Papa Francisco: La Resurrección de Cristo nos libera de «nuestros estériles pesimismos»

En su homilía de la Vigilia Pascual del Sábado Santo, el Papa Francisco afirmó que la Resurrección de Jesucristo «no solo aparta la piedra del sepulcro sino que también hace saltar todas las barreras que nos encierran en nuestros estériles pesimismos».

 

En la homilía más importante del mundo católico, el Santo Padre invitó a llevar la Buena Nueva de Cristo resucitado en una celebración de la madrugada de este sábado en la que bautizó a 11 personas de diferentes nacionalidades, entre ellas Italia, China, España o Albania.

Cuando la noche había caído sobre Roma el Santo Padre encendió el cirio pascual. El recuerdo de la Resurrección se hizo visible cuando, poco después, empezaron a sonar las campanas, estalló vibrante la melodía del órgano y las luces de la basílica se fueron encendiendo con una cascada de luz poderosa.

El Papa Francisco inició su homilía recordando a dos mujeres, «María Magdalena y la otra María» en palabras del evangelista Mateo, quienes acompañaron «a su Maestro hasta el último respiro».

En sus rostros, según Francisco, se puede ver «el de tantas madres y abuelas, de niños y jóvenes que resisten el peso y el dolor de tanta injusticia inhumana, de todos los que sienten el dolor de la miseria, la explotación y la trata, el desprecio por ser inmigrantes, huérfanos de patria, de casa, de familia».

 

«Son el rostro de las madres que lloran al ver a sus hijos sepultados bajo la corrupción que quita derechos y rompe tantos anhelos, o la burocracia paralizante y estéril, que no permite que cambien las cosas”.

Siguiendo esa narrativa, el Papa subrayó que todo el dolor de María Magdalena y su compañera desapareció cuando al llegar al sepulcro encuentran la puerta abierta y reciben la noticia de que Jesús ha resucitado, «anuncio que, generación tras generación, nos regala esta noche santa”.

 

Mensaje de Francisco

 

“Vayamos a anunciar, a compartir, a descubrir que es cierto: el Señor está Vivo”. Con estas palabras el Papa Francisco animó en la Vigilia de Pascua a no quedarse encerrados en el sepulcro, sino a resucitar con Cristo, y advirtió de que si no somos capaces de hacerlo es que “no somos cristianos”.

 

“Vayamos a anunciar, a compartir, a descubrir que es cierto: el Señor está vivo. Vivo y queriendo resucitar en tantos rostros que han sepultado la esperanza, que han sepultado los sueños, que han sepultado la dignidad. Y si no somos capaces de dejar que el Espíritu nos conduzca por este camino, entonces no somos cristianos”.

 

“Con la Resurrección, Cristo no ha movido solamente la piedra del sepulcro, sino que quiere también hacer saltar todas las barreras que nos encierran en nuestros estériles pesimismos, en nuestros calculados mundos conceptuales que nos alejan de la vida, en nuestras obsesionadas búsquedas de seguridad y en desmedidas ambiciones capaces de jugar con la dignidad ajena”, dijo también.

 

Francisco recordó de nuevo el relato de la resurrección de Jesús y el sentimiento de sus discípulos ante su muerte. “Podemos imaginar esos pasos, el típico paso de quien va al cementerio, paso cansado de confusión, paso debilitado de quien no se convence de que todo haya terminado de esa forma. Podemos imaginar sus rostros pálidos, bañados por las lágrimas y la pregunta: ¿cómo puede ser que el Amor esté muerto?”.

 

El Pontífice afirmó que en el rostro de estas mujeres se puede ver reflejado el de otros: “tantas madres y abuelas, el rostro de niños y jóvenes que resisten el peso y el dolor de tanta injusticia inhumana” o el de “todos aquellos que caminando por la ciudad sienten el dolor de la miseria, el dolor por la explotación y la trata”.

“En ellas también vemos el rostro de aquellos que sufren el desprecio por ser inmigrantes, huérfanos de tierra, de casa, de familia; el rostro de aquellos que su mirada revela soledad y abandono por tener las manos demasiado arrugadas. Ellas son el rostro de mujeres, madres que lloran por ver cómo la vida de sus hijos queda sepultada bajo el peso de la corrupción, que quita derechos y rompe tantos anhelos, bajo el egoísmo cotidiano que crucifica y sepulta la esperanza de muchos, bajo la burocracia paralizante y estéril que no permite que las cosas cambien. Ellas, en su dolor, son el rostro de todos aquellos que, caminando por la ciudad, ven crucificada la dignidad”.

 

Francisco recordó que todos llevamos dentro la promesa y la certeza “de la fidelidad de Dios”. “Pero también nuestros rostros hablan de heridas, hablan de tantas infidelidades, personales y ajenas, hablan de nuestros intentos y luchas fallidas”.

 

En la homilía, el Papa advirtió que a veces “casi sin darnos cuenta, podemos acostumbrarnos a convivir con el sepulcro, a convivir con la frustración. Más aún, podemos llegar a convencernos de que esa es la ley de la vida, anestesiándonos con desahogos que lo único que logran es apagar la esperanza que Dios puso en nuestras manos”.

Así son, tantas veces, nuestros pasos, así es nuestro andar, como el de estas mujeres, un andar entre el anhelo de Dios y una triste resignación. No sólo muere el Maestro, con él muere nuestra esperanza.

 

Sin embargo, “el latir del Resucitado se nos ofrece como don, como regalo, como horizonte. El latir del Resucitado es lo que se nos ha regalado, y se nos quiere seguir regalando como fuerza transformadora, como fermento de nueva humanidad”.

 

El Santo Padre invitó a los fieles a acudir con las mujeres al sepulcro y “anunciar la noticia”. “A todos esos lugares donde parece que el sepulcro ha tenido la última palabra, y donde parece que la muerte ha sido la única solución. Vayamos a anunciar, a compartir, a descubrir que es cierto: el Señor está vivo.

 

Fuente: ACI

 

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