Reflexión del Pastor Decena: La importancia y autoridad de las palabras

De acuerdo a lo que leemos en la Palabra de Dios, podemos decir que la gente reconocía la autoridad de las palabras de Jesús. Teniendo en cuenta esto, hoy vamos a ver algunos factores importantes que contribuyen a la autoridad de un cristiano.

 

Mateo 12:37  “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”.  

Los contemporáneos de Jesús, asombrados por sus palabras y su manera de expresarse, decían: “Habla con autoridad” (Lucas 4:32).

AUTORIDAD DE JESUCRISTO

Un sábado, Jesús enseñaba en la sinagoga de Capernaúm; sus oyentes: Marcos 1:22 «quedaron asombrados de su doctrina porque hablaba como quien tiene autoridad y no como los escribas».

Su autoridad queda confirmada porque sus palabras producen lo que dicen:

“Manda a los espíritus inmundos y le obedecen” (Marcos 1:27).

Dice al paralítico: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Y el paralítico «se puso en pie». Por eso la gente, admirada, decía: “Jamás habíamos visto cosa parecida” (Marcos 2:11-12).

Con su sola palabra Jesús calmó la tempestad. Sus discípulos, llenos de temor, se preguntaban: “¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Marcos 4:41). Podemos decir que la gente reconocía la autoridad de las Palabras de Jesús. Veamos algunos factores importantes que contribuyen a la autoridad del creyente.

 

  1. SOMOS ENVIADOS POR DIOS

Jesucristo tenía autoridad, porque había sido enviado por el Padre Celestial. Atención que la conciencia de ser enviado y de no hablar por propia iniciativa, sino por mandato de su Padre, le daba a Jesús esa enorme confianza para anunciar la Buena Noticia y denunciar todo lo que se opone al Reino de Dios.

Jesús no enseña su doctrina, sino que transmite la Palabra del Padre:

Juan 17:8 “porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste”.

El cristiano tiene autoridad para hablar porque ha sido enviado:

Juan 20:21  “Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío.

Juan 20:22  Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”.

El llamado de Dios sobre nuestras vidas nos da autoridad para ser ministros de Cristo. Pero ¡qué poca fe tenemos en el poder de nuestro llamado! ¡No es nuestra palabra la que anunciamos, sino la Palabra de Dios!

Para que nuestra palabra sea oportuna y certera, contamos con la asistencia del Espíritu Santo: no serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu del Padre el que hablará en ustedes (Mateo 10:19-20).

Jesús dijo: Lucas 10:16 “El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió”.

Este texto debería llenarnos de confianza, pues es Jesús quien, a través de nosotros, comunica su voluntad.

 

  1. FE, CONOCIMIENTO Y CONVICCION

Se necesita que el creyente manifieste convencimiento, para que sus oyentes acepten la verdad de lo que dice. En labios de un orador sin convicción, hasta una gran verdad puede parecer dudosa.

Jesucristo habla con autoridad porque conoce el mensaje del Padre:

Juan 3:11 “De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio”.

Creía en lo que decía, por eso hablaba con profundo convencimiento. Sus oyentes, asombrados se preguntaban: “¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad!” (Marcos 1:27). Jesús tenía la certeza de que su mensaje era verdadero: “les he dicho la verdad que oí de Dios” (Juan 8:40). Nadie podía decir que Jesús había mentido o engañado.

Para que nuestra palabra tenga autoridad debemos conocer suficientemente la materia de la que hablamos: Dios, la Biblia, la historia, los problemas sociales de hoy, el corazón del hombre… Y ojalá que tengamos sensatez para callar sobre temas que no conocemos. Adquirimos el conocimiento por experiencia y por el estudio.

Pero el conocimiento no basta. Es preciso creer: 2° Corintios 4:13  “Creo, por eso hablo”.

Todas las personas y aun los ángeles caídos captan, con admirable precisión, el convencimiento que tenemos de aquello que decimos. Las palabras expresan nuestras ideas y la manera de hablar manifiesta nuestra fe.

 

  1. SANIDAD DEL CORAZON

La Sanidad interior es fundamental para hablar con autoridad, y en todo acto humano. Puedo hablar para exhibir mis conocimientos, para agredir, para enseñar, para infundir temor, para calumniar.

Jesús tenía autoridad porque no buscaba el halago de los demás, ni pretendía quedar bien con nadie. Él lo dijo: (Juan 8:50) “Yo no busco mi gloria”.

El deseo de ser reconocidos y alabados nos quita nuestra autoridad. Cuántas veces estamos más preocupados por nosotros mismos que por transmitir un mensaje de Dios que beneficie a los oyentes. El orgullo y la vanidad menoscaban nuestra autoridad con la palabra.

Pablo escribe a los gálatas una carta dura, en la que les reprocha que hayan abandonado a Jesucristo y se hayan pasado a “otro evangelio”. Luego añade: “¿Acaso busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O es que intento agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10).

Y más adelante les pregunta: “¿Es que me he vuelto enemigo de ustedes diciéndoles la verdad?” (Gálatas 4:15). Debemos proclamar todo el Evangelio, aunque eso nos traiga enemistades, burlas, persecución o muerte.

 

  1. AMAR A TODOS

Una de las formas más habituales de perder autoridad espiritual es la falta de amor en todas sus variantes. Hablar es una oportunidad de amar. Debe ser un amor generoso y creativo. Jesús amaba a sus discípulos,

Juan 13:1 “Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”.  

El amor de Jesús se manifiesta en cada palabra. Porque siente compasión hacia las muchedumbres, que parecen ovejas sin pastor, “se puso a enseñarles extensamente” (Marcos 6,34).

Sin embargo, su palabra no siempre es dulce, aunque siempre traduce su amor. Porque ama a Pedro, lo reprende por intentar desviarlo del camino de la cruz (Mateo 16:21-23); porque ama a los fariseos y quiere su bien, les echa en cara su hipocresía (Mateo 23:13-36).

Ningún bien real haremos a nuestro prójimo si no los amamos.

Filipenses 1:8 “Porque Dios me es testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo”.

¡Si no amamos de corazón sincero nunca abra autoridad en nuestras palabras!

 

  1. TESTIMONIO DE VIDA

Apocalipsis 3:14 “Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto:

Además de los puntos que hemos visto que dan autoridad a la palabra, hay otro, es muy importante: la coherencia de vida.

La vida de Jesús es su mejor predicación. Aunque Él no hubiera dicho nada, bastaría con mirar lo que hizo para saber cómo debemos actuar. Juan 5:36 “Más yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado”.

Jesús es fiel a la misión que el Padre le ha confiado. No hay nada en su vida que sea obstáculo para comunicar el mensaje de Dios: “¿Quién de ustedes puede probar que soy pecador?” (Juan 8:46).

Juan 8:46 “¿Quién de vosotros me redarguye (me acusa) de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?”

Cuidado con la  triste actitud de contradecir con nuestros hechos lo que hemos proclamado con nuestros labios; con una mano podemos arrancar lo que con la otra, con tanto trabajo, habíamos plantado.

Jesús mismo nos lo advierte sobre la hipocresía de los fariseos:

Mateo 23:3 “Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen”.

Utilizando el ejemplo de las competencias deportivas, escribe Pablo a los Corintios:

1° Corintios 9:26 “…de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire,

1° Corintios 9:27 sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.

Si no estamos atentos, nosotros, habiendo predicado el Evangelio a los demás, podemos quedar “descalificados”.

 

Pastor Guillermo Decena, Centro Familiar Cristiano Eldorado.

Prédicas en vivo los miércoles y domingos 20 horas, a través de http://cfceldorado.org/

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