control de presión en los neumáticos debe ser con los mismos en frío, es decir antes de iniciar el viaje.
Ante una pérdida de control por hidroplaneo se recomienda no tocar ningún pedal y tener ambas manos siempre firmes al volante, disminuyendo la velocidad.
La velocidad debe variar dependiendo siempre de las condiciones de adherencia de la ruta por donde circulamos y cantidad de agua sobre la misma, aunque siempre estamos sujetos a encontrarnos un cúmulo de agua sobre la calzada con lo cual nos daría poco tiempo a bajar la velocidad y ante ello se recomienda la velocidad donde tengamos el completo dominio del vehículo (entre 60 – 80 Km/hr)
No acelerar en curvas, ya que produce despistes saliendo siempre hacia el sentido de la curva producto esto de la derivación del torque, donde las ruedas de tracción están con distintas adherencias y la fuerza de la transmisión va a una de las ruedas y gira más rápido.
Aumentar la distancia de seguimiento con los vehículos que nos preceden y evitar los sobrepasos, sobre todos a vehículos de gran porte. En caso de tener que realizar frenadas, que las mismas sean suaves y de forma gradual, evitando realizar frenadas bruscas. Siempre es lo mejor detenernos en un lugar seguro a la espera de que pase la lluvia cuando ya no contamos con la confianza necesaria para dominar el vehículo ante situaciones adversas.
En casos de niebla debemos respetar la señalización horizontal en caso de existir, recordando siempre que si se ven dos signos (V invertidas sobre la calzada) la velocidad no debe superar los 60 km/h y si tan sólo se ve un signo (V invertida sobre la calzada), la velocidad máxima debe ser de 40 km/h.
Si la misma nos sorprende durante la conducción:
Encender los faros “antiniebla” si las tiene (luces bajas siempre encendidas)
Aminorar la velocidad y aumentar la distancia de seguimiento con el vehículo que nos precede.
Evite viajes en horas de la mañana, donde la niebla es más común.
Disminuir la velocidad en zonas de puentes y bajadas, estando más atentos ya que se forman bancos de niebla en las rutas misioneras.
No use las luces altas ya que reflejarán y verá menos.
Use el limpiaparabrisas y el desempañador de parabrisas y luneta para mejorar la visión.
Encienda las luces intermitentes de emergencia (balizas) esto aumenta la distancia de poder ser vistos por los vehículos que nos preceden.
Prepárese para frenar ante un vehículo detenido, nunca para sobrepasarlo.
Salga de la calzada en cuanto pueda.
Estacione en un lugar seguro hasta que la niebla se disminuya o desaparezca.
Nunca se detenga en la calzada.
Los siniestros con desenlace fatal ocurridos en la últimas semanas era evitables, por supuesto y ante ello dejan de ser “accidentes”. Debemos entender que los indicadores de riesgo están y debemos actuar en consecuencia a ellos, no menospreciarlos y dejando de lado la posibilidad de que nos pase una situación no controlada por parte del otro vehículo y nos encuentre sin la atención que necesitamos para resolverla satisfactoriamente, tanto en lo mecánico como en lo humano, al fin de cuenta es lo único que podemos controlar y manejar.
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