El Obispo Martínez presidió la misa Institución de la Eucaristía y lavatorio de los pies en la Catedral de Posadas

 

Dando inicio al Triduo Pascual, Monseñor Juan Rubén Martínez obispo de la Diócesis de Posadas, celebro la misa de Institución de la Eucaristía y lavatorio de los pies. Fue en la parroquia Catedral San José.

La ceremonia fue concelebrada por el presbítero Sebastián Escalante y acompañada por los jóvenes estudiantes del Seminario Diocesano Santo Cura de Ars.

Esta celebración eucarística es de mucha importancia por la simbología que tiene para la vida de los cristianos. Ya que en ella, queda instituida la Eucaristía como símbolo de presencia de Cristo en la vida de los cristianos. Y también año a año se renueva el gesto del servicio con el lavatorio de los pies. Además tras finalizar la misa se hizo un recorrido por adentro del templo con el Santísimo y luego en muchas comunidades se realiza adoración hasta la medianoche.

Durante la homilía, Monseñor Juan Rubén Martínez, llamó a “creer en el amor que se entrega y acompaña hasta el fin, el amor verdadero.”

Al realizar el gesto del lavatorio de pies, se eligieron a doce hombres que pertenecen a la comunidad  y también a algunos seminaristas, como símbolo de su entrega en el servicio y en el camino de formación. Este gesto  se hace para recordar cuando Jesús lavó los pies a los doce como sinónimo de que el maestro debe enseñar con el ejemplo y servir todo el tiempo.

Algunos fragmentos de la Homilía:

Estamos aquí muy contentos de compartir esta noche tan importante en la vida de los cristianos. En lo que viene ocurriendo con la liturgia queremos ponerle solemnidad.

Hoy celebramos y rezamos la Eucaristía, como LA EUCARISTIA. Esta noche del jueves santo es la noche de a caridad y del amor. Porque estamos celebrando el amor.

El señor se nos anticipa y nos adelanta lo que íbamos a vivir en el misterio de la muerte y más con él que se hizo hombre en medio nuestro. Lo hizo para vivir y sentir como los hombres. Él es la palabra echa carne.

Es importante que recordemos que está es la palabra La palabra echa carne,  es la palabra que nos hace discípulos, nos hace hermanos. La palabra es lo último en su vida y también es lo primero porque en ella está la verdad. Jesús lo último que hace es cumplir con la palabra.

Jesús nos amó tanto que incluso dona su vida para que podamos reconciliarnos con él, porque donó su vida. Él que era Dios se sometió a la injusticia humana, se sometió a ser condenado, a sufrir y tener dolor. Vivir la pasión hasta la muerte esa fue su  misión y lo hizo para que a través de ese misterio podamos vivir.

Justamente si hacemos memoria de él, eso es lo que celebramos en la Pascua. Celebramos que el pan y el vino se hacen cuerpo y sangre del Señor y se queda para siempre con nosotros.

Tenemos que pensar que el único sacerdote es Él y lo de aquella noche es la Eucaristía. Lo que nosotros hacemos en cada misa es actualizar ese momento, nos da la posibilidad de ser parte de ese misterio.

También es importante que tengamos en cuenta que la Iglesia siempre celebró el día del Señor, siempre desde el inicio. Pensemos en la misa diaria, las misas de precepto son todas actualizaciones. Los padres de la Iglesia Oriental llamaban a esta noche como la Cena del Misterio. San Agustín enseñaba en su época los símbolos de la liturgia con los sacrificios de los animales.

El Señor con este momento realiza la nueva alianza, que es la definitiva, en aquel momento no había chivos expiatorios, no había excusas. Él se entregó  de manera definitiva, entregó  su cuerpo por amor. Por eso el día domingo es un día de precepto y no es un capricho. Es el día de la resurrección y de la vida.

Cuando celebramos Eucaristía en el triduo Pascual venimos a alimentarnos en la vida espiritual. En el altar de la palabra esta la verdad. Está la palabra que no es tanto ruido y no tiene cosas sin sentido. Es simple lo que nos dice, él nos dice LA PALABRA.

En la Eucaristía es su propio cuerpo, él se dona. Pablo transmite esto. Siempre en la eucaristía realizamos ofrendas, es lo que ofrecemos en el altar, con nuestras vidas, nuestro sufrimiento. Eso es lo que amasa el pan de la vida, allí ofrecemos nuestras limitaciones.

Que equivocados estamos si entendemos a la misa con un mero ritual, si hacemos eso, estamos ante un ritual pagano, vacío. Tendremos que preguntarnos si nos alimentamos y de que lo hacemos, pero sobre todo que ofrecemos. Este hecho, la misa tenemos que trasladarla  a la calle, a las familias,, a nuestros hogares. Ser discípulos de la caridad y del amor en la cotidianidad.

Esta es la noche de la caridad y del amor. Tenemos que plantearnos ser amor en nuestros ambientes, dejar de lado las estructuras de pecado que nos implican el daño social. Pensemos que  la pobreza es fruto de la corrupción, si nosotros fuésemos más solidarios romperíamos el círculo de niños desnutridos, ellos están condenados a la exclusión, eso es lo que provoca la raíz de la exclusión, nuestra falta de solidaridad.

Somos tantos los cristianos, y tenemos que preguntarnos porque pasa eso? Porque nos falta el  amor, porque no vemos el amor de la cruz, nos falta el amor solidario, el amor justo.

Si creemos en el amor ponemos todos los sufrimientos de nuestros hermanos en él. Para que ellos también resuciten. Nosotros los cristianos creemos en el amor verdadero, recordemos que quien claudica no es cristiano, porque la vida siempre triunfa sobre la muerte.

La eucaristía nos invita a tener esperanzas, a creer en el amor. Pidamos vivir en el amor, en el amor educar a nuestras familias, creer en el amor en la vida de los hombres.

 

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