Mito o realidad: ¿Se puede derribar la rutina sexual?

Atravesar la línea de lo conocido es un desafío posible. El testimonio de quienes lo lograron y los consejos de los especialistas.

“Sé que te excita pensar hasta dónde llegaré”, canta Cerati y en esa frase parece dibujarse la lógica escurridiza y hechizante del deseo: mitad en la cabeza y mitad en el cuerpo. Mitad fantasía, mitad carne. Fronteriza y desordenada, siempre a punto de caer, la sexualidad fogosa no parece habitar lugares cómodos y apoltronados: lo prohibido siempre fue la llave maestra para despabilar los sentidos cerrados y adormecidos. Como aquel chiste que habla de “mantener viva la llama” y muestra al animal del Altiplano en terapia intensiva, ¿avivarla o dejarla morir? ¿Inducir ese acto irrespetuoso y límite prendiendo fuego todo? ¿Quemar el clásico misionero en la hoguera del desenfreno?

Mariana (43) es geóloga y está en pareja con Javier (45) –gerente de marketing-, desde hace 15 años. “Lo amo, eso es lo que más me duele. Lo quiero tanto que no lo veo como hombre, no tengo deseo. Llegamos cansados a la noche y solo pensamos en mirar un rato de televisión y dormir”. Mariela Tesler, coach sexual, les dio estas medicinas afrodisiacas: “sugerí que cambiaran de escenario, que se dejaran tiempo para imaginar y fantasear -aún sin el otro presente-, que se provocaran de muchas maneras”. Y adiós a la pareja hermanada.

Marcelo (37) está en pareja con Isabel (38) desde hace 6 años: “Cruzar los límites para nosotros fue concretamente explorar otras zonas del cuerpo y animarnos a sentir. Bajar el ritmo y acceder a algo más intenso. También descubrimos que luego de las peleas podíamos ir más allá, quebrar algo de la costumbre”.

El camino de lo siempre igual genera las consecuencias esperadas: el orgasmo de fácil acceso en posiciones conocidas, las conductas y “previas” a repetición. El camino de lo distinto es incómodo e incierto. El cuerpo se vuelve territorio a conquistar, y no importa cuánta tecnología de última generación en sex toys haya lanzado el mercado: hay hilos invisibles que nos amarran a la rutina. Explica el sexólogo Walter Ghedín: “Ya basta de sexo para autómatas: abrir las piernas para ser penetrada. Los modelos actuales -más saludables por cierto- rechazan todo tipo de rigidez o estereotipo de relación. Y no importa la edad, ni la figura, ni el estrés cotidiano. Muchas veces los supuestos impiden el avance o la innovación: ‘a mi pareja no le va a gustar’, ‘va a pensar que soy una fácil o que lo aprendí con otro’. Cada día, cada instante, puede ser un buen momento para descubrir cosas nuevas”. El modelo de penetración vaginal –tan atado a la procreación-, deja de ser el centro para dar lugar (post maternidad obligatoria y roles tradicionales) a sexualidades que tienen como fin último el despertar sensorial y placer o displacer erótico (juego sado maso).

Transgredir lo subjetivo estático para abrir paso a lo diverso: otros roles activo-pasivo, el tercero en la cama (o el cuarto, o el quinto) y prácticas de sexo oral o anal. “Si propongo algo nuevo suena a que estoy insatisfecho o pongo en duda el amor”, primera barrera a atravesar. La segunda, el gran mito de que “no podemos excitarnos con nadie más que con la media naranja” (si la hubiera). Como todo parece indicar que no es así, ¿por qué no utilizarlo a favor? Ir a un boliche swinger (a mirar o a hacer), consumir porno juntos, ese gran despertador de libido. Si el orgasmo es una “pequeña muerte”, para entregarnos al momento de vacío tenemos que dejar morir formatos viejos, moralinas y tabúes. Arriesga Patricia Safadi, sexóloga: “La pareja lo puede ser todo: el calor de hogar, el confort, el descanso y también la adrenalina, lo novedoso y la sorpresa, según sea la circunstancias o las ganas”. El calor del hogar y el deseo: el centro siempre es el fuego.

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